6.

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Un rayo de luz atravesó la ventana y se coló entre las gruesas cortinas hasta chocar contra la almohada en la que estaba acostada.

Se revolvió con un gruñido, llevándose la sábana hasta la cabeza.

Estaba agotada, exhausta, apenas sentía las piernas y tenía un delicioso tembleque que recorría todo su cuerpo, algo que nunca había sentido antes de aquella noche.

Qué locura.

Nunca habría imaginado que el sexo podría llegar a ser así. Tan... ilógico, incontrolable... animal.

Aquella era la palabra: animal.

Se acurrucó sobre sí misma y alargó la mano hacia el otro lado de la cama, palpando de arriba abajo.

- ¿Giovanni?

Buscó con el brazo el cálido cuerpo del famoso jugador, pero sólo encontró las tibias sábanas vacías.

Abrió los ojos, incorporándose mientras apretaba la ropa de cama sobre su pecho.

- ¿Giovanni?- repitió, con la vista fija en la puerta del aseo.

Al no recibir respuesta alguna, echó un vistazo hacia el suelo, buscando la ropa que la noche anterior habían dejada tirada.

No había ni rastro de las prendas de él, sólo su ropa, aún arrugada y esparcida por toda la habitación.

- Estupendo...

Un pinchazo de vergüenza y rabia atravesó su pecho, haciéndole soltar un nada amable gruñido enfadado.

No se había sentido tan estúpida en toda su vida.

Ese cabrón...

Cogió el teléfono de la habitación para marcar el primer número y contactar con la recepción del hotel.

Le comunicaron que la habitación estaba pagada y que D'angelo había dejado anotada su tarjeta de crédito para cualquier cargo.

La extremada educación del recepcionista le hizo sospechar que no estaba en un hotel cualquiera, sino que, a pesar de su estado de embriaguez, habían ido a parar a algún picadero de la élite romana.

- ¿Podrían subirme el desayuno a la habitación?

- ¿Cuál quiere? Tiene una carta junto a...

- El más caro- se apresuró a contestar-, y también necesitaría la prensa diaria y... ¿tienen masajista?


Antes de volver a casa, se empachó con el desayuno más completo que había visto jamás, se dio un larguísimo masaje tailandés y, finalmente, comió un espectacular plato de pasta fresca y marisco. Todo a cuenta de D'angelo, por supuesto.

La habría dejado allí tirada después de un par de polvos bastante impresionantes, pero no le iba a dejar que lo olvidara. Nunca.

Y aquel extracto en su tarjeta sería el primer recordatorio.

Aún se sentía iracunda por la humillación cuando a media tarde, mientras hacía una lista con las cosas que debía empaquetar para la vuelta a casa, su teléfono móvil emitió un leve pitido que le hizo dar un respingo.

En cuanto vio el nombre en la pantalla, esbozó una gran sonrisa.

- Hola, papá.

- Hola, cariño, ¿cómo estás?

Expiró, aliviada.

La voz de su padre siempre había logrado calmar sus inquietudes.

Le debía todo lo que era y todo lo que, estaba segura, sería. Y es algo que se recordaba cada día. La suerte que tenía.

- Estupendamente.

- ¿Estupendamente?- replicó Jordan con una carcajada- Veo que tu... retiro espiritual está surtiendo efecto.

Apretó los labios para no decirle que lo que le había animado había sido el sexo descontrolado con uno de sus jugadores.

- Te alegrará saber que estoy haciendo la maleta.

- Eso me hace muy feliz.

- Dile a Jeff que intentaré coger un vuelo mañana- contestó, sin borrar la sonrisa-, pero ya sabes que entre unas cosas y otras son dos días de camino.

Sólo de pensar en la cantidad de horas de vuelo hasta Dubái, donde debía hacer escala, y las otras tantas hasta Sídney, se le caía el alma a los pies. Era agotador.

Por no hablar de la espera en el aeropuerto, el cambio del huso horario y el desesperante jet lag.

Pero el saber que, al llegar, su padre y su magnífico trabajo estarían esperándola, aliviaba su angustia.

- Seguro que le encanta la noticia, está dando mucho la lata.

- Lo sé, me llama todos los días.

- ¿Pero tú cómo estás, cielo?

Puso el altavoz mientras revisaba su ropa y se hacía una idea de cómo debía ir cada cosa empacada.

- Me encuentro mucho mejor, estoy deseando volver.- respondió.

- ¿Estás lista?

Sídney... su hogar, su familia, su trabajo y... una buena sorpresa para ese capullo estúpido de D'angelo.

- Más que nunca.

        

Placaje al corazón © -Amazon-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora