Celos, inseguridad, soledad, y mucha ansiedad.

Cuando ya no te reconoces a ti mismo es una clara señal de que algo está mal y las cosas necesitan cambiar. Pasé mis manos por mi cabello con frustración. Me compré un café para tratar de no pensar más y leí una de esas revistas donde muestran destinos turísticos caribeños y te persuaden de viajar. Recordé que mi hermana me dijo, o más bien me ordenó, que le compre flores a Victoria para recibirla. No la puse muy al tanto de la situación ni le di detalles de mis problemas con Victoria porque no quería preocupar a mi familia, pero necesitaba charlarlo con alguien de confianza que además pudiera darme uno que otro consejo. Tomás, mi mejor amigo de mi ciudad, sí sabe más del tema. Pero él insiste con que tal vez Victoria y yo estaremos mejor sin el otro, y no quiero darle la razón. No aún. 

Emprendí mi recorrido en busca de flores dentro del aeropuerto y por suerte habían varios lugares abiertos con distintas opciones y precios, pero no quise irme por lo básico comprándole rosas rojas a mi novia. Así que elegí unas lindas flores amarillas con la esperanza de que le gustaran tanto como a mí. Los minutos pasaron rápido mientras me decidía y pagaba por ellas. Cuando revisé en la pantalla de mi celular vi que ya había pasado la media hora de espera y caminé hasta las puertas de vidrio por donde ella y las demás personas de su vuelo saldrían. 

Al llegar mantuve una expresión seria y tranquila, aunque por dentro sentía todo lo contrario. Metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón y con la otra sostuve las flores intentando no dañarlas con un puño. Estaba nervioso. Mi novia modelo no ocultó la expresión de sorpresa y algo de confusión en su rostro cuando me vio a unos metros. ¿Pensaba que no vendría a buscarla? Eso me desilusionó un poco, debo admitir.

Se veía cansada. Su pelo negro estaba recogido en un rodete vagamente amarrado, usaba un sweater gris que le quedaba grande, y tenía puestas una de sus tantas calzas negras junto con sus cómodos tennis blancos desgastados. Sus lindos detalles faciales se ven más delicados cuando no usa maquillaje, y las leves bolsas bajo sus ojos verdes dejan en evidencia que no pudo dormir durante el vuelo de más de cinco horas. Caminó hasta mí sin apurar el paso y evitando el contacto visual. Sus ojos se posaron en las flores que sostenía en mi mano y ladeó un sonrisa de medio lado. Tras ella arrastraba su valija azul y de su hombro colgaba un gran bolso de marca donde llevaba el resto de sus pertenencias. Cuando finalmente llegó a mí, tomé la valija en mi mano libre para llevarla conmigo y con mi otro brazo la rodeé ligeramente por los hombros, sin soltar las flores, pegándola a mí en un corto abrazo de bienvenida. No era consiente de lo mucho que había extrañado hasta su olor. 

Al separarnos le entregué sus lindas flores amarillas y mi pecho sintió una calidez al notar cierto brillo en sus ojos.

— Gracias.

Dijo con voz cansada.

¿Gracias por las flores? ¿Por el abrazo? ¿Por llevar la valija? ¿Por venir a buscarla?

No me atreví a preguntar.

Pedí un uber que por suerte estaba a menos de cinco minutos. Lo esperamos afuera del aeropuerto cerca de una línea de taxis que casi nadie toma por cobrar más caro. Noté cómo ella se estremecía por la brisa fría y se cruzó de brazos inmediatamente.

— Miami está más caliente.

Comentó luego de varios minutos en silencio.

No contesté porque me sorprendí cuando de la nada el reflejo de dos relámpagos me iluminaron en rostro. Miré al cielo y me sorprendí aún más al darme que estaba despejado y lleno de estrellas. Giré mi cabeza a la derecha y me bastó dos segundos para entender que no eran relámpagos, sino flashes. Habían tres hombres dispersos entre aquellos taxis estacionados. Nos apuntaban con sus grandes cámaras, pero al menos no se acercaron.

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