4 - ¿Alucinaciones o fantasmas?

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Unos minutos más de clases y yo necesitaba salir huyendo.

No era solo por el chico raro a mi lado, sino también por los demás.

No era tonta, ellos me miraban de una forma intimidante, sé que ser la nueva da miedo, pero este miedo era real.

Ellos me odiaban.

La mayoría de los chicos a esta edad son estúpidos, pero aquí parecen mini engendros.

—¿Puedes dejar tu maldito pie quieto? —Me pregunta enojado.

—¡¿Cómo no se me ocurrió antes!? — Pregunto sarcástica. —Es un reflejo involuntario, no puedo dejar de hacerlo. —

—Ser molesta también parece ser otro de tus reflejos involuntarios. —Dice mirándome a los ojos.

—Eres horrible, no me molestes. — Le digo.

—¡Wow! Eso sí que me ha herido el ego, la pequeña tonta cree que soy horrible. ¡Ya madura niñita!— Susurra. Sonrío y niego lentamente.

—Eres tan patético. ¿Crees que siendo un idiota conmigo los demás no notarán lo jodido que estás? Solo eres un niño inseguro. ¿Nadie te abrazo de pequeño? ¿Tu mami no te dio la suficiente atención? —Le digo con malicia. Su sonrisa aterradora vuelve a aparecer.

—De hecho, así es. Jamás he dejado a nadie que me abrace, y no, no tengo madre, así que supongo que tienes razón — Responde mirándome fijo.

Mi estómago se anuda.

Me siento fatal.

¿Por qué tuve que decir esas cosas?

Cuando el timbre sonó tome mis cosas de prisa y salgo tan rápido como puedo.

Ni siquiera puedo mirar la cara del idiota, me sentí culpable por ser tan bocona.

Busqué refugio en uno de los lugares más retirados del colegio, pasando los pasillos exteriores me acomodé en una de las barandas de piedra, mis pies colgaban y frente a mí el enorme bosque se alzaba majestuoso.

Me abracé a mí misma, sintiéndome pequeñita e inútil.

Aunque fingía que era fuerte y que nada me afectaba, el dolor en mi pecho era cada vez peor. 

Era como si un enorme peso se apretara en mi pecho, quizás eran las lágrimas que me rehusaba a dejar ir.

No pude aguantarlo y lloré, pero casi de inmediato me forcé a no hacerlo.

Cuando levanto mi vista hacia el patio,

Mi corazón se detiene, el miedo me inunda y contengo la respiración.

Algo parecido a una chica está frente a mí flotando en el aire.

Ella lleva el uniforme de la academia, se ve pálida y traslúcida, su cabello flota aunque no hay viento.

Mis oídos zumbaban y aunque sabía que lo que estaba pasando no podía ser real, el miedo me había petrificado.

Estoy aterrada viendo la sangre que emana de su cuello.

Ella luce joven, quizás de mi edad, pero sus facciones muertas me hacen dudar.

Cierro los ojos con fuerza.

—Tranquila, solo respira— Me digo a mí misma.

Intentando normalizar mi respiración.

Creo que estaba a punto de tener un pequeño ataque de pánico.

—No es real, no es real. — Susurro.

—Cuando pensé que no te podías volver más rara, te encuentro hablando sola mientras estás escondiéndote de todos. — Abrí mis ojos, y encontré a la bestia parada junto a mí.

Viviendo Entre BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora