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Su rostro están sonrojado de manera que parecía un pequeño tomate.

—Vamos no es la primera vez que te veo haciendo algo así —me recargue en el marco de la puerta. Había olvidado mencionar que en ese momento llevaba un ramo de rosas rojas conmigo.

Al entrar la había visto sentada sobre aquel gran oso que le dí en su cumpleaños rozando su intimidad para darse placer.

—Creí que no llegarías —la ví tragar saliva mientras me acercaba.

Llevaba un conjunto blanco de encaje que lucía hermoso en ella, una pequeña cadena envuelta en su cintura.

—Nunca deja de sorprenderme lo hermosa que puedes lucir —dije viendo su cuerpo detalladamente.

—Ajá —no se movió de ese sitio. «¿Espera que me acerque?»

—Ven aquí, amor —se acercó dando la vuelta a la cama hasta llegar a mi lado—. Hoy es mi turno, yo voy a jugar contigo. Sin reproches —levantamos una ceja retandonos uno al otro.

—¿Ah sí? ¿Qué piensas hacerme? ¿crees tratarme como yo lo hago? —sonreí perverso.

—¿Qué te hace creer que no puedo hacerlo?

—No lo sé, pero dudo mucho que tengas ese tipo de conductas.

Realmente estaba casi seguro de que la actitud manipuladora y controladora seguía en ella. Qué claramente podía convencerme de lo que ella quisiera, no sería la primera vez que lo hacía

—No estés tan seguro —me dió un leve empujón haciéndome caer sobre la cama.

Subiendo en mí lentamente, de manera sensual quedando en cuclillas sobre mí.

—Te traje un ramo de rosas, ¿sabes? —dije mientras su mano estaba apuntándome, las había dejado caer cuando abrí la puerta.

—Qué lindo eres —se puso de pie los tomó entre sus brazos oliendolo.

—Serían tulipanes, pero no había ningún lugar con ellos abierto —mi cabeza seguía doliendo.

—¿En qué estábamos? —con una de las rosas acarició mi cara. Los pétalos de la flor eran suaves como terciopelo.

—Hoy no, Amara. Me duele la cabeza y estoy cansado —me quité la camisa volviendo a tronar mi cuello.

—El señor Dylan O'Brien se está negando a tener sexo. Vaya, no me lo esperé —posó la rosa sobre sus labios mirando al cielo cómo si pensará.

Tomé el peluche y lo dejé sobre la mesa al lado de la cama para recostarme.

—Lo siento, amor —le dí un beso suave en los labios, quité mi pantalón tirándolo en al suelo y me recosté.

—Vaya, lo dices en serio —apagó la luz y se recostó a mí lado.

La abracé besando su cabello esperando que se durmiera.

Por un contrario se dió la vuelta soltándome y recostando su cuerpo de lado dejando a simple vista su trasero con las finas bragas blancas.

Cubrí su cuerpo con la sábana, no quería tentaciones. No esa noche en la que me sentía cansado.

—No, tengo calor —se destapó. Estaba seguro de que era mentira, su piel estaba erizada por el viento frío que la rozaba.

Me giré quedando espalda con espalda, sabía lo que estaba haciendo. Cerré los ojos intentando dormir pero imágenes/recuerdos de ella desnuda gimiendo y sudando por mí aparecieron atormentandome.

—¿Amara? —susurré.

—Dime —al escuchar su voz ronca me levanté besándola salvajemente. Ella lo había conseguido, consiguió provocarme.

—Joder, —mordí su cuello—, no sé cómo haces esto. Pierdo el control de mí mismo.

Acaricié su pierna enterrando mis dedos en ella, besando sus pequeños senos, podrían ser pequeños pero para mí tenían el tamaño perfecto.

Me puse de pie y tomé un poco de Bourbon para quitarme el dolor de cabeza un poco. Cuando me giré el rostro de Amara está contra el colchón mientras movía sus caderas provocativa.

—Vamos, sé que quieres —sonrió.

Tomé su ropa interior deslizando mis dedos por ella son quitarla, le dí una fuerte nalgada que resonó en la habitación, ella soltó un agudo gemido.

—Casi olvide que eres una zorrita masoquista y yo un puro sádico —se colocó en cuatro puntos y siguió moviéndose de aquella manera hipnotizante.

Tomé un puño de rosas y arranque sus pétalos arrojándolos sobre ella, mientras bailaba dándome la espalda. Me cansé y le arroje las rosas completas haciendo que estás cayeran sobre su trasero y reímos.

Sujeté su cintura con firmeza dándole una serie de nalgadas hasta que su pálida piel se tornó carmesí.

—Por favor, Dylan. Quiero sentirte dentro de mí —rogó agitada.

—Tus deseos sin mis órdenes, mi amor —sonreí perverso arrancándole las bragas junto con mi bóxer. Metí mi pene lentamente en ella, solté un gruñido. Su vagina apresar de todo era estrecha y deliciosa. Subí a la cama tomándola del cabello y jalandola hacía atrás.

Comencé a moverme lentamente sintiendo las paredes de su intimidad pedirme más

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Comencé a moverme lentamente sintiendo las paredes de su intimidad pedirme más.

—Más rápido, no me tortures —gimió.

Sujeté su rostro besándola salvajemente, mientras aumentandaba el ritmo y profundidad de mis embestidas colocando mis manos a cada lado de su cuerpo.

Le dí la vuelta dejándola boca arriba sobre la cama, lucía preciosa entre los pétalos. Tomó una rosa deslizandola por los pliegues de su vagina cómo enmarcandola.

—No necesita recordarme que la tienes, lo tengo muy claro —sonrió, metí dos de mis dedos en su boca—. Humedecelos, cariño.

Sus labios hinchados succionaban mis dedos y los acariciaba con su lengua. Sentía fuertes punzadas en el abdomen por la excitación, pero no tenía prisa.

Los saqué llevándolos a su vagina, roce su entrada, no hacía falta más, estaba jodidamente húmeda. Me arrodille sobre la suelo de madera y con una mano comencé a meter y sacar con rapidez mis dedos de su entrada mientras mi boca lamía su vulva y clítoris. No tenía idea de cómo era posible que ella tuviera ese sabor tan embriagador, pero lo tenía. Su suaves mano tomé la mía colocándola sobre su cadera mientras se arqueaba llegando al clímax dentro de mi boca.

—No sé cómo es que me encantas tanto —la besé salvajemente mientas sus manos masturbaban mi miembro sobre su abdomen provocándome el orgasmo en sus senos.

Fuck me, Mr. O'Brien (+18)Where stories live. Discover now