Capítulo 8. "Intenso"

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—¿Dónde está la niña más hermosa de este mundo? —alcé la voz para que Kalinda me escuchara.

Sonreí tontamente cuando la escuché reír del otro lado de la habitación. Me encantaba su risa.

—¡La cena está en el comedor! —gritó.

Caminé hasta donde mi bella esposa se encontraba y la sorprendí tomándola por detrás. Ella rió y yo besé su mejilla.

—Pero yo quiero comerte a ti.

—No seas tonto —se carcajeó—. Te preparé langosta.

—Eso suena delicioso.

—Sí, las compré frescas. Creo que me quedaron bien —se giró para quedar frente a mí—. ¿Qué tal te fue en el trabajo?

—Bien, todo bien —sonreí de costado—. ¿Y tú?

—Bien también —asintió mientras me desaprovechaba la camisa—. Que guapo te ves cuando llegas de trabajar.

Reí entre dientes.

—¿Ah, si?

—Sí.

—Pues gracias por el cumplido —coloqué mi mano sobre su mejilla y la miré directamente a los ojos—. Tú luces hermosa como todos los días.

—Excepto por las mañanas —bromeó.

—Ahí es cuando más bella, hermosa, preciosa luces —le di un casto beso en la boca—. O cuando estás recién follada.

Soltó una pequeña carcajada.

«Carajos, como me encanta esa maldita risa».

—Que tonto estás, cariño.

—¿Por ti? Sí, me pones muy tonto —me encogí de hombros, riendo bajo—. Sólo digo la verdad.

—Viniste así de fábrica.

—Mhmm, ya.

—Es broma, mi vida —volvió a reír. Les juro que escuchar esa risa tan bonita era música para mis oídos—. Bueno, ya. Tenemos que ir a comer o la cena se enfriará.

Se separó un poco de mí y antes de que se alejara la agarré de la mano, y la acerqué a mí nuevamente.

—Una cosa más.

—¿Qué?

—Te amo —le susurré—. Mucho.

Sus ojos se iluminaron al escuchar mis palabras.

—Yo te amo mucho más.

Después de esas bonitas palabras, nos besamos por unos segundos. Maldición. Esos besos me llenaban completamente. Esos besos que me dejaba con ganas de más y más. Y es que cada vez que la besaba, más me convencía de que era el amor de mi vida. Por algo me había casado con ella.

Porque tenía un montón de razones para amarla como lo hacía.

Ella era la única mujer por la que moriría.

Recordar aquellos magníficos momentos me traía melancolía. Poco a poco iba sintiendo que la chispa se iba acabando. Que ya nada era como antes. Y me dolía. Mucho.

Aún nos faltaba tanto por hacer...

Le rezaba a Dios para que esto no se fuera al carajo.

—Despiértate, Bieber.

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