12.

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Giovanni.

Dio dos besos a Lisa, sin apartar los ojos de Thomas, que parecía excesivamente divertido con lo que Ashley le estaba diciendo.

- ¡Gio!

Con una sonrisa, se agachó hasta quedar a la altura de la pequeña Lilly y estiró los brazos para alzarla del suelo.

- Ciao, bambina. (hola, niña)

- No hables italiano que me enamoro- escuchó que decía Lisa tras él.

- ¡Oye!

Se volvió hacia su amigo, que cruzó los brazos con fingida indignación.

- Ay, cariño, si ya lo sabes, no aguanto escuchar a un hombre hablar italiano.

- Pues yo también puedo buscarme a alguien que lo hable- bromeó Thomas, rodeando los hombros de Ashley-, venga, guapa, dinos algo.

La observó esbozar esa media sonrisa que tan bien se había clavado en su memoria, sacudiendo el cabello rubio con un gracioso gesto antes de fijar la mirada en él.

- Questa è una trappola. (esto es una encerrona)

Sintió un escalofrío a lo largo de la espalda y apretó con fuerza el cuerpecito de Lilly, que apoyó la cabeza en su hombro.

- Non è la prima trappola che ho con voi oggi. (no es la primera encerrona que tengo hoy contigo)

- ¿Qué has dicho?- preguntó la niña.

Thomas se echó a reír mientras Ashley negaba con un movimiento divertido.

- Que hace muy buena noche, bambina.

La dejó de nuevo en el suelo, dejando que fuera a abrir unos paquetes a medio envolver que había desperdigados por media habitación.

- Can you feel the love tonight...- canturreó su amigo, bailando torpemente hasta llegar a su mujer, que rio.

- Corta el rollo- protestó Ashley.

- ¿Sabes que es de mala educación no darle dos besos a un europeo cuando le ves?

Apretó los labios para evitar una carcajada al ver la mirada gélida que ella le dedicó al bocazas de su capitán.

- Mira, he vivido en Italia en un par de épocas de mi vida y en ninguna de ellas he tenido que ir a saludar a un hombre, jamás.

Tampoco en su caso.

Por supuesto.

Enfadado por su repelente tono, se acercó a ella a paso firme y, pasando el brazo por la cintura que marcaba voluptuosamente su vestido, se inclinó para dar dos besos en sus mejillas, mucho más cerca de sus comisuras de lo necesario.

La sintió temblar y sonrió.

- Buona notte, cara. (buenas noches, cariño)

Ya sentados a la mesa, frente a ella, no podía dejar de mirarla.

Era, sin lugar a dudas, una de las mujeres más atractivas que había visto jamás, y el que ella no pareciera dar importancia a ese rasgo acentuaba su sex appeal.

- Giovanni, ¿Thomas no te ha contado aún cómo le ficharon para los Thunders?- escuchó que preguntaba Lisa, atusándose el cabello oscuro con una sonrisa amable.

Era agradable.

Creía que el cambio de continente se le haría muy cuesta arriba, pero sus compañeros y especialmente Perks y mujer le habían integrado perfectamente y ya no sentía tanta nostalgia como las primeras semanas.

- Oh, por dios, esa historia otra vez no.

- Ash, deja de protestar, él aún no la ha escuchado.

La susodicha hundió el rostro entre las manos con un gemido que le llenó de ardores.

¿Nunca iba a poder olvidar aquella noche?

- Me gustaría oírlo.

- ¿Por qué no lo cuentas tú?- preguntó Thomas, dando un suave codazo a Ashley, que dio un respingo sobre su asiento.

No pudo evitar echar una mirada al bonito escote que mostraba aquel vestido lila que tan bien se ajustaba a su cuerpo.

- Habla tú, te interrumpiré cuando empieces a inventarte cosas.

Su amigo rio levemente antes de volverse hacia él y empezar a parlotear.

- Fue en el instituto, yo era la estrella del equipo y...

- Oh dios mío, eres un engreído- bufó ella-, no eras la estrella, pasabas bastante desapercibido.

Apretó los labios para no echarse a reír ante el gesto malhumorado de Thomas.


Ashley.

Su mirada clavada en ella le estaba poniendo de los nervios.

- En realidad, si hubieras sido la estrella, los ojeadores habrían reparado en ti.

- Eres odiosa.

Sonrió ampliamente, golpeando con suavidad el hombro de Thomas.

- Cállate gracias a mí ahora sí que eres una estrella.

- Os estáis yendo por las ramas- intervino Lisa.

- El caso es que Ash se empeñó en que tenía talento... y aquí estoy.

Era... una bonita forma de contarlo.

- Cuéntalo como si fuera algo sencillo- se burlo, antes de volverse hacia Giovanni, que permanecía impávido, atento-. Un día llegué a casa y le conté a mi padre que había un chico en el equipo del instituto que era una pasada y me contó que los ojeadores de los Thunders habían estado viendo a un par de jugadores... ninguno era Thomas.

- Sí, es increíble.

Le echó una mirada socarrona al susodicho.

- El caso es que me puse pesada hasta que mi padre fue a verle jugar.

- Dile cómo le convenciste, es la parte graciosa.

Se mordió la lengua para evitar pegarle un puñetazo a su amigo.

- Cállate.

- Dímelo.- escuchó decir a D'angelo, inclinado hacia delante en su silla.

Dios, no podía concentrarse con aquellos preciosos ojos azules mirándola.

- Se metió en el equipo de animadoras.

Se llevó la mano al rostro y pellizcó el puente de su nariz.

Aún recordaba todo como si hubiera sido ayer.

Tras mucho insistir en que su padre fuera a ver un partido y de que él se negara, algo comprensible dada su increíble fama, la única solución que había encontrado para que él acudiera fue apuntarse al equipo de animadoras. Por supuesto, aunque a él no le gustó que desperdiciara su tiempo en algo que consideraba tan sexista, no podía rechazar ir a verla a ella.

Al final, algo que había empezado como un simple instrumento para conseguir que alguien además de ella descubriera el talento de Thomas, se convirtió en un bonito hobby. Y, por supuesto, le pilló en una época en la que sólo buscaba irritar a su protector padre. Algo que conseguía haciendo aquellos bailecitos en público y que le encantaba.

- No me mires con esa cara- dijo tras unos minutos aguantando el fuego en los ojos oscuros de D'angelo-, acabé siendo capitana.

Placaje al corazón © -Amazon-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora