Capítulo 38

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Doy otra vuelta en la cama, parece increíble que lleve aquí toda la noche y parte del día pero siga estando helada.
Suspiro y me abrazo con fuerza a la almohada.
Llevo tantas horas aquí que he perdido la noción del tiempo.
Vuelvo a suspirar.
A cada hora estoy llamando a Moira y viceversa.
Sé que Becca no la ha dejado sola y me ha propuesto mil veces venir aquí pero todas ellas me he negado.

Me preguntan si he comido y pregunto lo mismo.
Yo miento, ellas mienten.
Una muerte siempre es algo difícil de superar pero sé que las heridas acabarán cicatrizando y lo que hoy es un recuerdo doloroso, mañana sólo será un recuerdo.
Muerdo mi labio inferior y doblo las piernas.
Han pasado tres días y no he dejado de sentir que todo es un mal sueño del que voy a despertar.
Suelto el aire con pesadez y golpeo con el puño cerrado las cobijas que tapan todo mi cuerpo, incluyendo mi cabeza.

Otra de las víctimas de mi encierro es Tobi.
En estos últimos días casi no ha salido al igual que yo y no he dejado de mimarlo y abrazarlo.
Tengo la sensación de que el pobre animal está empezando a tomarme bastante asco.
Ahora quiere más a Drew.
Maldito traidor.

Vuelvo a dar otra vuelta y bufo.
En cuanto a Drew, no se ha separado de mí ni un segundo.
A cada rato está haciendo bromas ridículas que no tienen otro fin que el de hacerme reír.
No puedo negar que su compañía es grata y que es un muy buen amigo.
Suspiro de nuevo.
¿Quién me diría hace unos meses que acabaría admitiendo cosas buenas de él?
Doy otro golpe a las cobijas.

—¿Jane? —La voz del castaño llega hasta mis canales auditivos y tomo aire.
—Sí. —Respondo sin más.
—Necesito que salgas de la cama. ¿Podrías? —Ruedo los ojos.
—¿Para qué?
—Tú sólo hazlo, ¿por favor?
—Bufo.
—No tengo ganas. —Sueno borde.
Llevo sonando así los últimos tres días y casi no soy consciente de que lo hago.

—Jane... —Me reprende.
—Ya voy. —Me deshago de las mantas, lanzándolas al suelo con mi cara de amargada integral.
Salgo con el pelo arremolinado en mi rostro y soplo hacia arriba para apartarlo.
—Ya estoy. —Siso.
Lleva una camisa blanca y unos vaqueros. Me sonríe.
Extiende su mano hacia mí.
—Vamos. —Tomo su mano a regañadientes y comienza a caminar de espaldas, haciéndome salir de la habitación.

Bajamos las escaleras, voy arrastrando los pies mientras mantengo los hombros caídos cual muerto viviente.
Cuando llegamos al inicio de la escalera, el joven se pone frente a mí y me mira sonriente.
—A partir de aquí no puedes mirar, ¿vale? —Arqueo una ceja.
—¿Y eso por qué? —Muerde su labio antes de sonreír de nuevo.
—Tan sólo confía en mí.

Una de sus manos sostiene mi cadera mientras la otra tapa mis ojos como si de una venda se tratara.
Caminamos despacio, puedo sentir su respiración y su corazón latir.
Calma, Jane. Calma.
Recorremos un trecho corto pero que me ha resultado eterno.
Nos detenemos.
—Ahora tienes que tapartelos tú y no puedes mirar hasta que yo lo diga. —No necesito verle para saber que su sonrisa permanece incorruptible.

Bufo pero le hago caso.
Cierro los ojos cuando siento que sus manos se despegan de mi cara y muerdo el interior de mi mejilla.
Pongo ambas manos encima de mis ojos y chasqueo la lengua, impaciente por lo que sea que quiere mostrarme.
—¿Lista? —Asiento.
Sus manos se posan sobre las mías y tiran hacia a abajo, instándome a mirar.

Lo primero que mis ojos notifican es que estamos en mi cocina.
Hay un enorme cartel con las letras "HeladoWorld" que es prácticamente igual al original.
La barra de mi cocina está decorada para que se parezca a nuestras mesas, con los dibujos de cucuruchos y cucharillas.
Hay cuatro sillas que son calcadas a las nuestras e incluso está el cartel de "...en 3 minutos o te lo dejamos gratis."

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now