Capítulo 10. "Fantasías ocultas"

4.1K 233 91
                                    

Me mordí la lengua para no soltar un bufido.

Dos y cuarenta cinco de la madrugada y no podía dormir. Miraba fijamente el techo de mi habitación, intentando no moverme demasiado para no despertar a Kalinda, pensando en miles de cosas y maldiciendo interiormente porque me estaba costando demasiado conciliar el sueño.

Con cuidado de no despertar a Kalinda, me levanté despacio de la cama y salí de la habitación sin hacer mucho ruido. Me dirigí a la cocina a tomar agua fría. Tomé un vaso, abrí el refrigerador y me serví el agua. De un momento a otro mi estómago gruñó y me reí internamente porque recordé cuando era más pequeño y me levantaba a comer todas las madrugadas. En aquellos tiempos era muy tragón. Y tenía una panza de cervecero muy chistosa.

Sí, era un poco gordo. Pero aún así seguía siendo muy guapo.

Fui a la despensa y tomé algunas galletas de chocolate, nachos con salsa y me preparé un sándwich. Lo coloqué todo en una plato grande y me serví un vaso de jugo. Empecé a comer en completo silencio para no despertar a mi bella durmiente. Tal vez comer mucho me haría dormir como un oso en invierno.

—¿Por qué no dejas de comer eso y mejor me comes a mí?

Casi me atraganto con mis galletas de chocolate.

—¿Qué haces despierta? —pregunté cuando me giré a verla. Estaba en tan sólo con una pequeña blusa de tirantes casi transparente y en unas bragas rojas muy sexys. Y así yo no podía pensar con la cabeza de arriba—. Te hacía profundamente dormida.

—Me desperté cuando no te sentí a mi lado.

—Iba a ir cuando terminara de comer.

Ella rió y se acercó sensualmente a mí.

—¿Qué haces despierto tan temprano? —me miró expectante—. En unas horas tienes que ir a trabajar.

—No tenía sueño —respondí simplemente.

—Debiste despertarme.

La miré extrañado.

—Eso era justamente lo que no quería hacer.

—¿Por qué no?

Se acercaba más a mí mientras contoneaba las caderas. Tragué lentamente.

—La respuesta es obvia —lamí mis labios, dirigiendo mi mirada a sus pequeños pezones que se marcaban a través de la blusa. Intenté no calentarme demasiado—. Quería que siguieras durmiendo.

—¿Dormir? —alzó una ceja—. ¿En serio crees que eso es lo que quiero hacer?

—¿No es lo que quieres?

—En estos momentos, no —me lanzó una mirada coqueta—. Quiero algo mucho mejor que dormir. O comer comida chatarra como lo estás haciendo tú.

Miré mi comida y luego a ella.

—Pero está rica.

—Yo puedo darte algo mejor que eso.

¿Acaso me estaba dando una señal? ¿Quería coger conmigo?

Joder.

Si era una broma pesada o estaba jugando conmigo, mi pobre pene iba a sufrir mucho.

—Kalinda, no sé qué te pasa...

—Estoy caliente, ¿acaso no es obvio? —rodó los ojos—. Que lento eres para captar las señales, cariño.

«¡Demonios!».

—Bueno, y-yo... Yo no lo imaginé. Últimamente estás muy distanciada de mí —hablé en voz baja—. No quiero quedarme con las ganas como la otra vez.

Terapias sexuales Where stories live. Discover now