Say you won't let go

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Sí, me había demostrado millones de veces su madurez y su inteligencia, me había enseñado cosas incluso, pero mi mente seguía trayendo a la luz que Camila tenía diecisiete años. Aunque a su vez también llegaban los recuerdos como contraataque, esos en los que me hacía sentir al fin que era suficiente para alguien, esos en donde me hacía sentir bella y querida, en donde sentía su corazón latir rápido cuando estábamos cerca. Y ganaban, a veces lo hacían. Esta era una de esas ocasiones.

Se encontraba de espaldas a mí, bailando con tanta sensualidad como su cuerpo se lo permitía, que era demasiado para poder soportarlo sin establecer un contacto incluso más directo. Fue por eso que la hice voltear con mi mano en su cintura, encontrándome ahora con su rostro en el que mordía su labio inferior, demostrando que sabía exactamente lo que hacía y lo que quería lograr, y había vencido.
Dejó ir la presa de entre sus dientes cuando notó mis intenciones y ahora su labio inferior fue presa de los míos. La besé con profundidad, conectando nuestras lenguas con lentitud y disfrutando de cada sensación que aquello me provocaba. 

Y claro que la amaba.

Pero aún no podía decírselo, aún no podía siquiera pensar en decirlo en voz alta porque amar era jodidamente aterrador. Porque, ¿y qué si ella no sentía nada por mí? ¿y qué si interpreté mal las señales que me hicieron caer por ella y en realidad ella no busca nada serio tal como yo lo hacía a los diecisiete años?.

Pero, ¿por qué demonios no? ¿por qué no solo me permitía disfrutarla, y que el tiempo decida en que termina esto? ¿acaso yo no merecía de una vez ser feliz? 

La noche terminó y ella debía volver con su amiga a la casa de ésta última, pero el problema radicaba en que no había un solo rastro de ella y el sueño me vencía tanto a mí como a Camila. Me encontraba recostada en la pared del exterior del club, viéndola caminar con pesadez de un lado a otro mientras intentaba comunicarse con Dinah.

–No responde mis llamadas.– Me dijo, ahogando un bostezo, haciéndome sonreír y ni siquiera pensar dos veces en mi propuesta.

–Ven a dormir a casa.

Tanto ella como yo nos sorprendimos con aquella oferta, pero ya no era momento de arrepentimientos.

–Te ahorrarás un problema con tus padres y yo puedo llevarte mañana como si nada se hubiera salido de los planes.

Pareció pensarlo por un momento antes de revisar en la pantalla de su móvil si seguía sin existir respuesta de parte de Dinah antes de volver a encontrar mi mirada. Me mordía el labio pensando en que rechazaría mi oferta interpretándola mal y todo estaría echado a perder cuando asintió, bostezando una vez más.

–Está bien,– Dijo acercándose a mí, hundiendo su rostro en mi cuello ocultándose de la luz que emitían los primeros rayos del Sol en un abrazo perezoso. Sentí mi corazón latir con más rapidez y correspondí su abrazo rodeando su cintura con mis brazos y dejando un beso en su cabello.– Me muero de sueño.

–Vamos entonces.– Dije tras unos segundos, sintiendo como cada uno de los vellos de mi cuerpo se erizaban cuando besó con dulzura la piel descubierta de mi cuello. Comenzó a caminar a mi auto y no pude evitar quedarme viéndola un momento antes de caminar detrás suyo. Era la chica más hermosa que jamás había visto.

Conduje hacia mi departamento con una mano fija en el volante y la otra alternándose entre la palanca de cambios y la suave piel de su pierna. Cada vez que mi mano encontraba el camino a su muslo, la suya se posaba sobre ella, acariciándola con lentitud y delicadeza. Al llegar, sorpresivamente no existió el conflicto excesivamente normal e innecesario sobre si debía dormir en el sofá o no, y sólo me bastó preguntar:

–¿Duermes conmigo?

Para verla asentir, siguiéndome luego hasta mi cuarto. Le di de mi ropa y nos vestimos con la mayor rapidez que podíamos con tal de dormir lo antes posible. Apenas mi cabeza sintió la almohada solté un suspiro y apenas sentí la suya apoyarse en mi pecho perdí la respiración.

Nada podía ser tan malo si se sentía así de bien.

Rodeé su cintura con mis brazos y me entregué al sueño hasta el día siguiente, en el que la llevé a su casa como había prometido. Me besó como despedida antes de bajarse del coche, y sonreí. Y ella lo hizo por sobre su hombro antes de entrar a su casa, saludándome por última vez con su mano, y me importó una mierda ser mayor.

Como aquel hubieron cientos de momentos parecidos, nunca iguales, en los que sentía que nada podía salir mal si me mantenía a su lado. Todos guiándonos a la noche anterior, en la que por fin cada una de mis barreras había caído, a causa de ella. De sus besos, de su cuerpo, de su amor. Y por fin me había permitido a mí misma ir más allá, tocarla, sentirla, y amarla como corresponde y como se merece. 

Ella se entregó a mí, y no podía haber mayor acto de amor. Y no podía haber otra forma de corresponderla que entregándome a ella. Hicimos el amor.

Aunque ella viene haciéndolo desde que la vi. Viene creándolo en mí desde el primer momento y no pude evitar perder cada miedo y verbalizarlo.

–Te amo.– Murmuré en su cabello, mientras descansábamos entre las sábanas de mi cama. Levantó su cabeza automáticamente, mirándome con una sonrisa hermosa y enorme. Aquello me dio más seguridad para repetirlo.–Estoy bastante segura de que te amo.

–Y yo te amo a ti, Lauren. Desde que me perdí en tus ojos por primera vez, y lo comprobé cuando probé tus labios y mandé al diablo mis preocupaciones sobre si eras mayor para mí o no.

Y claro, ella también debía preocuparse por eso. Debía también perder el sueño mientras pensaba en si era correcto estar conmigo. Besé sus labios con dulzura, guiándola a recostarse nuevamente sobre la cama para poder colocarme con delicadeza sobre su cuerpo y besarla hasta que nuestros labios se hinchen y el sueño nos venza.

Toda la historia que comenzó en esa fiesta dos meses atrás seguía sólo en su comienzo y mientras la despertaba con besos para darle el desayuno, no podía evitar emocionarme por descubrir a dónde nos llevaría esto.

Pero ahora sin preocupaciones, porque el amor había dejado de ser aterrador a su lado, y porque mientras veía sus ojos mirarme tenía la certeza de que ella sentía lo mismo y que no dejaría que esto muera, no dejaría que estos sentimientos tan fuertes se vayan. Yo tampoco pensaba dejarlos ir.


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¡¡¡Hola!!!


Extrañaba escribir, pero no tenía ni una idea, así que perdón si este OS no les gusta pero es lo máximo que podía estrujar mi mente y me gustó bastante el resultado final.

Cambiando de tema, estuve viendo los datos demográficos del book y vi la variedad de países de la gente que lee mis historias, y me asombré un montón. Vi gente de Argentina, Perú, Chile, México, Uruguay, ¡de España! (¡Mamá, crucé el Atlántico!), incluso de Estados Unidos.

¿De qué país son? Yo soy de Argentina, aunque estoy bastante segura de haberlo dicho ya.

Sólo me queda agradecerles por estar y por leer, como siempre. Espero que les haya gustado.

Ivi.

(La que no sabe cuándo va a volver a actualizar)

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