♛ O N C E ♛

656 80 21
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


           ––¿D-Dónde estoy? –preguntaba en mi mente, mientras que inspeccionaba mis alrededores, extrañamente sentía frío, como si algo me faltase.

           No recordaba nada, mucho menos que había hecho ¿Acaso nuevamente me había emborrachado? Es que no sirvo para eso, os lo aseguro, me había despertado en la habitación del hotel, no vi a Coralay por ningún lado, lo único que percibí era su cama vacía, la cual ya necesitaba mantenimiento, seguro ya se habría levantado, pero lo que no encajaba es que Agnes no me había despertado furtivamente, como solo ella sabe hacerlo, se me hacía difícil de entender ese gesto, el caso era ¿Por qué tanta amabilidad? ¿Acaso me dieron vacaciones? De pronto escuche un ruido proveniente del baño, no tuve más opción, me acerqué lo más sigiloso posible, llegando a parecerme un ladrón de alta gama, los ruidos provenientes eran conocidos, la ducha estaba en uso, alguien estaba dentro, sin más me percaté del bóxer que estaba colgado en la perilla de la puerta, hacía suponer que quién estaba dentro no era ni Coralay, ni Agnes, entonces... ¿Quién?

         Abrí la puerta muy despacio, intentando que no hiciera ningún ruido, dentro del cuarto se encontraba un chico, de primeras solo me percate que estaba de espaldas, era de test clara, un buen cuerpo y un parte trasera que quién lo viera, ya estaría tirado en el suelo dando pequeñas convulsiones, puede que estuviera exagerando al ver tal semental, pero es que era verdad, también me percate de sus lindas pecas, repartidas por todo el cuerpo, rogaba para que nada me impidiera seguir viendo aquella obra maestra. Segundos después volteó rápidamente, dejando en descubierto su rostro, aquel chico era... ¡Abel! ¡Cómo era posible que él estuviera aquí! ¡Qué habría pasado! Estás y otras más fueron las exclamaciones que mi conciencia lanzaba.

       Recibí como respuesta de mi parálisis, una linda sonrisa, la cual subió mi temperatura al punto máximo, mi cuerpo ardía en llamas, literalmente, aquel frío que tenía se había esfumado por unos segundos ¿Por qué sería? Abel intentó salir de la ducha y...mi reacción ¿Cual fue?, cerrar la puerta lo más apresurado que podía, mi mente no paraba de dar vuelta y como cualquier niño desamparado, me escondí bajo las sabanas, era ilógico rogar porque no me viera, el bulto detrás de ellas era muy notable y no pasaba desapercibido, justo después escuché cómo la puerta volvía abrirse, esta vez para que saliera el chico más guapo que nunca pude ver, sentí sus pisadas acercándose cada vez más a la cama y de repente, vi como la sábanas se levantaban lentamente, dejando es descubierto mi vergüenza, él estaba perfecto, mientras que yo, volvía a sentir frío, esta vez aquel helado sentimiento se fue agudizando, haciendo que al hablar saliera junto a mis palabras un vaho gélido cristalino ¿Qué me estaba pasando?

        ––¿Por qué tanto frío? –preguntó Abel mientras se colocaba la ropa interior.

        ––N-No lo sé, tampoco sé qué haces aquí –agregué frotando mis manos, ni siquiera eso me ayudaba a mantener el calor, pronto me estaría convirtiendo en una paleta reluciente.

        ––Vine porque me necesitabas –habló metiéndose de vuelta a la cama, parecía una reunión de viejas amigas, aquellas a las que se les llama "Pillamadas", sentí como se acercaba a mí, pensaba que no me daría cuenta, aunque no era muy devoto de lo apurado, hice como si no lo notara.

       ––T-tengo frío –volví a recalcar, mirando mis manos las cuales se estaban volviendo moradas por el frío.

       ––Acércate a mí, puede ser que yo te caliente –sin pensarlo dos veces, me acurruqué en su torso desnudo, con mi mano papeé su abdomen marcado, su sola presencia hacía que mis fantasías más lujuriosas salieran de su escondite.

       Su mano empezó a rozar mis cabellos, su mirada plantada en mis ojos, su respiración en perfecta sincronía con la mía, solo quería seguir así con él, no quería alejarme, me había calentado tanto que empezaba a sudar, intenté cambiar de posición, ahora me encontraba de espaldas, así como yo cambié de posición, su mano también lo hizo, sentí como sus caricias me tenían en un encierro perpetuo, me tenía aprisionado contra su entrepierna, minutos después me daría cuenta del tremendo regalito que me estaba esperando.

      ––¿Q-Qué es eso? –pregunté haciéndome el torpe.

      ––Es una manera de expresar mi amor hacia a ti, ahora que lo dices ¿Te gustaría seguir lo de ayer? –preguntó pícaramente, colocando delicadamente, su mentón en mi hombro izquierdo.

      ––¡Qué había pasado ayer! ¡Esto era el colmo! ¿Acaso no te respetas? –regañaba mi mente.

      Haciendo caso omiso a mi conciencia, me volteé en dirección a él, otra vez entraba en calor extremo, su sola presencia hacía estallar a mi cuerpo, dejando en evidencia el poco control que tenía sobre él.

      ––Creo que me gustaría... -susurré, mi respuesta fue una cálida sonrisa, la cual me enamoraba cada vez más, se levantó sin más inconvenientes despojándome de la poca ropa que tenía encima, sólo me dejó en ropa interior, volviendo esto un poco más comprometedor.

     ––Veamos... ¿Por dónde empiezo? –levantó una ceja en señal de pregunta.

     ––Por dónde tú quieras, soy solo tuyo y de nadie más –aclaré sonriéndole.

     ––Si es así, pues cierra los ojos y disfruta –eso fue lo último que escuché antes de que mis ojos fueran tapados por una venda de color negro.

      Estaba algo nervioso y sonrojado, por lo que pudiera suceder, pero ahí, en la infinidad de todos mis pensamientos, interrumpieron sus delicados y atractivos movimientos. Primero sentí como su presencia se abalanzó sobre mí, como aquella fiera cazando a su desafortunada presa, pero esto era diferente, yo estaba feliz de que fuera su juguete, pero... ¿Acaso estaba siendo algo masoquista? En este punto se valía todo, no me importaba nada.

      Sus labios, regalo de dioses, se atrevieron a endulzar mis tetillas, haciendo que de mí salieran unos rápidos pero claros gemidos de placer.

      ––¿Te duele? Si quieres puedo hacerlo más suave –aclaró muy dulcemente.

      ––No te preocupes, s-sigue así –susurré.

      De repente un gritó hizo que me despertara de mi acaramelado sueño.

      ––¡¿Qué siga haciendo que?! ¡Mamá, Jacob se está volviendo loco! –gritó Coralay, ¡Que! ¿Todo había sido un sueño? Vaya que le tengo ganas a Abel, pero se veía tan real, era una lástima, me hubiera gustado saber qué hubiera pasado después.

     ––¿Jacob? ¿Puedes explicarme por qué tienes un pepinillo en tu cama? –preguntó mirándome pervertidamente.

     ––¡Qué yo qué! –exclamé saliendo de la cama de un solo salto, efectivamente, aquel pepinillo si estaba en mi cama– N-No lo sé –dije sacando un puchero muy tierno.

     ––Sabes, solo llévatelo a lavar y después colócalo en la nevera –aclaró Agnes saliendo de la habitación.

     ––Esta bien que estés necesitado de amor, pero un pepinillo no es la solución –dijo Coralay riendo desmesuradamente.

     ––Tampoco venirse en las maletas como metiche, es la solución para ver la moda en París –refuté molesto por su atrevimiento.

     ––Vaya, parece que si estás en tus días, creo que mejor me voy, espero que te pase de una vez.


MI CENICIENTO© [REESCRIBIENDO]Where stories live. Discover now