16.

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Giovanni.

West y Thomas los reunieron a última hora de la tarde para comentar lo que habían hablado con los directores durante gran parte del día.

En un par de días tenían su primer partido de pretemporada y se había decidido que no hablarían de refuerzos de plantilla hasta que no les vieran jugar de nuevo.

Era justo.

Echó un vistazo al edificio principal mientras pasaba distraídamente la pelota de una mano a otra.

- Si buscas a Ash, su despacho está en la segunda planta- escuchó decir a Thomas a su espalda-, al final del pasillo izquierdo.

- ¿Qué te hace pensar que la busco?

- Como miras con carita de perrillo abandonado en esa dirección...

Gruñó por lo bajo, tornando los ojos con un gesto malhumorado.

- Eres inaguantable, Thomas.

- Hoy he recibido muchos descalificativos.- se burló su compañero.

- Seguro que te los mereces.

Él se encogió de hombros.

- Es probable.

- El caso es que sólo quiero devolverle algo.

- ¿Las bragas?

Automáticamente, alzó el puño y lo estampó contra el pecho de Thomas, que se echó a reír, como si aquella situación fuera increíblemente divertida.

Ignorando su regodeo, siguió las indicaciones, adentrándose en el edificio de dirección y subiendo las escaleras de dos en dos antes de girar hacia la izquierda.

Golpeó con los nudillos la última puerta del pasillo, sorprendentemente inquieto.

- Adelante.

Con calma, entró y cerró la puerta tras su espalda.

Los ojos turquesas de Ashley se clavaron en él, que echó un vistazo a las pantallas encendidas adosadas a la pared.

- Paul Keane es impresionante.- dijo, señalando el televisor central, donde se veía el último partido de la selección galesa.

Ella curvó los labios en una media sonrisa, apuntando algo a pluma en unas hojas llenas de notas.

- Está sobrevalorado.

- ¿Tú crees?

- Tiene demasiadas carencias- sentenció Ashley-, busco a jugadores mucho más completos.

- ¿Como yo?

La vio negar con una cabeceo, soltando una leve carcajada.

- ¿Qué quieres, Giovanni?

Se acercó para dejar sobre la mesa el manojo de llaves que ella le había dejado aquella misma mañana.

- Sólo quería devolverte esto.

- Ah, bien, se me había olvidado.

Echó una ojeada al enorme despacho, acercándose al impresionante ventanal con vistas al campo de entrenamiento. Junto a él, un escritorio de madera de haya y, tras él, unos armarios que cubrían toda la pared.

Casi sin percatarse, se vio de pie junto a ella, observando los distintos partidos que emitían los televisores.

¿Cómo era posible que mantuviera la atención a todas aquellas jugadas al mismo tiempo?

Bajó la mirada hacia ella, que no tardó en percatarse de aquel gesto.

- No me mires así.

Hizo el amago de contestar, pero, tras un rápido golpe a la puerta, ésta se abrió, dejando pasar a Jordan West, que canturreaba una melodía irreconocible.

- Ah, hola, D'angelo.

Carraspeó, incómodo, antes de hacer un gesto de saludo y dar un par de pasos hacia atrás.

- No te esperaba aquí.- siguió diciendo su entrenador, con sus ojos iguales a los de su hija fijos en él.

- Quería conocer a la persona que me trajo aquí.

Él esbozó una media sonrisa, alzando la ceja derecha con un gesto que nunca le había visto hacer.

- Bueno, yo me iba- explicó rápidamente-, ya me he presentado.

- ¿Por qué no vamos los tres a cenar?

- Papá, no molestes.- se burló Ashley.

Jordan avanzó hasta apoyarse contra el escritorio de su hija, encajando su enorme cuerpo de tal manera que la cubría parcialmente.

- Venga, que os invito a un buen chuletón para celebrar el inicio de la pretemporada.

- ¿Chuletón por la noche?- repitió ella, negando con un cabeceo mientras recogía los papeles de su escritorio y apagaba el ordenador- Lo mejor para la dieta.

Ella no necesitaba dieta alguna, pero apretó los labios para no delatarse.

- Mañana nos espera un día muy duro a todos, papá, así que mejor dejamos las celebraciones para cuando tengamos algo que celebrar.

No pudo evitar una carcajada ante el gesto contrariado de su entrenador.

Dado que era prácticamente una leyenda del rugby, nunca había visto a nadie llevarle la contraria, y mucho menos provocar en él aquella mueca casi infantil.

- Es muy mandona.- dijo, mirando en su dirección.

- Ya veo...

- Tú ten cuidado o te mando de vuelta a Italia.- bromeó Ashley, apagando finalmente todas las pantallas.

Intentó no seguir con la mirada el bamboleo hipnótico de sus caderas al caminar mientras se dirigía hacia la puerta.

- Venga, fuera todos, que tengo que echar la llave.

Jordan salió justo delante de él, deteniéndose a medio pasillo para apoyar una de sus grandes manos sobre su hombro.

- Has hecho un buen entrenamiento, muy intenso.

- Gracias.- contestó, intentando no recordar quién le había puesto tan... intenso.


Ashley.

Era una locura.

Había cenado algo ligero en su casa y estaba tumbada en el sofá leyendo un libro cuando, de repente, se vio saliendo a la calle en una dirección fija.

Se maldijo por lo bajo al frenar frente a un enorme caserón muy parecido al suyo, justo dos calles más hacia el sur.

Respiró hondo antes de llamar al timbre.

Diez segundos después, Giovanni D'angelo abrió la puerta principal y después la verja, sólo vestido con unos cortos pantalones de deporte, causando una vez más estragos en su ritmo cardiaco.

- Ashley... ¿qué haces aquí?

Expiró profundamente, ya a pocos centímetros de él.

- No le des muchas vueltas a esto...- murmuró antes de echarle los brazos al cuello para presionar apasionadamente los labios contra los suyos con un gemido de rendición.

Una locura, se repitió.

Placaje al corazón © -Amazon-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora