Capítulo 14

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Siento como la claridad llega hasta mi cara y abro lentamente los ojos, los vuelvo a cerrar y los froto con mis dedos.
Pestañeo varias veces antes de abrirnos de nuevos y comprobar que ya es de día.
No hay demasiada claridad pues la niebla tapa gran parte pero la suficiente para despertarme.

Giro el cuello 180° grados y me fijo en la hora del reloj; 09:02.
Siento gran alivio al saber que hoy no tengo que ir a trabajar.
Intento recordar la noche anterior pero algunas partes están borrosas.
No tengo ninguna síntoma de resaca y eso sólo confirma mis sospechas.

Oigo como una mínima parte de mi cama se hunde y los ojos marrones de Tobi me observan.
Acaricio su cabello antes de tirar de las cobijas para atrás y salir.
A pasos cansados llego a la ducha y me desvisto con suma lentitud.
Abro el grifo del agua caliente mientras cabilo como llegué anoche a casa.

Mi mente viaja al escenario y sólo una palabra cruza el horizonte en mi cabeza; Drew.
Chasqueo la lengua y siento ganas de golpearme por haber quedado en ridículo -de nuevo- frente a él.
Las gotas descienden por mis muslos y siento como comienzan a quemar demasiado.

Joder. Abro la llave del agua fría y entonces comienza a salir fría.
¿Qué clase de broma es esta?
Maldigo en voz alta al que se le ocurrió este cutre invento y cierro ambas llaves.
Me envuelvo en una toalla y hago lo mismo con mi pelo.

Bajo las escaleras y entonces algo me hace para de golpe; hay un cuerpo tumbado en mi sofá.
Un cuerpo enfundado en un vestido amarillo.
Ruedo los ojos y sigo caminando hasta la cocina.
Pero en el camino, otra persona está tirada a duras penas sobre varios cojines en pleno suelo; Becca.

Una idea me hace buscar en el cubo de basura y en éste, encuentro una chocolatina que ingerí ayer. Doy la vuelta al envoltorio hasta encontrar la escritura que estoy buscando.
Efectivamente, está caducado.
Entonces siento como algo sube desde mi estómago y me obliga a correr hacia el baño.

Devuelvo el contenido de mi estómago y hay parte de la chocolatina envenenada en él.
Ahora todo tiene sentido.
—Perdona que nos acoplaramos anoche pero tu casa es la que está más cerca. —Moira entra en mi cocina y se deja caer sobre una silla.

Cocino varias tostadas y zumo de naranja y las pongo sobre la mesa.
Camino hasta el salón y tomo un cojín entre mis manos.
Lo estampo en la cabeza de la pelinegra, ésta se despierta de golpe y mira desorientada de un lado a otro.

—Buenos días, morsa. —Le doy un plato con un par de tostadas y un vaso de zumo.
—Ignoraré que acabas de llamarme gorda sólo porque he invadido tu casa. —Su voz suena cansada y quejumbrosa.
Dejo que ambas chicas terminen de desayunar mientras me dirijo escaleras arriba.

Cambio la toalla por un cómodo pijama y saco un par de pantalones más para las chicas.
Oigo el teléfono sonar y ando hasta la mesita de noche para cogerlo.
Buenos días. —Su tono penetra mis oídos y respiro hondo, preparándome para lo que viene.
—Hola, siento lo de anoche. No me imagino el numerito que monté. 

Oigo una risa proveniente de su garganta y bufo.
Tranquila, una mala noche la tiene cualquiera. —Niego aún cuando sé que no puede verme.
—No, Drew. No fué el alcohol, ayer comí algo caducado. —Le explicó.
Oh, joder. Ahora tiene más sentido. —Ríe.

—Supongo que hemos igualado nuestros marcadores. —Bromeo. Y podría jurar que acaba de sonreír.
Empate a 1, Master. —Sonrío. —Tengo otra llamada, te veo luego Jane. —Sus palabras son lo último que se cuela en mis tímpanos antes de apretar el botón rojo y cortar la llamada.

Dulce venganzaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt