Capítulo 37

61 12 6
                                    

—Yo debería estar haciendo algo productivo ahora mismo pero estoy aquí, muriendo de sueño. —Bosteza y cojo un cojín entre mis manos para tapar su cara.
—No me fastidies, Drew. Tú te pasas el día muriéndote de sueño. —Espeto.
—Como el 99,9% de las personas de este universo. Estoy en la media. —Ruedo los ojos.
Vago y encima con excusa.
—¿En la media? en el medio, más bien. —Le doy una sonrisa malévola y me mira arqueando las cejas.

—¿En el medio? —Muerdo mi labio y después la punta de la lengua para no reír.
—En el medio cerebro que te queda. —Suelto y luego exploto en carcajadas. Pero me quedo literalmente sola.
—¿No ha sido gracioso, verdad? —Hago una mueca y apreto los dientes.
—No es que no haya sido gracioso. Pero digamos que, en un concurso de gente divertida, tú te llevarías el premio de consolación.

Abro la boca tanto como puedo y agarro de nuevo el cojín para aplastarlo en su cara y ahogarlo.
Di ficiera cienes fueca. —Lanzo una carcajada.
—¿Qué? vocaliza, capullo. —Sigo aplastando el cojín contra su cara mientras río.
El teléfono fijo de mi casa suena y le dejo tranquilo.
—Ni siquiera tienes fuerza.
—Ríe.
Veo el número de Moira y contesto.
—Buenos días, Moi. —Oigo como sorbe su nariz y automáticamente frunzo el ceño.

Se ha ido, Jane. —Mi ceño se frunce aún más con sus palabras y su voz llorosa.
—¿De qué hablas? —Cuestiono seria.
Le dió un infarto esta mañana. Se ha ido, Jane. —¿Qué?
—¿Qué...? —Oigo un sollozo.
¿Qué narices ha sucedido?
Tom ha muerto. —El teléfono se resbala entre mis manos y el corto cable impide que se estrelle con el suelo.

Está mintiendo, es justo eso.
Una broma de muy mal gusto que no es para nada real.
No puede hacerlo, no puede serlo.
Noto como mi corazón se encoge dentro de mi pecho y el aire se atora en mis pulmones.
—¿Jane? —La voz del castaño es un susurro lejano.
No es cierto, no le hagas caso.
Ella sólo bromea.
No es cierto.
Tom sigue vivo, por la tarde le verás y te protegerá como siempre.
Preparará tu helado favorito y te dará charlas como un buen padre.

Sigo corriendo calle abajo, sintiendo como mis pulmones se resienten por la falta de oxígeno y mi corazón late desbocado. 
El dolor se extiende por cada célula de mi anatomía mientras intento llegar a mi destino.
Llego a la calle y mis ojos encuentran a Moira, parada de pie mientras su vista se mantiene perdida y sus ojos rojos resaltan por encima de su verde característico.

Noto como dentro de mi pecho otro pedazo de mi corazón se desprende al ver a la rubia así.
Otro cuerpo agitado llega a mi lado y me mira. Puedo oír su respiración.
Me he parado de golpe en el inicio de la calle.
Moira me mira pero tampoco se mueve, permanece parada sin hacer nada.
Vuelvo a la galopada, rompiendo en segundo la distancia de pocos metros que me separan de mi trabajo y de mi amiga.

Al llegar, encierro a la chica en mis brazos y su respiración controlada choca con la mía descontrolada.
Sé como está, sé como el shock la ha paralizado.
Y también soy consciente de que yo todavía no lo soy de lo que ha sucedido.
Porque Tom; mi jefe, mi amigo y mi padre, se ha marchado para siempre.
Porque nunca más entrará en HeladoWorld y besará mi frente.
Porque nunca más nos hará regalos sólo para hacernos sonreír.

Porque ya no nos preguntará sobre su matrimonio.
Porque ya no regresará.
Ayer mismo estaba feliz, hablando con nosotras y riendo.
Pero hoy se ha ido y es un viaje sin billete de regreso.
Moira no me abraza de vuelta, sus manos permanecen ancladas a cada lado de su cadera.
Me separo de ella y la miro.
Sus ojos están en los míos pero no me ve.
Se ven como dos esmeraldas inexpresivas.

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now