Capítulo 5: Los ángeles guardianes

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Kass está sentada en la pared de enfrenten en el pasillo, con las piernas extendidas por delante. En su rostro se refleja una expresión de ira al vernos, pero el gesto cambia por una sonrisa algo molesta en cuanto dirigimos la vista a ella. Creo que piensa que no hemos visto su cara.

Kass se levanta de un salto, y pone un pie en la puerta para evitar que se cierre. Luego se da la vuelta y nos mira.

—Pensé que no estabais dentro— dice, con voz calmada— He estado llamando, y no me ha contestado nadie.

Mitchie y yo intercambiamos miradas de fingida curiosidad.

—Estábamos en el baño.

—¿Las dos juntas?

—Por supuesto que sí. En realidad nos gustamos. ¿A que sí, Leia?

—Pensaba que era un secreto— digo, siguiéndole el juego y haciendo un gesto de fingida sorpresa  con la mano. Ella suelta una risita.

—Y de todas formas, solo estábamos cambiándonos— dice Mitchie, parpadeando inocentemente— No te hemos oído, ¿Verdad que no, Leia?

Yo niego con la cabeza.

—No, no te hemos oído— respondo yo, con las manos en la espalda— Será por el ruido que hace el agua del grifo.

Kass nos examina de arriba a abajo.

—Pues yo no os veo mojadas— dice, alzando una ceja.

Me río por dentro.

—Hombre, claro que no— dice Mitchie— Eso es porque nos hemos secado. Por cierto, supongo que te tendrás que cambiar, y duchar, o algo, y quedan unos minutos para la hora de Marcus.

Kass mira alarmada su reloj.

—¡Mierda!— dice— ¡Es verdad!

Con esas palabras le quita de las manos a Mitchie las llaves, que había estado sosteniéndolas frente a mi cara para que las cogiera yo y me aparta de un empujón. Mitchie la observa entrar a la habitación.

Kassandra cierra la puerta de un portazo.

Mitchie y yo sonreímos, saboreando la expresión en el rostro de Kass. No tiene precio.

Mitchie me coge del brazo y echamos a andar hacia la sala de reuniones, hablando sin parar. Acaricio con dos dedos mi collar en forma de estrella de cinco puntas y pienso que a Chloe le habría gustado la broma.


Esta vez tardamos poco tiempo en encontrar la sala de reuniones. Uno, porque ya hemos estado allí, y dos, porque Mitchie me ha hecho repasar concienzudamente el mapa antes de salir.

Andamos a paso ligero, casi corremos, puesto que nos estamos quedando sin tiempo. Si nosotras estamos llegando por los pelos, me imagino como llegará Kassandra. Recorremos largos corredores pobremente iluminados, y bajamos varios pisos antes de tomar el pasillo que nos dirigirá a la sala de reuniones.

El aire se torna húmedo conforme bajamos, y cuando llegamos al último piso, es difícil respirar.

En la esquina antes de llegar a la sala nos espera Kalie, sus ojos azules pareciendo casi transparentes por la tenue iluminación. Se le ilumina la cara al vernos, y corre a nuestro encuentro como una niña pequeña. Es demasiado inocente.

Llega hasta nosotras, sonriendo como de costumbre, y se retira un mechón de flequillo rubio de la cara con una mano, impacientemente.

—¿Dónde estabais?— pregunta, soltando todo el aire— Ha llegado casi todo el mundo. Faltáis vosotras, Kassandra y otro chico.

Ángel GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora