Capítulo 20. "Verdades que duelen más que una puñalada"

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Llegó el tan esperado viernes. Último día de la semana laborable.

El fin de semana se aproximaba y nada parecía ir mejor para Justin. Todo iba a la perfección en el trabajo, se levantaba temprano para hacer ejercicios, tomaba una o dos horas de lectura, salía con Eve todas las noches y ya empezaba a olvidar todo lo sucedido con Kalinda. La vida había empezado a sonreírle de nuevo.

—No sabes lo contento que me pone verte así de feliz, amigo.

—Gracias, Fred —le sonrió de costado—. La verdad es que sí... Estoy feliz. Me siento bien.

—¡Eso es genial! —exclamó con una gran sonrisa—. Has vuelto a ser el mismo Justin de siempre y eso me reconforta. Sinceramente estabas deprimiéndome.

—Lo siento —soltó una pequeña risa—. Es que la situación con Kalinda... Bueno, era imposible no ponerme mal. Pero he aprendido a sobrellevarlo. Me di cuenta de que no vale la pena amargarme por alguien que no deja su orgullo de lado por mí.

—Muy cierto —concordó con él—. Pero me dijiste que hoy ibas a verla, ¿no?

—Sí —asintió—, desayunaremos juntos y luego la llevaré al trabajo.

—Supongo que intentarás arreglar las cosas con ella.

—¿Te soy sincero? No lo sé —se encogió de hombros, haciendo una mueca y dándole un último sorbo a su taza de café—. Porque si sigue con esa actitud no llegaremos a ningún lado y ya no voy a rogarle más.

—Al fin reaccionas, hombre —levantó las manos en forma de alabanza. El castaño rió sin poder evitarlo—. Estaba harto de que anduvieras por ahí como alma en pena. Te lo juro, me deprimías.

Volvió a reír con fuerza.

—Olvida eso, por favor —carcajeó—. Me avergüenzo. Se supone que soy todo un macho alfa que no sufre por nada ni por nadie —dijo bromeando.

—Ya quisieras —lo molestó—. ¿Y sabes algo más?

—¿Qué?

—Me he dado cuenta de que tu buen estado de humor se debe a Eve... ¿O me equivoco?

Dejó caer sus brazos a sus costados dejando salir un suspiro y miró a su mejor amigo que estaba esperando una respuesta.

—Eve es... maravillosa por donde la veas. La paso de maravilla con ella y me hace reír mucho —se le zafó una sonrisa risueña—. Me siento muy cómodo con ella.

—¿Qué significa eso, Bieber? —arqueó una ceja mirándolo curioso—. No te había escuchado hablar de una mujer con tanta fascinación y admiración desde Kalinda...

Se encogió de hombros y terminó de beber su café. Cogió su saco, las llaves del auto y por último se arregló la corbata frente al pequeño espejo que estaba cerca de la cocina.

—No significa nada. Soy un hombre casado.

—Pero eso no quiere decir que no te puede atraer o gustar Eve.

El ojimiel inhaló y exhaló profundamente. Aún no quería hablar de eso en voz alta. No hasta que aclarara sus pensamientos.

—Tengo que irme o se me hará tarde —dijo evadiendo a su amigo—. Nos vemos en el trabajo. Cuídate.

—Claro.

Justin se sorprendió cuando encontró a Kalinda esperándolo sentada en una esquina de la vieja cafetería. No pensó que sería tan puntual. Y ahí se quedó mirándola como un idiota a través del cristal. Jamás pensó que se verían en aquella situación... Que todo se sintiera tan lejano. Como si fueran dos completos extraños y no marido y mujer como lo que eran. Prometieron amarse sobre todas las cosas pero ahora parecían odiarse. O mejor dicho, ella parecía odiarle. Eso era lo que Kalinda le había demostrado con su indiferencia.

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