5.

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¿Qué había pasado?

No tenía muy claro cómo o en qué momento había ocurrido aquello, pero, algún tiempo después de haber empezado a hablar con él, se veía arrollada por su feroz entusiasmo en la habitación de un hotel que, estaba segura, no era el César.

Ni siquiera recordaba cómo habían acabado allí, o qué se habían dicho para llegar a aquel momento, pero la situación era totalmente imparable.

Agarró con fuerza su cuello, dejando que sus labios arrancaran de ella hasta la última pizca de oxígeno.

Se sentía ansiosa, febril, una sensación que podía decir le era desconocida.

Desde luego, Lloyd nunca había provocado en ella aquel deseo tan... animal.

Notó desde el fondo de la garganta el amago y dulce sabor de la ginebra que él había estado pidiendo para ambos durante toda la noche, pero aun así no podía achacar a una borrachera lo que estaba a punto de hacer.

Simplemente se sentía incapaz de parar. Incapaz de reprimir el calor que subía por todo su cuerpo.

Un gemido escapó de su boca cuando la levantó con facilidad del suelo para apretarla contra su pecho antes de conducirlos a ambos hasta la linde del colchón cubierto con una elegante colcha oscura.

Desabrochó los botones de su camisa negra con una rapidez innata, tirándola después al suelo con un preciso movimiento que le sacó una sonrisa.

Dejó que la echara sobre la enorme cama y le observó mientras, con una calma sensual y frustrante al mismo tiempo, se deshacía primero de su falda, después de su blusa. No pudo evitar un suave gemido cuando desabrochó su sujetador de encaje y acarició su sensible piel con delicadeza.

- Bonito tatuaje.

Bajó la mirada hacia la flor de loto entre sus pechos y sonrió.

- Ya te dije que era impúdico.- se burló.

- Sexy.

Apretó con fuerza su nuca para guiarlo hacia sus labios impacientes, besándolo una y otra vez mientras sentía cómo sus manos se deslizaban por su cuerpo como si recorrieran un camino de sobra conocido.

Desde luego, estaba claro que sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

Curvó la espalda al notar su enorme mano deslizándose por encima de su columna, de arriba abajo, con una caricia torturadora.

Instintivamente, rodó hasta quedar encima de él, sentada sobre su cintura. Sus ojos oscuros llamearon al contacto con los suyos y tembló de cabeza a pies.

- Estás...

Esbozó una sonrisa, apoyando un par de dedos sobre sus labios.

- ¿Desnuda?

- Aún no- se rio Giovanni, metiendo una mano bajo el encaje de su ropa interior-, pero podemos arreglarlo.

Dio un respingo cuando la alzó con insultante facilidad para ponerla en pie junto a la cama, justo entre sus piernas.

Se agarró a sus anchos hombros, consciente del suave tembleque que recorría sus piernas ante el abrumador atractivo de D'angelo.

- ¿No crees que a mí me falta mucha ropa... y a ti muy poca?


Hambriento. Así se sentía. Ávido.

Soltó una carcajada ronca, deslizando las manos por sus caderas.

Tenía la piel inhumanamente tersa, y unas curvas increíbles, los pechos turgentes, la cintura estrecha y unas piernas largas y firmes.

- Eso también se puede arreglar.

Se levantó de un salto, extendiendo los brazos hacia los lados en una invitación que ella entendió a la perfección.

Con aquella sensual sonrisa que tanto le había llamado la atención, se apoyó contra su pecho mientras desabrochaba sus vaqueros y los dejaba caer al suelo.

- Mucho mejor.

No podía apartar los ojos de ella, de cómo se deshacía de su ropa interior con una seguridad excitante, de cómo le rodeaba el cuello con los brazos y se apretaba contra él.

Impaciente, apretó sus voluptuosas caderas para alzarla del suelo ante su mirada de asombro antes de dejar caer sobre la moqueta la única prenda que seguía cubriendo su despampanante figura.

No le hizo falta decir nada para que Cassie rodeara su cintura con las piernas, aunque tampoco hubiera podido hacerlo, pues se vio ocupado siguiendo el frenético ritmo que la boca de aquella deliciosa mujer le imponía.

Se sentó en la linde del colchón, acomodándola sobre su regazo y buscando con el órgano más anhelante de su cuerpo aquella piel cálida y húmeda que le esperaba.

No pudo evitar un gemido al adentrarse entre sus suaves y acogedores muslos. Echó la cabeza hacia atrás mientras apretaba sus caderas contra él.

Cassie reclamó su boca de nuevo y dejó un brazo sobre su espalda para impedir que cayera hacia atrás.

Increíble.

Su cuerpo se llenó de ardores cuando sintió cómo sus largas uñas pintadas de rojo se clavaban en su espalda mientras la escuchaba proferir un suave jadeo delicioso.

Observó, anheloso, cómo estiraba la espalda hacia atrás, dejando que se deleitara con su escandaloso cuerpo desnudo, ahora cubierto con una fina capa de sudor brillante.

- Eres...

Ella clavó sus hipnóticos y extrañamente familiares ojos en él y contestó antes de que acabara la frase.

- No digas nada.- la escuchó decir con un sensual murmullo.

Placaje al corazón © -Amazon-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora