07 | K. K. Splash Pro

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—¡Adivina lo que he conseguido! —exclama.

Ella levanta las cejas.

—Sorpréndeme, Finn.

—Vas a alucinar. Mira esto.

Se saca el móvil del bolsillo, lo desbloquea y se lo enseña a mi hermana. No me resisto a mirar a nuestro alrededor. Ni siquiera se ha molestado en comprobar que no haya profesores cerca.

—¡Eso es, señorita! —añade ese tal Finn, emocionado—. ¡Por fin he conseguido superar el duodécimo nivel del K. K. Splash Pro! Tardé tres horas y seis minutos en lograr que este dichoso señor escapara del laberinto, saltara todos los obstáculos y venciera a todos los enemigos que se interponían entre él y su preciado váter, pero mereció la pena. El único problema —continúa, haciendo una mueca— es que estoy atascado de nuevo, pero en el nivel trece. Esto es un no parar. Me pregunto si seré el único jugador que ha notado el grave problema que tiene el protagonista con los apretones. ¿Comerá muchos kiwis? Mi abuela siempre dice que son buenos para el estreñimiento... ¡Oh, hola! ¿Quién eres tú? ¿Juegas al K. K. Splash Pro?

Tardo un segundo en comprender que está hablando conmigo. Entonces, me quedo paralizado. Ignoro cuando ha recaído en mi presencia, pero, por su culpa, ahora Mason, miembro VIP del gimnasio, también me está mirando. Tiene el ceño muy fruncido.

Se me seca la garganta.

—¿Y bien? —insiste Finn, que ansía una respuesta.

Abro la boca, aunque no consigo decir nada. Blake me dedica una sonrisa nerviosa.

—Me llamo Alex —digo, pero no parece satisfecho. Aburrido, me hace un gesto para que vayamos al grano.

—¿Juegas o no al K. K. Splash Pro?

Esta conversación es surrealista. Sacudo la cabeza y Finn resopla, como si le pareciese insólito que no sea tan fan de ese videojuego como él. Aunque la situación me hace gracia, no me río; básicamente porque no soy capaz. Todavía siento la potente mirada de Mason taladrándome el cráneo y, a juzgar por su expresión, no le caigo demasiado bien.

—¿Es amigo tuyo? —le pregunta a Blake, sin dejar de observarme.

Trago saliva. En definitiva, parece que desconfía de mí. Me pregunto si conocerá a Gale. Puede que sean amigos. Quizá se ha dado cuenta de que yo fui quien estuvo con Owen ayer, en el cuarto del conserje, y está a punto de ir a decírselo al capitán. Se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo.

Perfecto. Solo llevo dos días de instituto y ya me he ganado enemigos. ¿Quién había dicho nada de tener un año tranquilo?

Ojalá hubiera sido Barney quien abrió la puerta del conserje.

—Somos hermanos —dice Blake, lo que me devuelve a la realidad. Después, procede a presentarnos—: Chicos, este es Alex. Y, Alex, ellos son Finn y Mason, los primos más jodidamente raros que conocerás jamás. Vamos juntos a educación física. Solo me caen bien porque no se indignaron, como los demás, cuando les pateé el culo jugando al tira y afloja.

—En realidad, hizo trampas —protesta Finn, tendiéndome una mano. Tiene los brazos tan largos que parecen espaguetis. Se la estrecho, de todas formas—. Ganó siempre que competimos uno contra uno; claro que después descubrimos que había atado la cuerda a la espaldera. Eso no le quita mérito, por supuesto. La inteligencia siempre es superior a la fuerza; sino, que se lo digan a Mason. Todos sabemos que solo está en el equipo porque saca buenas notas en todo. ¡Pero, míralo, si no podría darle una patada a un balón sin caerse de culo! —Ante esto, Mason gruñe e intenta pegarle una colleja, pero Finn es más rápido y consigue esquivarla. Se acerca a mí, riéndose entre dientes, para añadir—: Además, tampoco podemos atribuírselo a su cara bonita, porque está claro que no es el primo guapo.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now