Capítulo 46

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El día comienza cuando me encuentro a mi misma en medio de la calle, paseando a Tobi mientras oigo como Drew se queja del frío.
—Cállate ya, quejica. Mira todas esas plantas ahí, todo el día y toda la noche pero no se quejan. —Él bufa.
—¡Pero ellas no tienen frío! Espera, ¿las plantas pueden sentir frío? —Pongo los ojos en blanco.
—Si lo puedes sentir tú, lo puede sentir cualquiera.

Veo por el rabillo del ojo como me mira con clara ofensa.
—¿Me estás llamando aburrido? —Se auto señala y carcajeo.
—Aburrido no. Escaso de diversión y/o sentido de ella.
—Le oigo reír a medias en voz baja pero se repone para darme un golpe en el hombro.
—Que tú tengas complejo de misión imposible no significa que yo sea aburrido. —Gruñe.
—¡Aburrido no! —Le corrijo con diversión.

—"Escaso de diversión y/o sentido de ella." —Repite, en un pésimo intento por imitarme.
—¿Ves? —Digo con gracia.
—Jane, no me obligues a hacer algo que no quiero. —Me amenaza.
—Oh, que miedo. Drew va a hacer algo, oh. —Exagero, moviendo las manos de un lado a otro.
—Tú has querido, nena. Tú has querido... —Canturrea.

Frunzo el ceño y es lo único que me da tiempo a hacer antes de sentir como algo se empotra en mi cuerpo y me tira al suelo.
Grito al sentir como mis pies se elevan, mi cuerpo choca contra la hierba y cierro los ojos por puro instinto.
Cuando los vuelvo a abrir, unas pupilas azules me observan curiosas mientras sonríe.

—¿Qué haces? —Grito, intentando zafarme de su agarre. Sus manos están apresando las mías y no puedo moverme.
—Ser divertido. —Asegura. No sé como lo hace pero se inclina hacia un lado y rodamos hasta que yo quedo encima. Largo una risa.
—Eres imbécil. —Ríe.
—Ya. —Volvemos a dar otra vuelta y la hierba me hace cosquillas.

—La hierba está mojada, ¿lo sabes, no? te odio. —Trato de propinarle un golpe pero fallo estrepitosamente.
—Ya. —Vuelve a responderme. Suelto un sonido extraño mientras me muevo con brusquedad.
—¡Drew! —Refunfuño cuando damos otra vuelta. No quiero estar aquí pero al mismo tiempo me gusta estarlo.
No puedo evitar sentirme feliz justo ahora.
—¿Ya te parezco divertido? —Suelto una carcajada y niego.
—No. —Digo al toque.

—¿Ah, dno? —Veo como una de sus manos se mueve hasta aferrarse a algunas briznas de hierba y luego noto como su otra extremidad levanta mi chaqueta en la zona abdominal.
¿Qué narices está haciendo?
—Gimo al sentir el frío de las briznas en mi estómago.
Y eso contrasta con el calor de sus manos.

—Oh, Jane. —Susurra con la voz grave y entonces me percato de el pequeño gemido que he soltado antes y mi rostro comienza a calentarse.
Se inclina hacia mí y se acerca, dispuesto a besarme. Trago saliva.
—¡Degenerados! ¡pervertidos! ¡idos a un motel! —El chico frunce el ceño y se gira para observar.
De pie, parada en la acera, hay una señora con un abrigo marrón y el pelo en un moldeado gris.

Me recuerda al personaje de señora rica que sale en algunos capítulos de Los Simpsons.
—Señora, no es lo que parece.
—Promete mi compañero. Intento controlar mis inmensas ganas de reír al ver la expresión horrorizada y descolocada de la anciana.
¿Qué creía que estábamos haciendo?

—¡Pervertidos! ¡hay niños, por amor de Dios! —Entonces algo demasiado insólito y divertido sucede; veo como la mujer se acerca aprisa a nosotros y levanta su bolso. Entonces baja la mano en un rápido movimiento y el bolso impacta en la cara de Drew.
Oh. Por. Dios.
No te lo hagas encima, Jane. No te lo hagas encima.
—¡¿Pero qué hace, loca?! —Exclama e interroga, tratando de proteger su cara con sus manos.

Intento aguantarlo pero no puedo evitar cuando una oleada de risas escapa desde lo más profundo de mi garganta y casi me ahogo.
Es la escena más hilarante que mis ojos han visto. Y no es la primera vez que digo esto.
Cuando ya me he aburrido de reírme, me pongo entre el chico y la abuela y detengo el bolso con una mano.
—Ya está, abuela. Ya ha tenido bastante. —Digo, sonando seria y decidida.

Dulce venganzaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن