17.

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Ashley.

Una semana después, se desperezó con un gemido al sentir los rápidos dedos de Giovanni deslizándose por su columna.

Abrió un ojo para ver la hora en el teléfono móvil que tenía sobre la mesilla.

- Dios, es muy pronto... ¿por qué me despiertas?

- Porque me vuelvo a mi habitación.

Alzó la mano y la sacudió en el aire.

- Ve.- contestó con un murmullo.

Escuchó su carcajada y cómo se levantaba para vestirse a su espalda.

- ¿Vas a venir al partido?

Volteó hacia él, mordiéndose los labios para evitar un jadeo al ver su bronceado cuerpo semidesnudo.

- Antes tengo que ver el entrenamiento de los Warriors, así que me perderé el principio.

- ¿Has encontrado algo interesante en ese grupo de llorones?

Sonrió, cerrando los ojos un instante.

- Eso no puedo decírtelo.- contestó.- Vete ya, que quiero dormir un rato.

Giovanni esbozó una sonrisa socarrona, inclinándose para prodigar un apasionado beso sobre sus labios antes de marcharse sigilosamente de aquella habitación de uno de los mejores hoteles de Buenos Aires, donde jugaban su segundo partido de pretemporada y donde ella debía vigilar a un par de gallitos de un equipo inglés participante también en el mismo torneo.

¿Pero qué estaba haciendo?

Había pasado cada noche con D'angelo desde que habían cogido el avión cinco días antes, primero a Perú y después a Argentina. Siempre de forma discreta, cambiándose a hurtadillas de habitación y evitándose en público. Como dos críos.

Ni siquiera siendo una adolescente se había tenido que comportar así.

Era ridículo.

Y, sin embargo, le resultaba tremendamente excitante.

Loca, se estaba volviendo loca.

Cerró los ojos durante algunos segundos, o lo que a ella le parecieron segundos, y, de repente, la melodía de su teléfono resonó con estruendo por toda la habitación.

Lo cogió con un gruñido disconforme.

- ¿Sí?

- Ashley, tenemos que vernos.

Hundió el rostro contra la almohada durante unos segundos.

- Por dios, Jeff, no son horas- protestó.

- En el comedor en media hora.

No le dio tiempo a replicar antes de que escuchara el pitido que ponía fin a la llamada.

¿Qué era tan grave como para llamarla a las siete de la mañana?

Arrastrando los pies, fue hacia el baño para darse una ducha que borrara los besos y las caricias que Giovanni había estado prodigándola. Olía a él, y debía deshacerse de ello antes de ver a su jefe.

Dudaba que lo viera con buenos ojos.

Se puso unos pantalones de deporte y un top ajustado, las deportivas y bajó hasta la planta baja para dirigirse al comedor, que abría en aquel momento.

Su jefe ya estaba acomodado en la única mesa ocupada del inmenso restaurante.

No había llegado a sentarse y un camarero ya estaba junto a ella.

- Señorita West, ¿qué desea tomar?

- Un café solo muy cargado, zumo de naranja y un cruasán a la plancha.- contestó automáticamente- Muchas gracias.

Se pellizcó el puente de la nariz, observando cómo Jeff ojeaba un periódico mientras bebía de una taza de café.

- ¿Qué es eso tan importante que no puede esperar un par de horas?

Por fin, él alzó la mirada por encima del periódico y lo dejó a un lado.

- Verás, es que dentro de tres semanas son los World Rugby Awards, como ya sabrás...

- Ajá.- murmuró.

El camarero le sirvió el desayuno con una rapidez sorprendente al mismo tiempo en que Hunter retomaba su conversación.

- He hablado con la WR y con otros presidentes y todos me han dado el sí, está ya casi confirmado.

Parpadeó un par de veces, intentando encontrar algo comprensible en sus palabras.

- ¿De qué me estás hablando?

Jeff se inclinó en su dirección y miró un par de veces a su alrededor, al parecer para asegurarse de que nadie les escuchaba.

- Vamos a homenajear la carrera de tu padre con un trofeo, ¿qué te parece?

Con una gran sonrisa, se echó hacia atrás en la silla, cruzando los brazos sobre el pecho.

- Me parece magnífico.- contestó finalmente.

- ¿Crees que le gustará?

Se echó a reír suavemente, dando un gran bocado a su cruasán.

- Si se hace bien, puede que hasta llore.

Estaba dando el último sorbo a su café cuando vio por el rabillo del ojo cómo empezaba a entrar gente en el comedor.

- El caso es que te van a llamar para que les ayudes, supongo que te pedirán fotos o alguna anécdota divertida, algo de ese estilo- siguió diciendo Jeff-, pero quería decírtelo yo antes, para comprobar que estabas de acuerdo.

- Me parece perfecto.

Apretó los dedos contra el mantel al ver cómo Thomas y Giovanni aparecían por la puerta riendo por alguna broma privada. Parte del equipo los seguía con la misma expresión divertida.

Todos se distribuyeron en las mesas situadas a su izquierda, demasiado cerca, por lo que Jeff bajó el tono.

- ¿Te mantendrás en la sombra este año también?

Curvó los labios en una media sonrisa.

- Creo que es el momento de salir a los focos de nuevo.- murmuró, terminando su zumo.

- Eso es estupendo.

Asintió con un cabeceo distraído, señalando con un gesto a su padre, Jordan, que atravesaba en aquel momento las puertas y se dirigía hacia ellos.

- Qué madrugadores.- dijo, antes de inclinarse para prodigar un casto beso en su frente.

Se sentó a su lado, frente a Hunter, y pidió sus habituales cantidades ingentes de comida para desayunar.

- Yo ya he terminado, me voy a correr un rato.

Se levantó de un salto, estirando las comisuras de los labios en una sonrisa.

- ¿Qué planes tienes luego?

- He quedado para comer con Do Santos antes del entrenamiento de los Warriors.- comentó, consciente de la mirada oscura de D'angelo clavada en su nuca.

- ¿A quién quiere venderte esta vez?

Rio suavemente.

Joao Do Santos era uno de más conocidos representantes del mundo del rugby. Se mantenían en contacto desde hacía años, y se veían cada vez que viajaba a Sudamérica por trabajo. Por supuesto, para intentar convencerla de que alguno de los jugadores a los que representaba era perfecto para su plantilla.

- Luego te lo cuento.- contestó antes de dirigirse hacia la puerta.


Placaje al corazón © -Amazon-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora