18.

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Giovanni.

- Voy al baño.- murmuró en dirección a Thomas, levantándose de su asiento.

Caminó despacio hasta la salida del comedor y, una vez, allí, amplió has zancadas siguiendo el camino hacia la puerta trasera que hacía Ashley a varios metros de él.

La interceptó ya en el exterior, a medio camino en las escaleras que bajaban hasta un largo camino que rodeaba todo el complejo hotelero.

Agarró sus caderas con ambas manos, haciendo que frenara su camino.

- ¿Adónde vas tan guapa?- murmuró en su lengua materna.

Sintió cómo temblaba entre sus brazos y sonrió.

Ash volteó para clavar aquellos bonitos ojos azules en él.

- ¿Esto te parece ir guapa?

Señaló con un divertido gesto su ropa deportiva, girando sobre los talones para que pudiera ver cada centímetro de su espectacular cuerpo.

- Sí que me lo parece.

- Deberías mejorar tu vista, D'angelo.- se burló ella en un perfecto italiano.

Deslizó los brazos por su cintura, acariciando la piel desnuda de su espalda mientras se inclinaba sobre ella.

- ¿Cómo has sido tan madrugadora hoy?

- Me voy a correr.- contestó ella, pasando los dedos por las hebras de su cabello.

Soltó una carcajada, besando apasionadamente su boca.

Se sentía como un adolescente con ella. Le costaba contener sus manos si la tenía cerca.

Era idiota.

- ¿Otra vez?

- Guarro. – se rio ella, golpeando su brazo.

¿Pero qué narices estaba haciendo?

Ashley West era la persona que menos le convenía. No podía ni imaginarse lo que pensaría su padre si supiera...

- Deberías volver antes de que Jeff envíe una patrulla a buscarte.

Asintió con un cabeceo, apartando muy lentamente los brazos de su cuerpo.

- Ten cuidado- se escuchó decir con sorpresa-, no te alejes del hotel.

- Vale, papi.

Le vio alejarse al trote después de soltar una carcajada sarcástica y volvió adentro, sacudiendo la cabeza.

Jamás había conocido una mujer con un carácter tan fuerte, tan insoldable. Parecía que sólo hacía lo que ella quería y que nunca nadie podría obligarla a nada.

Vivía y trabajaba rodeada de hombres duros, fuertes y con poder, y, sin embargo, ella siempre parecía llevar el control, no se amedrentaba ni se acobardaba.

Sonrió, divertido, entrando de nuevo en el comedor para ocupar su sitio junto a Thomas, que se inclinó en su dirección con un gesto bromista.

- Deberías cortarte un poco.

- No sé de qué me hablas.- contestó, engullendo una tostada que quedaba sobre su plato.

- La persigues como un perro salido.

Golpeó discretamente su rodilla con el pie bajo la mesa.

- Cierra la boca.

- Buenos días, chicos.

Placaje al corazón © -Amazon-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora