3.

69.1K 4K 107
                                    

Llevó a los cuatro capitanes de la selección en el desmedidoJeep negro que habían preparado para ella: Andreas Lemos, el más veterano de todos; Julio Hulley y Gianluigi Russo, dos primeras líneas con una envergadura bastante apabullante; y D'angelo, el preferido del país.

Una vez en la inmensa discoteca Famma, el tesoro más preciado y rentable de Francesco, los dejó en la sala VIP de la planta superior, con terraza y bar privado, y se escabulló para buscar a su amigo.

Lo encontró en su despacho, justo tras en inmenso escenario donde montaban espectáculos de todo tipo.

- Ah, cara, ¿qué tal ha ido?

- Sin problema.- contestó, dando la vuelta al abarrotado escritorio para depositar un casto beso en su mejilla.

- Estás espectacular, seguro que te comen con los ojos.

Abrió la boca para contestar, pero la cerró algunos segundos después cuando sintió que su mente andaba perdida en el desconcertante deseo que sentía por D'angelo.

Era... extraño

Trabajaba entre deportistas, algunos de ellos increíblemente guapos, pero ninguno había provocado en ella esa sensación de no poder contenerse.

- Lo has hecho aposta- exclamó con un gemido disconforme tras varios minutos en silencio.

La cara de póker de Francesco confirmó la idea que acababa de iluminar su cabeza como el foco de un faro costero.

- No sé de qué me hablas.

- ¡Intentas juntarme con Giovanni!

- Yo no...- balbuceó su amigo, removiendo algunos papeles, como si quiera tener las manos ocupadas en algo.

Se llevó las manos a la cabeza.

- ¡Francesco!

- ¡Lo he hecho por ti!- terminó exclamando su amigo- Piénsalo, es perfecto...

- Oh Dios mío, no necesitabas mi ayuda, ¡querías buscarme un novio!

Francesco negó con un cabeceo, echándose a reír mientras revolvía su cabello oscuro con una mano.

- No, no un novio cualquiera, ¡Giovanni D'angelo!

Se dejó caer sobre la silla frente a él.

- No estás siendo objetiva, Ash, ¿has visto lo guapísimo que es?

¿Que si lo había visto?

- Cállate- gruñó.

- A tu padre le encantaría...

Claro que le encantaría.

Su padre trabajaba como parte del equipo de entrenadores desde que se había retirado hacía ya diez años. Y, desde que había llegado D'angelo a los Thunders, parecía totalmente entusiasmado con su talento y prácticamente lo había acogido como su pupilo.

Desde luego que le vería como un candidato mucho más aceptable que su ex-prometido.

- Eso no hace que tu plan sea bueno.- protestó.

- Venga, vuelve con los chicos, pásalo bien, habla de ese deporte horrible lleno de golpes y sudor, y, si es posible, folla.

- ¡No quiero follar, déjame!

Apretó las manos para no golpear su nuca.

- Necesitas un buen italiano que te recuerde lo que es el buen sexo.

- ¿Y tiene que ser Giovanni D'angelo?- protestó, cruzando los brazos bajo el pecho.

Francesco rio de nuevo, levantándose para rodear sus hombros con un paternal gesto.

- También lo intenté con ese actor de telenovelas, Dante nosequé, pero le diste calabazas.

Intentó no sonreír, pero no pudo evitarlo al recordar a aquel napolitano tan sumamente pesado que había estado persiguiéndola toda la noche.

- Recuérdame por qué sigo siendo tu amiga.- se burló.

- Porque soy adorable.

Sí que lo era.

Se habían conocido hacía ya varios años, en su primer año de universidad, cuando había decidido pasar el curso en una facultad romana, únicamente para fastidiar a su protector padre. Francesco se encargó de acogerla entre los suyos como si se tratara de una de sus hermanas, y entonces se juró ayudarle en todo lo que necesitara.

- Venga, que te acompaño con tus chicos.

- No son "mis chicos"- gruñó por lo bajo, siendo arrastrada hacia la puerta-, en serio, Francesco, ya he cumplido, los he traído, ¿no puedo irme a mi casa?

Atravesaron el largo pasillo hasta las escaleras mientras ella murmuraba.

- No, no, no, hazme caso, cara, dale una oportunidad.

- Pero...

- Sólo un polvete- le cortó su amigo-, venga, te vendrá bien.

Golpeó discretamente su costado con el codo, provocando una risa ahogada en él.

- No me puedo creer que me estés pidiendo que me acueste con uno de tus clientes, de verdad.

- Dicho así parece que quiero prostituirte- rezongó Francesco-, lo digo por ti, para que te relajes y vuelvas a Sídney feliz y completa.

Justo antes de entrar en la espectacular sala VIP, se volvió hacia él.

- ¿Te das cuenta de que D'angelo vive a dos calles de mí?

Su amigo esbozó una enorme sonrisa.

- Mejor, así puedes repetir si te gusta.

Abrió la boca para seguir replicando, pero la cerró en cuando vio que algunos de los jugadores los observaban y que Francesco iba hacia ellos para presentarse con esa amabilidad suya tan innata y envidiable.

- Cabrón...- musitó antes de irse hacia la barra.


Observó, voraz, cómo esa mujer, Cassie, se apoyaba sobre la barra para hablar con un camarero.

- Eres un canalla, Gio.

Volteó la cabeza hacia Da Lucca sin apartar los ojos de aquella preciosa figura.

- ¿Eso a qué viene?

- Deja de comértela con los ojos- se carcajeó su amigo-, seguro que está cansada de quitarse a famosillos babosos de encima.

Pasó la lengua por su labio inferior, recreándose en cómo deseaba deshacerse de aquella estrecha falda oscura.

- Tiene que ser mía.

- Oh, venga ya, no seas flipado.

- Joder, mírala- replicó, observando cómo bebía de su copa con una media sonrisa-, es preciosa, y entiende de rugby, ¿cuántas mujeres así conoces?

Piero Da Lucca se echó a reír, golpeando su hombro con la palma de la mano.

- Si de verdad entiende de rugby, se irá con el mejor jugador, es decir, conmigo.

Curvó los labios en una sonrisa mientras su amigo se alejaba.

Placaje al corazón © -Amazon-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora