Capítulo 21. "¿Cómo se repara un corazón roto?"

2.9K 255 60
                                    

Me engañó... —susurré para mí mismo sin poder creerlo aún. De nuevo tenía los ojos aguados y ganas de llorar como un bebé, pero no podía reaccionar—. Kalinda me hizo infiel.

«—Te hice infiel —lloró aún más—. Y estoy tan arrepentida».

Esas palabras se repetían una y otra vez mi cabeza como un disco rayado, haciendo que mi corazón se rompiera un poco más.

Sí, al comienzo pensaba que sí había algo raro entre Kalinda y Rose pero nunca imaginé que se volverían a acostar. Aprovechó el tiempo que yo no estuve en casa para revolcarse con su mejor amiga. El estómago se me revolvió de pensar que durmieron juntas en la misma cama donde tantas veces le había hecho el amor hasta más no poder. Yo sólo podía sentirme peor. Quería descargar mi rabia y dolor rompiendo todo lo que estaba a mi alrededor pero estaba en el trabajo y debía controlarme. No era el lugar correcto para mandar a la mierda todo mi autocontrol.

Podrían despedirme si actuaba como un jodido loco.

En menos de cinco minutos tenía una reunión muy importante con unos alemanes. Íbamos a hacer un gran negocio. No podía echarlo a perder sólo porque descubrí que mi esposa, la que pensaba que era una maravillosa e increíble mujer, me fue infiel con su mejor amiga de toda la vida. Ambas me vieron la cara de estúpido.

Para calmar mi enojo y ansiedad me serví un buen vaso de whisky y me lo tomé en un abrir y cerrar de ojos.

—Wow, hey, cálmate. No querrás joderte la garganta con eso —escuché decir a Fred quien apenas iba entrando a mi oficina—. ¿Por qué estás tomando tan temprano? Aún no hemos cerrado el trato con los alemanes. Siempre celebras después.

Hice un ademán con la mano.

—No estoy celebrando nada —respondí seco.

—¿Entonces por qué tomas? —frunció el entrecejo. Me observó bien y se percató de que no me veía nada bien—. Hermano, ¿qué está pasando?

Abrí la boca para contestar pero las palabras no me salían.

—Te contaré después —me limité a decir. Dejé el vaso sobre la mesa del mini bar y acomodé mi traje en un intento de lucir normal—. Ahora debemos irnos. La reunión comenzará en pocos minutos.

Caminé hacia la puerta pero Fred colocó una mano en mi pecho, deteniéndome.

—Sólo quiero saber una cosa.

—¿Qué?

—¿Estás bien? —arqueó una ceja—. Y no me mientas, por favor. Te conozco bien.

—¿Quieres que te hable con toda sinceridad?

Asintió con la cabeza.

—No estoy bien, Fred. Tengo el corazón hecho pedazos —admití con un tono amargo—. Me siento una mierda. Pero no quiero ni hablaré de esto ahora.

Él comprendió perfectamente.

Dejó salir un suspiro, volvió a asentir con la cabeza y me dio un fuerte abrazo al mismo tiempo que palmeaba mi espalda. Eso me hizo sentir un poco mejor. Sonreí con tristeza. Fred era un gran amigo. Me reconfortaba saber que contaba con él.

Pero en estos momentos nada me haría sentir mejor.

(...)

La reunión con los alemanes terminó siendo un éxito. Pudimos cerrar el contrato y el proyecto se llevaría a cabo en unos pocos meses. Todos estaban felices, excepto yo. No se equivoquen, sí estaba contento por el negocio pero el dolor que sentía era demasiado grande. El amor de mi vida acababa de romperme el corazón. Así hiciera miles de contratos millonarios, eso no me haría sentir mejor. Sentía que todo fue una pérdida de tiempo.

Terapias sexuales Where stories live. Discover now