Freddie se detuvo un momento escrutando en la mirada de Miriam con una ceja elevada.

—Estaba por preparar té, puedo ofrecerte un poco.

—Sí. Gracias.

La periodista fue hacia la pequeña cocina. Miriam, se levantó de su asiento y se acercó al escritorio de la periodista, tenía algunas fotografías de los crímenes del Destripador en un lado, algunas más del Profeta incluyendo una copia de la carta y una más de Will Graham, todas fijadas con chinchetas a la pared, la agente de inmediato se percató de la computadora aun encendida y leyó parte del artículo sin terminar de Freddie.

"...O tal vez su evidente mutismo se debe a que ya lo han capturado, y la incompetencia de las autoridades..."

—¿Capturado? ¿Al Destripador?— dijo Miriam en cuanto Freddie regresó con dos tazas de té.

—Por lo visto al FBI le hace falta investigadores. Sí, hablo del Dr. Abel Gideon, el hombre que asesinó a su familia hace dos días. La policía ha mantenido al caso lo más silencioso posible dadas las similitudes con el perfil del Destripador.

—Conozco el caso, pero el homicidio no es como lo que acostumbra el Destripador.

—Tal vez no, tal vez sí, ¿por qué no confirmarlo?, es posible que incluso ganes tu placa un poco antes.

—No es algo que necesite hacer, en realidad ya tengo en mente a un doctor en particular, pero como mencionas hacen falta más investigadores, extra oficiales de preferencia.

—Creo que estás frente a la persona indicada Miriam, no tienes idea de lo que un periodista puede hacer por conseguir información, además ambas colaboramos para Jack, y el precio es mínimo para lo que ofrezco. Tan sólo la cobertura completa del arresto de El Profeta.

—No puedo asegúrate nada Freddie, pero si sucede y me encuentro cerca puedes tener por seguro que te informaré.

—Es más que suficiente, ahora, ¿qué doctor debe atenderme la próxima vez que me sienta enferma?— preguntó la periodista dando un sorbo a su bebida.

*******************

Noble Hills Care Center Baltimore. 9:10 am

William miró con impaciencia el semáforo en rojo en una de las grandes avenidas de la Ciudad de Baltimore, estiró el labio inferior sobre sus dientes, pasó su lengua humedeciéndolo arrastrando sus incisivos sobre el después, era una manía de la que no se había percatado, pero que hacía siempre que estaba nervioso, y ese día en específico no era para menos, en diez minutos más se encontraría con Hannibal para acudir con el neurólogo, y sin embargo, no estaba realmente seguro de que fuera la cita con el especialista lo que le tenía tan ansioso.

Tras sus cavilaciones nocturnas, esa mañana estaba decidido a conformar un acuerdo de beneficio mutuo entre él y su psiquiatra, si es que Hannibal aún pensaba en él como un potencial "más que amigos". Y todo lo que iba con el paquete, un semi agente federal, con problemas neuronales o posible inestabilidad. Peor aún si lo suyo era una enfermedad mental, con embarazos deslices en el control de sus impulsos sexuales, vívidas alucinaciones, un salario de profesor y siete perros. ¡Cielo santo!, Alana definitivamente había esquivado una bala al rechazarlo, sólo de darle vueltas al asunto se arrepentía de tomarse el atrevimiento de pensar que Hannibal, el respetado psiquiatra de Baltimore, cuyos honorarios médicos (mismos que Lecter jamás volvió a hablar con él después de la primera cita) sólo podían ser pagados por eminentes figuras de la socialité de Maryland, quisiera entablar una relación afectiva con él.

Incluso para sí mismo sonaba ridículo, sin importar que tanto creía en vidas pasadas, reencarnaciones o supersticiones, él no era un buen partido para nadie, y pese a que ese era su sentir, no le impidió calzarse sus lustrosos zapatos nuevos color café, ni estrenar una nueva camisa a cuadros azul cielo con tenues líneas azul marino del mismo tono de sus pantalones, o permitirse ese sweater verde tejido de cuello en V que resaltaba sus ojos y se pegaba adecuadamente a su cuerpo.

EternidadWhere stories live. Discover now