Capítulo 49 (FINAL)

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Como lo oyes... Moira estaba tan aburrida sin ti que se quedó dormida. —Río.
—No me quiero imaginar lo mal que debe estar Glory. Sola con la rubia y sin nadie que la apoye. ¿Crees que me odie mucho? —Me muerdo el interior de la mejilla y suspiro.
Ni tanto. Pero cuando vuelvas asegúrate de llevar un paraguas para los helados que vuelan.
Sonrío un poco, pensando en cuando volveré.

—¿Helados que vuelan?
—Interrogo.
Es una larga historia y, hablando de paraguas, he salido treinta segundos y soy una sopa. —Suspiro. Me levanto del sofá y voy hasta la ventana, abro la cortina y observo la lluvia caer.
—Pues imagínate yo, no puedo dejar al pobre Tobi sin salir de casa y menos ahora que está tan triste. —Acaricio al animal y corro escaleras arriba.

¿Crees que esté enfermo de nuevo?
No lo creo. Creo que sólo echa de menos a... da igual. Me voy a dormir, Becca. Buenas noches.
—No sé como pero noto que sonríe.
Buenas noches, Jane.
Cuelgo el teléfono y me meto en la cama, acomodo las cobijas y cierro los ojos.
No sé cuando logro quedarme dormida pues mis pensamientos me atormentan en la noche.

Abro los ojos y lo primero que observo es que la lluvia ha cesado.
Camino con pesadez las escaleras abajo mientras bostezo.
Ni siquiera desayuno pues el nudo en mi estómago me impide comer demasiado.
Trono mi cuello y recojo el salón, dejando todo acomodado.
Me siento y agarro el teléfono. Vuelvo a bostezar.

El timbre suena y frunzo el ceño, no espero visitas hoy.
Doy un par de zancadas antes de abrir la puerta.
Noto como mi corazón se acelera al instante y la respiración se me corta.
Sus ojos me enfocan con una expresión que me descoloca.
Pero la única pregunta que ronda mi mente ahora mismo es: ¿qué está haciendo Drew en mi casa?
Me decido por hablar pero las palabras se atascan en mi garganta y no salen de ahí.

—¿Qué estás haciendo aquí?
—Mi voz sale débil y cansada, carraspeo.
—Quiero explicaciones. —Me responde sin más, clavando sus orbes en las mías.
Trago saliva casi sonoramente.
—Sabes todo lo que tienes que saber, ¿vas a denunciarme? —El aire está frío, más helado de lo que alguna vez he podido presenciar.
—Sabes que yo no te haría daño. Al contrario que tú. —Me acusa fríamente pero hay algo en su mirada que cambia la expresión.

—Vete. —Pido, casi rogando. Porque por muy congelada que mi voz salga, mis pupilas reflejan el dolor.
—No pienso hacerlo. —Se cruza de brazos e imito su acción.
—Tengo cuchillos en la cocina, podría coger uno y...-
—¿Y qué? ya pudiste matarme y no lo hiciste, ¿por qué? 
—Porque decidí no perder mi vida por la tuya. —Miento y le aseguro. Pero sé que lo sabe.

Una pequeña, casi imperceptible sonrisa asoma por sus labios.
—Estás mintiendo. —Me ataca y suena ¿feliz?
—No lo hago. —Le aseguro de nuevo.
—Claro que lo haces, estás mintiendo. Jane, sé que no todo fué mentira. —Da un paso hacia adelante y me mira con preocupación.
Trago saliva.
—Sé que hubo una razón por la cual no me mataste, lo sé.
—Vuelve a sonreír.

—Drew, vete. Aléjate de mí, aún puedo matarte. —Juro.
—Te perdono. —Pestañeo varias veces, no ha podido decir eso.
—¿Qué? —Susurro. —¿qué narices...? estás hablando con la persona que ha intentado matarte. —Le recuerdo, alzando la voz.
—No importa. Nada de eso me importa, te perdono. —Intento no reaccionar, intento no gritar o sentir que algo está rompiéndose.

Dulce venganzaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora