Capítulo 19. "Quiero conocerte"

3.6K 254 110
                                    

Kalinda yacía acostada sobre el pecho de Rose después de haber hecho el amor incontables veces. Le recordaba años atrás, cuando ambas estaban en la preparatoria, que la curiosidad fue más fuerte que la moral. Simplemente se dejaron llevar y les terminó gustando. Pero nunca fue más que sexo y placer, nunca se enamoraron ni nada por el estilo. Todo lo que hicieron fue experimentar como cualquier otro adolescente. No obstante, Kalinda empezó a salir en serio con Justin y dejaron de tener sexo porque se había enamorado y Anika no quería intervenir en esa relación. Jamás ha querido arruinar esa relación. Quizás en el fondo sentía un cariño demasiado especial por su mejor amiga, sin embargo, nunca intentaría separarlos. Aunque en el fondo se sentía culpable por volver a caer en la tentación. Se le removía la conciencia. El remordimiento era tan grande que por las noches casi no podía conciliar el sueño.

Cuando Kalinda se acercaba y la besaba, perdía el control de sí misma. Le movía el piso. Y olvidaba que era una mujer casada y que su marido también era su amigo desde hacía muchísimos años.

«Amigo...». Se rió mentalmente. Era una hipócrita. Era inevitable no sentirse mal.

—Kali, esto no está bien —habló para romper el silencio. Había estado callada tanto tiempo que olvidó por un segundo lo que acababa de suceder—. Estás casada.

—Sí, estoy casada con alguien que sólo le importa el sexo —rodó los ojos—. Y encima me engañó. Estoy harta de esto.

Rose la miró impasible. No podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Cómo puedes decir eso? Justin te adora. Se desvive por ti.

—Me ha engañado y mentido... —susurró con rabia y dolor—. ¿Cómo crees que me siento?

—¡Por favor! —se quejó—. No te engañó. Se enteró de lo que pasó entre nosotras y se molestó. Que se haya ido unos días porque estaba enojado y dolido no significa que te haya engañado con otra. Pero tú sí lo estás haciendo.

La pelinegra se acomodó en la cama, recargando su espalda en el cabecero de la cama de caoba y se cruzó de brazos. En el fondo sabía que lo que estaba haciendo era incorrecto pero su orgullo la cegaba completamente. No se daba cuenta del daño que provocaba.

Para ser una mujer tan inteligente a veces hacía las cosas sin medir las consecuencias. Era demasiado impulsiva.

—Es completamente diferente.

—No quieras justificarte —le reprochó—. Nadie se merece que le sean infiel, mucho menos Justin. Es un gran hombre. Vale oro.

—¿Entonces por qué estás aquí? —arqueó una ceja—. Hace rato no parecías tan arrepentida y mortificada.

—Lo que pasó fue un error.

—Siempre te escucho decir eso —hizo una pausa para tomar aire—, pero siempre regresas a mí. Todos estos días que Justin no ha estado, tú te has quedado conmigo.

—Para apoyarte y no dejarte sola.

—Oh, ¿en serio? —fingió sorpresa. Anika detestaba cuando se ponía sarcástica—. No sabía que tener sexo estaba incluido en el paquete.

Ya empezaba a hacerla enojar.

—Perdóname por no controlar mis malditos sentimientos —bramó. Se levantó muy molesta de la cama y empezó a recoger su ropa del suelo—. No soy de piedra.

—¿Qué haces? —frunció el ceño—. Vuelve a la cama, Anika Rose.

—No, Kalinda. Se acabó —la miró con total seriedad—. No voy a seguir involucrándome en este estúpido juego. Esto terminará muy mal para todos.

Terapias sexuales Where stories live. Discover now