02 | Primer contacto

174K 16.6K 8.6K
                                    

02 | Primer contacto


—¿Cómo vas con tus problemas salivales, Eleonor?

Eso fue lo que escuché nada más llegar a la cafetería, cuando me senté con mis amigos en la mesa de siempre para comer. 

—Muy gracioso, Scott —gruñí—. Sigo sintiendo sus gérmenes, ¿sabes? Me he lavado la cara miles de veces y soy incapaz de dejar de olerlos.

Puso cara de asco.

—No sigas, vas a conseguir que vomite.

—¿Estás seguro de que no es por la sopa? —intervino Olivia.

Scott levantó la cuchara en el aire y la señaló con ella. Unas gotitas del mejunje mohoso que estaba ingiriendo me dieron en el brazo.

—Imposible. La sopa de la señora Duncan es la mejor que he probado en mi vida. 

Esta vez fui yo la que se sintió repugnada. Scott era el único del grupo que no sabía que ese rumor que especulaba que la cocinera de la cafetería reutilizaba la carne con moho para echársela a la sopa no era, en realidad, un rumor. Olivia y yo éramos las únicas de todo el instituto que habían tenido la oportunidad de comprobarlo, así que a ambas nos resultaba realmente asqueroso ver cómo otros disfrutaban de aquel potingue extraño sin saber lo nauseabundos que eran sus ingredientes.

Aun así, había una razón de trasfondo para dejar que Scott se siguiese alimentando a base de la comida putrefacta de la cafetería. A pesar de que fuese nuestro amigo, Olivia y yo no perdíamos la esperanza de que algún día terminase intoxicándose y, después de que sus padres fueran a hablar con el director, este despidiese de una vez a la cocinera.

Llevaba soportando los maltratos de la señora Duncan desde la primera vez que puse un pie en el instituto. Por alguna razón, aquella mujer me detestaba. Era tal la gravedad del asunto, que estuvo más de dos años cambiándome los cubiertos de metal por unos de plástico. Al final, la directora lo solucionó, pero eso no evitó que el odio fuera mutuo.

Por si dos raciones tenían más efecto que una, siempre le cedía parte de mi tazón de sopa a Scott.

Después de unos minutos en silencio, les expliqué lo que había pasado:

—Lo que oyes. Prefiero ahorrarme los detalles —farfullé, porque no podía contarles lo ocurrido sin que me tomasen por loca—, pero ha sido muy vergonzoso.

Entonces, justo cuando pensaba que todo se había acabado, lo vi entrar.

Era castaño, delgado y muy alto. Seguramente me sacaba más de cinco centímetros. No llevaba una bandeja en las manos, sino su teléfono móvil. Se sentó en una de las mesas libres del fondo del comedor sin molestarse en buscar a sus amigos primero.

Se me hizo un nudo en la garganta cuando le vi la cara. Pese a que tenía la esperanza de no volver a encontrarme con el chico del baño, sabía que era imposible, básicamente porque íbamos al mismo instituto. Pero no esperaba tener que hacerlo tan pronto.

—Mierda —susurré, encogiéndome en el banco.

Cuando me escucharon, Olivia y Scott se giraron al mismo tiempo, sin disimular. Tardaron tan solo unos segundos en localizar al chico. Luego, Olivia se volvió hacia mí con una sonrisa pícara en los labios.

—Es guapo, ¿verdad? —comentó en un suspiro—. Lástima que sea un asocial.

Sin poder evitarlo, fruncí el ceño. No entendía a qué había venido eso.

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora