27• Primeras sensaciones

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Definitivamente, había tenido días de mierda; pero si tuviese que elegir uno en el que realmente me sintiese totalmente desdichada, ese sería hoy, sin lugar a dudas.

Le doy una patada a la piedra que tengo enfrente, y esta comienza a rodar hasta que finalmente cae en la alcantarilla. El ruido de un chapoteo, y una caída libre, es el único sonido que me acompaña los primeros diez minutos de travesía. Incluso ahora, que lo observo bien todo, nunca me había sentido tan sola, en un mundo plagado de gente. Estaba comenzando a aislarme en mi misma de nuevo, como hace años, cuando Ethan decidió que lo más seguro para mí, era cortar nuestra amistad desde la raíz. Nunca me había sentido tan vacía desde aquel momento. Estaba sola, la gente me quería —dentro de lo que cabe—, pero yo estaba dejando de hacerlo.

Quizás era esa la sensación a la que se refería todo el mundo. El momento exacto en el que comienzas a convertirte en un monstruo.

Así que, sí ese era mi deber, quizás debería aceptar, que la sensación incipiente de saber que iba a herir a alguien, me iba a acompañar hasta el último de mis días. Podía batallar, negarme a ello, e incluso intentar erradicarlo de golpe, pero mi yo interior no tiene ganas de intentar atrasar lo irremediable.

Sí me tengo que consumir lo haré.

Sí tengo que rendirme lo haré.

Sí mi vida, supone la muerte de alguien, supongo que tendré que acabar conmigo misma.

Estaba aceptando las señales; mi mente también. Y como ya era habitual en mi vida, vuelvo a mis sueños. Un lugar en el qué se que no estoy a salvo, pero al mismo tiempo, un lugar en el que puedo proteger a los demás, del riesgo que yo misma, pueda estar causando.


[•••]

De nuevo, me despierto con jaqueca, la cabeza aturdida, y los pensamientos distorsionados. Y de nuevo, vuelvo a desear, tener un botón con el que detener mi vida. O al menos las partes más pecaminosas. Nadie puede imaginarse la cantidad de cosas que donaría y regalaría, a cambio de respuestas; aunque una visión anticipada del futuro también estaría bien.

Árboles en llamas, césped reducido a cenizas, y hojas rogando sed de venganza. Algo tan siniestro, que ya no me asombraba que formase parte de mi mente. Cabeceo varias veces, y grito. Grito con ansias; grito como si me estuviese muriendo y desahogando al mismo tiempo. Grito hasta que alguien me escucha, y cierro la boca, sin yo misma quererlo. Ahora vuelvo a ser yo la que se ahoga con sus propias palabras.

—Estoy cansado de tus estupideces, así que simplemente cállate.

—Y una mierda. —Intento articular palabra, pero lo único que se oyen, son quejidos, berridos, y murmullos indescifrables. Literalmente es como si tuviese los labios cosidos, y la lengua pegada al paladar.

—Las órdenes las doy yo, Amy. Qué te entre en la cabeza.

«Irónico. Pretende establecer normas en mi propia mente.»

Se sienta a mi lado; su presencia me asusta, así que opto por mantener las distancias. Me incorporo, sintiéndome un poco mareada, y con ayuda de mis pies y manos me arrastro por el césped ennegrecido, hasta que mi espalda choca contra el tronco de un árbol.

Quiero rogarle que se aleje de mí, pero dudo mucho que me vaya a entender. Más bien, malgastaría saliva a lo tonto.

—Tenemos mucho de qué hablar, pero no voy a desvelarte el final del cuento. Desde pequeño he odiado el spoiler. —Su voz parece serena, pero no lo bastante, como para mantener mis miedos apacigüados por breves instantes—. Ni lo intentes, ¿te queda claro?

Dark SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora