—Lena, ya basta —parecía una loca. Me recordaba a Janine—. Estaré bien.

Me dio un último abrazo y salió casi corriendo de ahí. Antes de cerrar, pude escuchar el gritito de Luvia.

¡Mamá no quiero el vestido!

Y pensar que tendría otro más. Pero no podía espantarme, algún día yo también estaría criando una familia, los siguientes en la línea del trono.
Demonios.

Apartando todo, por fin pude abrir la bolsa donde estaba el vestido. Pude sentir un nudo en la garganta. Lo saqué muy despacio pues temía romperlo. Se veía tan delicado. La tela, en su mayoría encaje, era de un color negro brillnte y contrastaba con tonos rojos que le daban una tonalidad indefinida. No tenía palabras para explicarlo, dejaría muchos detalles fuera. Saqué otra pequeña bolsita y como lo sospeché, ahí estaba el antifaz, totalmente negro y con muchas piedritas incrustadas que hacían que brillara cada vez que la luz las tocaba, aunque fuera por un breve momento.

Una tarjetita se asomó por la pequeña bolsa del antifaz. Era la letra de Jillian.

Alex
Esto es una prueba de que manejo la aguja y las tijeras a la perfección, al igual que las espadas y dagas.
Sé que te verás hermosa.
Con amor...
Jillian.

Una lágrima rodó por mi mejilla y la limpié de inmediato. No quería arruinar el perfecto trabajo de Lena en mi cara.

Me quité la bata y me metí en el vestido. Se sentía tan liviano puesto. Me imaginaba un peso enorme con tanta tela, pero era todo lo contrario. La falda caía de manera exquisita y tocaba el suelo sin parecer enorme.

—Greta me dijo que ya podía... —Cedric se quedó parado en la puerta.

¿Por qué demonios no tocó antes? Sentí como la sangre subía por todo mi cuerpo y no en una mala manera sino por la pena. Tenía el vestido medio puesto y aún no subía ni el cierre. Mi espalda estaba descubierta casi por completo.

—Creí que ya estabas lista —balbuceó.

Al menos no era la única avergonzada.

—Ya ves que no, aunque ahora que estás aquí, puedes ayudarme. Cierra la puerta, con seguro.

Me miró confundido y dio un vistazo al pasillo antes de entrar y cerrar la puerta. Traía algo en la mano. Una caja, algo así como un estuche. Lo dejó en el tocador y se acercó a mi, pero noté que guardaba cierta distancia. ¿De verdad?
Si mi memoria no me fallaba, lo que él menos quería era guardar distancia de mí, lo recordaba muy cerca para ser precisos.

—¿Qué es eso? —pregunté señalando la caja.

—Oh, eso, es para ti, pero puede esperar.

—Te ves muy bien —añadí.

Su traje era completamente negro, se acercaba a la forma de los trajes de gala que usaban los soldados, pero traía una gran capa negra que colgaba desde sus hombros y casi llegaba al piso. Con ese color, su cabello rubio y los ojos azules le daban un toque extra a su tez pálida.

—Am, gracias, tú te ves preciosa.

Por un momento solo nos miramos, azul y verde, transmitiendo miles de ideas, pensamientos y sensaciones con una sola mirada. Era como si una fuerza me lanzara involuntariamente a sus brazos, y algo me hacía pensar que él era consciente de lo que causaba en mi. Quedé frente a él y sonreí, sólo eso. Lena había dicho que era mi noche, pero también era de Cedric, me gustara o no.

Sin decirle nada, se inclinó y con cierta duda toco mis labios, al principio se quedaron ahí, suspendidos, pero yo misma acorte la distancia y lo besé. Estas semanas habían sido un maldito martirio y no dejé de pensar en él. Sus besos fueron aumentando y cuando menos me di cuenta el vestido había caído a mis pies. Gracias a los dioses, la puerta tenía el seguro puesto. Se dio cuenta de que ya no tenía el vestido y sonrió, yo quería morirme;  había sido muy distinto en el bosque. Y no sabía por qué.

—Eres tan hermosa, que sigo sin creer que de verdad me estes dando esta oportunidad, Alexia.

¿De verdad se la estaba dando?

—No me gusta que dejes esto a medias, deja de hablar —un brillo apareció en sus ojos y me besó de nuevo.

Sus manos recorrieron la linea de mi espalda, mandando escalofríos a todo mi cuerpo.

—Señorita —la voz de Greta sonó detrás de la puerta —. El rey pide que bajen ya, es hora.

—Que inoportuno —dijo Cedric entre mis labios—. Creo que mejor te ayudo.

—Ya vamos Greta, gracias —dije un poco más calmada.

Me separé de Cedric y subí el vestido. Subió el cierre y lo acomodó gentilmente. No quería apartar sus manos de mí. Me miré en el espejo y puse el antifaz en mi rostro. Todo encajaba a la perfección.

—Bueno, yo, había venido por esto —Cedric abrió la caja y una reluciente gargantilla apareció. La adornaban diminutos diamantes rojos. Quedé atrapada de inmediato.

—Es hermosa —dije finalmente.

—Igual que tú, date vuelta.

Cedric la puso sobre mi cuello y la abrochó. Sentí sus finos dedos pasar por mi nuca.

—Listo.

Salimos de mi habitación y en el camino él se puso su antifaz, era dorado, parecía de oro puro. Podía escuchar las voces provenientes del gran salón y ahora sí, empezaba a estar nerviosa. Cedric me tomó de la mano y sonrió.

—Todo estará bien.

Y bajamos a la fiesta.

"El Elemento Perdido #2: Agua" ⚠️ Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin