15.

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Ashley.

Abrió bruscamente la puerta, dejando pasar a su padre, que le dedicó una mirada extrañada.

- ¿Estabas dormida?

Asintió con un cabeceo, acompañándole hasta la cocina para llenar la cafetera de grano molido y pulsar el botón de encendido.

- ¿No has ido a correr hoy?- le escuchó preguntar a su espalda.

- No, he debido apagar el despertador.

- Pues tienes ojeras, ¿has dormido mal?

Prácticamente no había pegado ojo, pero no iba a darle más explicaciones, por lo que se encogió de hombros antes de volverse hacia él.

- Voy a darme una ducha y a vestirme mientras se hace el café.

No esperó a tener una contestación.

Subió las escaleras casi a la carrera, entrando en su habitación y cerrando la puerta tras ella.

Giovanni seguía tumbado boca arriba sobre la cama, pero se había cubierto a partir de la cintura con las sábanas.

Clavó sus bonitos ojos oscuros en ella.

- Voy a darme una ducha.- dijo, prácticamente al aire.

- Te acompaño.

Quiso negarse, pero, de repente, se vio alzada en brazos. Abrió la boca para gritar, pero Giovanni cubrió sus labios con una mano mientras caminaba hasta el baño.

- No grites, nos va a oír.

- Suéltame, idiota.- protestó, intentando deshacerse de su agarre.

Ignorando su reproche, avanzó hasta el plato de ducha, donde la soltó suavemente, cerrando la mampara tras su espalda.

Ahí metidos parecía aún más grande. Demasiado grande.

Recorrió su cuerpo desnudo con una mirada calmada, respirando profundamente para no ponerse a jadear como una perturbada.

- No me mires así o mi buen propósito de sólo ayudarte a enjabonarte se va a ir al traste.

Sonrió, dando media vuelta para abrir el grifo de la ducha y dejar que el agua cayera sobre su piel tibia.

- Sal de aquí, sé bañarme solita.

Dio un respingo cuando sintió cómo su pecho se pegaba a su espada y estiraba el brazo por encima de su hombro para alcanzar un bote de gel del estante.

- Entre dos iremos más rápido.- sentenció él.


Ya en la oficina, esperando a que llegara la hora de la reunión que tenían planeada, seguía sintiendo que su piel ardía.

Había dejado a Giovanni en su habitación después de la excitante ducha, con la copia de las llaves de su casa para que pudiera sacar el coche del garaje después de que su padre la llevara al trabajo.

Pasó las manos por la falda de su vestido, nerviosa.

Estaba segura de que Jordan sospechaba algo. Ella siempre había sido una mujer de costumbres, y, desde luego, dormirse no era algo nada habitual en su vida. Darse una ducha de cuarenta minutos mientras tenía visita tampoco.

Estaba viendo el último partido de los All Blacks, la selección de Nueva Zelanda, pero apenas podía prestar atención. Sólo pensaba en aquellas grandes manos deslizándose por su piel, en la calidez de su cuerpo...

- ¡Toc toc!

Dio un respingo sobre la silla, girando el cuello hacia la puerta, por la que Thomas entró con una gran sonrisa.

- Buenos días, rubia.

- Buenos días- contestó, echando un vistazo a su uniforme sorprendentemente limpio-, me asombra que no estés sudoroso y asqueroso.

Thomas cruzó los brazos sobre el pecho, justo a la altura donde lucía el escudo de los Thunders, con un león como imagen principal.

- ¿Desde cuándo voy a las reuniones sudoroso?

Alzó la ceja derecha con escepticismo.

- Cállate, y vamos, que es casi la hora.

Apagó los televisores y el ordenador antes de levantarse y dirigirse junto a él hasta el ascensor.

- ¿Qué tal la vuelta a casa?

- Bien.- contestó con simpleza.

Él clavó los ojos en su rostro durante todo el camino, irritando a cada paso su estado de ánimo.

- Deja de mirarme así, me estás enfadando.

- No sé qué le has hecho a D'angelo, pero en el entrenamiento de hoy estaba... especialmente viril.

- ¿Qué gilipollez es esa?

- Lo digo en serio, se olía la testosterona.- siguió diciendo Thomas.

Sacudió la cabeza, esperando impacientemente a llegar con el resto del equipo directivo y así poder dejar de oír tonterías.

- Cállate ya, Thomas.

- Os acostasteis anoche, ¿a que sí?

Soltó un bufido por lo bajo.

- Sí.- contestó tras unos segundos en silencio.

Su amigo se echó a reír, rodeando sus hombros con un brazo para apretarla contra su costado.

- ¡Fue tu culpa!- protestó- ¿Para qué narices nos invitas a cenar a la vez?

- Ya te lo dije, hacéis buena pareja.

- Eres idiota, y vamos a dejar el tema.

Thomas hizo una pequeña inclinación en su dirección al llegar a la puerta de la sala de juntas, cediéndole el paso.

- Ashley, Thomas, venga, sentaos.- dijo Jeff al verlos en el umbral.

Tomó asiento en su sillón habitual, entre su padre y el estúpido capitán del equipo.

Junto a West, que era considerado el portavoz del equipo de entrenadores, estaba el principal preparador físico, y junto a Perks, cerrando el círculo que formaba la mesa, el director deportivo y el de marketing y Hunter.

Ella, en representación al grupo de ojeadores, con los que se había reunido el día anterior, era la única mujer. Algo que no le amedrentaba, estaba acostumbrada a moverse en un mundo que siempre se había considerado masculino.

- Bueno, hagamos balance.- empezó a decir Jeff, extendiendo unos dosieres encuadernados con el índice del día.

- Primero los nuevos.

- D'angelo.- especificó su padre.

Dios, ¿por qué sólo hablaban de aquel italiano arrogante?

- ¿Cómo lo ves, Thomas?

- Bueno, la experta en Giovanni D'angelo es Ashley.

Intentando mantener su pose profesional, contó hasta diez mentalmente para no pegarle un puñetazo.

- Yo he estado fuera estos meses y no le he podido seguir la pista tan bien como tú.- contestó finalmente ante la atenta mirada de todos.

Thomas curvó sus finos labios en una sonrisa divertida.

- Yo le veo bien, en forma y con muchísimas ganas...

- ¿West?

- Creo que, aparte de una forma física magnífica, Thomas tiene razón, ha venido con mucha hambre de juego.

Volvió a contar.

No podía dejar de pensar en el hambre que tenía ella.


Placaje al corazón © -Amazon-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora