06 | El trío invencible

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06 | El trío invencible

Otra de mis socias más frecuentada era Grace Dunne: una chica sencilla, llorica e insegura con la que solía quedar tres días por semana, de miércoles a viernes, para hablar siempre del mismo tema: su novio, sus amigos y el miedo que tenía a ser sustituida.

Por mucho que me esforzase por disimularlo, intentar razonar con Grace me resultaba imposible. Tenía una sorprendente facilidad para sacarme de quicio que me hacía odiarla en ocasiones. Tal era la gravedad del asunto, que incluso podría atreverme a decir que prefería mil veces mis sesiones con Nash, quien ya era una persona bastante complicada de por sí. Por lo menos él me escuchaba y tomaba en cuenta mis consejos, en vez de ignorarlos o encontrar una forma de hacer exactamente lo contrario a lo que yo le recomendaba; algo que a Grace también se le daba muy bien.

Día tras día, trataba de quitarle esa idea tan absurda de la cabeza. Le repetía una y mil veces que no podía pensar de esa forma, que estaba equivocada; que Jayden la quería y que tenía que confiar en él, porque lo único que iba a conseguir actuando así era complicarnos la vida a las dos. Sin embargo, sabía que todos mis intentos eran en vano. Grace era una chica lo suficientemente insegura como para seguir dudando de Jayden (y de sí misma) a pesar de todo.

De modo que no me sorprendió en absoluto que el viernes por la tarde, a la hora de despedirnos en la cafetería en donde habíamos decido encontrarnos, me soltara la misma frase de siempre:

—Sigo creyendo que me engaña.

Tenía pensado empezar a soltarle de nuevo uno de mis discursos, pero entonces un Jayden extremadamente sonriente me dirigió la palabra y sentí como todos mis músculos se relajaban.

—Uhm... —farfulló—. ¿Leonor, verdad?

Si se hubiese tratado de cualquier otra persona, con solo llamarme así ya habría firmado su sentencia de muerte. Odiaba que la gente dijese mal mi nombre. No era tan complicado: Eleonor, no Eleanor, ni Leonor. Pero a Jayden le perdonaba todo porque... Bueno, era Jayden. Así que fingí que no me importaba y me apresuré a corregirle:

—Es Eleonor, con E antes de L.

—Con E antes de L, pero también con L antes de E —se burló Grace, lo que provocó que me volviese a mirarla con el ceño fruncido—. ¡Tu nombre es un verdadero rompecabezas!

—Con E antes de L, pero también con L antes de E —se burló Grace, lo que provocó que me volviese a mirarla con el ceño fruncido—. ¡Tu nombre es un verdadero rompecabezas!

Apreté los labios. No sabía si eso había sido un chiste o una broma inocente, pero no tenía ni pizca de gracia. Sin embargo, Jayden no debía de pensar lo mismo que yo, porque soltó una suave risita antes de darle a su novia un beso en la cabeza.

Contuve el impulso de apartar la mirada.

Después de aclararme la garganta, le pregunté:

—Tú eres Jayden, ¿no?

«Eso es, Eleonor. Actúa como si no llevases años loca por él. Desinteresada, tienes que parecer desinteresada».

—El mismo. Por cierto, me suena tu cara. ¿No eres tú la chica a la que...?

—Tu amigo escupió el otro día. —Arrugué la nariz al recordarlo—. Sí, soy yo.

Esta vez fue Grace la que se echó a reír. Yo me limité a quedarme en silencio, arrepintiéndome mentalmente por no haber mentido, y esperé a que alguien sacase un nuevo tema de conversación. Seguía estando nerviosa.

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora