Capítulo 31

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Bostezo por tercera vez y me llevo la taza de café a los labios.
Doy un trago pequeño para no quemarme y vuelvo a dejar la taza.
Me aliso el delantal cuando oigo las campanas.
Salgo al exterior, libreta en mano y sonrisa en boca.
—Buenos días y bienvenido a HeladoWorld donde el helado es nuestra religión, ¿cómo puedo refrescar su mañana?

—Buenos días, Jane. ¿Dónde está Moira? —La señora Grinch, una habitual de la rubia, me observa a través de sus largas pestañas.
—Moira hoy no está. Ha ido al médico y Tom tampoco así que estoy sola. —Sonreímos.
—Está bien, cariño. Uno de mango y limón. —Anoto y le guiño un ojo antes de darme la vuelta y borrar de forma instantánea mi sonrisa.
Suelto el aire y llego a la cocina.

Todo está sumido en un más que desagradable silencio que me hace morir del asco.
Estar sola aquí no es lo mismo.
Llevo el helado y me vuelvo. Bufo.
"Tom, estoy tan aburrida que empezaré a vender pizzas con tal de prepararlas" le doy a enviar y me recuesto sobre la silla.
"Jane quejica Master, no me envíes mensajes por aburrimiento. Corto y cambio, Tom x"

Pues muy bien, una opción menos en la lista de Jane.
Es curioso como eso suena "la lista de Jane" porque no se trata de una lista de judíos a los que salvar si no de opciones para no aburrirme.
Supongo que cada persona tiene su propia percepción de la vida.
Jane, para. Estás entrando en modo pánico.
Suspiro.
El móvil muestra una cruz y, seguidamente, se apaga.

Me he quedado sin batería, más que perfecto.
Reviso la habitación de un lado a otro, todo está demasiado limpio.
Bufo. Cuando tienen que limpiar no lo hacen y cuando me aburro todo aparece como los chorros del oro.
Dejo el móvil sobre la mesa y eso me hace acordar de que ayer no recibí ninguna llamada de mis padres y hoy tampoco en lo que va de día lo cual me resulta medio extraño medio bueno.

Mi padre no para de enviarme fotos de ecografías y de como está yendo todo pero la verdad es que no me interesa.
Es curioso como la vida puede cambiar tanto en tan poco tiempo.
Parece que fué ayer cuando mi madre se cayó por imitar a Shakira y toda esta locura comenzó.
Y ahora está en el trabajo, esperando por un bebé que sustituya a la niña que perdió.

Ella será madre de nuevo pero yo no volveré a ello. Yo fuí hermana mayor y cuando tienes hermanos pequeños es horrible muchas de las veces pero también fantástico. Porque a tu hermana pequeña la enseñas tu serie favorita para hacerla fan y comentar con ella, le regalas las muñecas que dolías usar. La aprendes a pintarse las uñas, hacer cuentas de matemática o saber defenderse del resto de los niños.

Y por eso puedo decir que ser hermana mayor fué lo mejor y lo peor que me pudo pasar.
Digo "fué" porque no importa cuantos hermanos más vaya a tener, nunca volveré a ser hermana mayor.
Pero lo peor de todo es saber que mis padres lo sabían desde hace meses y jamás me lo contaron. Si quería que reaccionara normal, que hubieran actuado como gente normal.
Ni siquiera así lo habrías aceptado, Jane.

Suspiro. La monotonía se ha convertido en nostalgia y la nostalgia ha derivado a demasiados recuerdos de los que me gustaría escapar.
No me vendría mal que aparezca un ángel justo ahora y me salve de mi propia mente.
Pero yo soy yo y mi vida no es un cuento de hadas. No va a aparecer un príncipe encantador que me salve y me ayude a distraer mi cargada mente.

El tintineo vuelve a sonar y casi sonrío por la fortuna.
Mi vista se desvía hacia la puerta y ahora si sonrío tan ampliamente como mi mandíbula me permite.
La gente normal tiene un ángel, yo tengo a Rebecca Wilson.
Camino hacia ella y no la dejo sentarse pues la envuelvo entre mis brazos.
—¿Qué te ha dado? —Pregunta cuando me separo, mirándome con rareza.

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now