Veintiocho (✔️)

7.2K 770 205
                                    

Team Lewis

Peyton

Estoy más allá de lo que se podría comprender como confundida.

¿Así se siente Sam o qué?

Primero llega Lewis Káiser, el mejor amigo de Sydney, lo cuál es totalmente comprensible considerando que se habían peleado y querían hacer las paces.

Pero, en serio, ¿cuál es la relevancia de ese tal Philip Fitzgerald y qué está haciendo en mi casa?

No lo comprendo.

Aunque asumo que él debe de ser parte del incidente que trajo a mi casa a su mejor amigo desde un principio.

Rodé los ojos.

Por las fachas del inglés, parece no haber dormido bien en días, ya que sus ojeras y barba incipiente lo delataban por completo. Además, su sudor corporal parece haberle jugado una mala pasada con su ropa elegante.

¿Acaso ese mal olor proviene de él?

―No tengo nada que hablar contigo por el momento, Philip, ―dijo de pronto Lewis enfrentándolo. ―Te lo dije fuerte y claro la última vez que no vimos, se acabó. Ve a jugar con tus subordinados en Londres y deja de joderme la existencia a mí, ―indicó casi con odio en su voz.

¿Qué me perdí?

Perrita... por favor.

Una línea inspiradora, Philip.

Sin duda alguna todo ser humano sueña con que su pareja lo denomine: "perrita" en público.

Soy Team Lewis.

Este tipo es un verdadero idiota.

― ¡Estoy harto que me humilles en público! ¡Maldita sea! Esta es la vida real, Fitzgerald ¡No una de tus malditas fantasías! ―exclamó poco a poco acercándose hacia dónde él. Ambos eran del mismo tamaño, aunque quizá Philip fuera un poco más alto por algunos centímetros. ―Madura de una maldita vez, ya no eres un niño o un adolescente hormonal sin responsabilidades, acepta el hecho de que no soy nada tuyo aunque me lo supliques, ―comentó generando que el aludido se tirara literalmente a sus pies.

―No puedes abandonarme por miedo Lewis, no seas cobarde. Sabes mis planes. Mi futuro. Fuiste al único que se lo comenté y desde que te fuiste... No me había sentido tan mal desde que encontré el diario de... ―se detuvo. ―Yo abandonó a las personas. Yo las humillo. Yo las hago suplicar. Yo no puedo con esto. Ni mi corazón o mi mente puede aceptar tu rechazo, me perteneces de la forma más platónica posible. No te quiero de esclavo o de novio. Solo te quiero ahí y sólo tú sabes a lo que me refiero, ―dijo derramando un sin fin de lágrimas.

Jamás imaginé que alguien pudiera amar a alguien tanto.

Pero ellos se amaban.

En verdad lo hacían.

Uno de ellos había caído ante la presión de su corazón y el otro era testigo de una prueba de amor.

El inglés estaba llorando como un bebé, murmurando cosas sin sentido e indescifrables.

―Lo siento, Philip, pero esto tiene que terminar, ―aseguró Lewis mirando al piso.

― ¿Por qué?

―No puedo... simplemente no puedo cumplir con lo que me pediste, ―reconoció negando con la cabeza.

Diferencias AbrumadorasWhere stories live. Discover now