—Deja de burlarte de mí.

Diji di birlirti di mí.

—¡Olivia!

—¡Ilivii!

—Eleonor —Scott se volvió hacia mí, completamente agitado—, dile que pare.

Iliinir —lo remedó la chica—, dili qui...

—Olivia —la interrumpí—, para.

Sintiéndose excluido de la conversación, Nash se aclaró la garganta para llamar nuestra atención y se humedeció los labios antes de preguntar:

—¿Podemos hablar de otra cosa?

—Creo que será lo mejor —coincidí con voz temblorosa. Normalmente, Scott nunca discutía con nadie. El hecho de que se hubiese enfrentado a Olivia, aunque hubiese sido a pequeña escala, me dejaba con la duda de si estaba enfadado o no. Mi mejor amiga era muy irritante; como siguiese así, seguramente acabaría sacando al pobre chico de sus casillas—. ¿Habéis estudiado para el examen de francés?

Tras hacer una mueca de asco, Scott negó con la cabeza.

—No pienso hablar más sobre los exámenes —espetó—. No quiero deprimirme.

—¿Tan mal te va? —Se interesó Nash, ganándose una mirada petulante de parte del pelirrojo.

—¿Qué parte de «no pienso hablar más sobre los exámenes» no has entendido?

Olivia se echó a reír:

—El «no», supongo.

El aludido se volvió hacia ella con cara de pocos amigos.

—No estaba hablando contigo —gruñó.

Al notar el tono de voz tan brusco que había utilizado, me incliné suavemente sobre la mesa para hablar con él.

—Scott, ¿qué te pasa?

Y Olivia volvió a carcajearse.

—Que está avergonzado, eso le pasa —se mofó, mirando a su amigo de reojo—. Digamos que le he hecho pasar un mal rato.

—¿Qué ha pasado?

Ante la pregunta de Nash, la chica esbozó una sonrisa gatuna.

—Le he obligado a entrar al baño de chicas conmigo.

Me hubiese gustado escupirle mi refresco en la cara, tal y como pasaba en las películas, pero no tenía refresco, ni tampoco la suficiente valentía para hacerlo, así que me conformé con abrir mucho los ojos y poner cara de «qué me estás contando».

—No me miréis de esa forma —nos pidió—. Soy una mujer y necesito a alguien que me acompañe al baño. Scott era mi única opción, así que hice lo que tenía que hacer.

—Y tardaste veinte minutos —gruñó el pelirrojo—, solo para dejarme en ridículo.

—Eso no es verdad.

—¿Ah, no?

—Bueno, quizá sí —terminó por admitir—, pero tampoco es para tanto, enano. No te enfades.

Debido a la mirada furibunda que Scott le dirigió, mi amiga volvió a echarse a reír. La escena me hizo gracia a mí también, y sonreí débilmente mientras me volvía hacia a Nash, solo para comprobar si su expresión era semejante a la mía. Pero no era así; su rostro estaba completamente serio y tenía los hombros tensos. En cuanto averigüé cuál era el motivo, me arrepentí de no haberme dado cuenta antes.

Una chica castaña acababa de llegar a la mesa junto a Chris. Era delgada y pequeña, tal y como yo soñaba ser cuando era niña, y tenía el pelo tan largo que le llegaba diez dedos por debajo de los hombros. Julie.

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now