— Tu único permitido soy yo, linda.

Me rendí y decidí dejarla libre en mi humilde cocina, no sin antes tomar una birra fría de la heladera.

Me acomodé en mi sillón para mirar un poco de TV y distraerme de todo. Era jueves en la noche, la semana aún no terminaba y yo estaba desesperado para que finalizara. 

El fin de semana anterior fui a la costa del país a celebrar el cumpleaños de un amigo y habré dormido un total de 18 horas en 3 días, pero regresé poniéndome las pilas en mi trabajo. Me asignaron nuevos clientes para trabajar en los diseños y de sus marcas, incluyendo para los posteos en sus redes sociales. Además de eso, también estábamos arrancando una campaña fotográfica en exteriores y no he tenido tiempo ni de tomar una siesta, mucho menos de verme con mi novia - la súper modelo - quien tiene un horario de trabajo donde le exigen estar en 5 lugares a la vez. Desde hace varios días que no nos veíamos, nos tuvimos que conformar con mensajes y eso no nos bastaba.

El día de su sesión de fotos donde la retrataron desnuda yo estuve más nervioso que ella. Evité mirar el celular para escribirle y preguntarle qué tal iba todo. Creo que en el fondo no quería saber nada de nada. Todavía no sucede la peor parte ya que aún no las publican, y ese día si pienso cavar un hueco para esconderme bajo tierra. Lo único bueno fue que eligieron a una mujer como fotógrafa y no tuve que preocuparme de que algún pajero la hiciera sentir incómoda. 

Mi novia se sentó a mi lado recogiendo sus piernas sobre el sillón y rodeando mi dorso con sus brazos. Por inercia le devolví el abrazo con más fuerza y hundí mis pensamientos en un programa donde debatían un tema de interés social al mismo tiempo que le daba un trago largo a mi cerveza. Sentí los labios húmedos de Victoria en mi cuello y en respuesta mis dedos le acariciaron el hombro. Sentí que subía hacia la parte trasera de mi oreja y me tensé. Sin soltar la botella giré el rostro para darle un pico que duró varios segundos y suspiré pesadamente sin despegar nuestras bocas.

— Amor, estoy cansado.

Murmuré sin dejar de acariciarla. Acomodó su rostro en el hueco de mi cuello y respiró con profundidad.

— ¿No queres cenar? - preguntó.

— No, me termino esto y nos vamos a dormir.

Contesté refiriéndome a la cerveza y se acomodó para mirarme mejor.

— ¿No queres contarme cómo te fue hoy? En el super estuviste todo el tiempo con el celular.

Comentó de la nada.

— No hay mucho que contar, linda. Tengo una vida muy básica. 

Le di otro sorbo a mi cerveza y me quedé pensativo al recordar algo que leí hoy en mi hora de almuerzo.

— Seguro vos sí tenes mucho que contarme. Vi que un cantante, un boludo de quien no recuerdo el nombre, dijo que te quería para su nuevo video y vos respondiste que te encantaría, que es un "bombón" y no sé qué más. ¿Qué onda con eso?

Se mordió el labio para evitar reír.

— Vos también me mentiste cuando nos conocimos. Me dijiste que no eras un persona celosa y no te interesaba la farándula.

La miré cansado.

En realidad, lo único que me molestó fue el alboroto que se formó por ese intercambio de comentarios que ambos hicieron frente a las cámaras, pero no iba a discutir por eso. Apenas me estaba preparando para la gran repercusión que tendrán sus fotos en bolas.

— Es parte de mi trabajo, Pablo. Me halaga que me llamen para esas cosas.

Dijo pasando sus dedos por mi pelo. Acto seguido se levantó y recogió su campera negra al otro extremo del sillón.

— ¿Te vas?

Indagué desde mi lugar mientras la veía acomodarse.

— Sí. Mañana estaré grabando y haciendo fotos con la marca de ropa chilena que te conté la otra vez. Sólo van a estar treinta horas en el país y tenemos que empezar a trabajar desde muy temprano.

— Bueno, quedate acá. ¿A qué hora tenes que irte?

— Debo estar en Tigre a las siete de la mañana.

Hice una mueca de fastidio que no me molesté en ocultar. Tigre me queda lejísimos y ni en pedo lograré despertar para dejarla puntal.

— Y sé lo mucho que te molesta que te despierte - finalizó.

Unos minutos después la acompañé hasta su auto, que dejó en la entrada de mi edificio, y la besé con ganas. Quería demostrarle cuánto necesito de ella y de su cuerpo. La había extrañado, y más de diez días sin tener sexo con esta mujer me exasperaba.

Al sepáranos apreté su cintura con mis brazos y ella puso sus manos en mis hombros para luego deslizarlas lentamente hacia arriba y dejarlas a la altura de mi nuca. Sus ojos y los míos se volvieron tímidos y profundos, como si supiéramos que era el momento perfecto para decir aquello que era evidente. Sé que ambos lo sentíamos latir dentro de nuestros pechos. Su mirada estaba expectante, casi impaciente. La mía me delataba. Era consciente de que esas dos palabras colgaban de mis ojos y ella estaba ahí, esperando a que las dijera. Relamí mis labios y apenas los separé unos pocos centímetros para hablar, cuando justo una moto pasó por la avenida haciendo mucho ruido, atrás de ella venía una ambulancia con las sirenas encendidas, y más atrás un auto con los vidrios abajo y una música alta que no tenía nada que ver con la escena que Victoria y yo estábamos viviendo. No podía creer lo caótica que se podía poner Buenos Aires un jueves a las diez de la noche.

Sonreí sin ganas y ella se limitó a bajar sus brazos. Nos dimos un beso corto y luego de que se subiera al auto le pedí que me avisara cuando llegara a su casa.

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