09 | Solo tienes una vida

116K 13.9K 13.4K
                                    

09 | Solo tienes una vida

—Tenemos que hablar.

Nash alzó las cejas ante esto último, lo que no me sorprendió en absoluto. Hasta a mí me había resultado extraña la desesperación que transmitían mis palabras. Pero es que era cierto: había estado comiéndome la cabeza con lo ocurrido el viernes durante los tres últimos días. Ahora necesitaba arreglar las cosas; pedirle perdón, que él lo aceptase y que todo volviese a ser como antes.

Nunca fuimos muy amigos, ni tampoco confiamos mucho el uno en el otro pero, poco a poco, Nash y yo habíamos ido formando una especie de vínculo entre nosotros. No podía permitirme perder eso ahora.

—Creo que...

—Cállate —me ordenó, haciendo un gesto con la mano frente a mi nariz—. Sé que tenemos que hablar, por eso he venido. Creo que te debo una disculpa.

—¿Qué?

Ni siquiera tuve tiempo de pensar antes de interrumpirle. Su reacción no había sido, en absoluto, la que me esperaba.

—He estado pensando...

—¿Pensando?

Frunció el ceño. A lo mejor creía que me estaba burlando de él.

—Sí, pensando. Ya sabes, pones en funcionamiento tu cerebro, le das vueltas a un tema... Por Dios, Eleonor. He estado pensando. He estado pensando mucho.

—¿En qué?

—En ti. Y me he dado cuenta de que lo que he hecho está mal. No debería haberte tratado así, lo sé. Creo que exageré un poco las cosas. En realidad el cuaderno está vacío, no tengo nada que esconder. Nunca tengo la inspiración suficiente como para escribir algo que me guste. Supongo que me molestó que lo abrieras sin mi permiso, pero me he dado cuenta de que es una tontería y...

Pestañeé con incredulidad. No podía salir de mi asombro. Nash parecía nervioso. Además, se estaba disculpando. Yo debería estar nerviosa, yo debería estar disculpándome. No él.

—No es una tontería —repuse—. Estabas en tu todo derecho de enfadarte, Nash.

Justo cuando estaba a punto de empezar a pegarme cabezazos contra la pared por no haber dejado que él asumiese toda la culpa, que habría sido una tarea mucho más sencilla, el chico entrecerró los ojos y me sonrió. Fue una sonrisa limpia y cerrada —no enseñó los dientes en ningún momento— que me tomó por sorpresa.

—No estoy enfadado, tonta. —repuso, negando con la cabeza—. Y tampoco estoy en mi derecho. Al menos, no después de haber estado faltando a todas nuestras quedadas. ¿Cuántas fueron? ¿Ocho, nueve, diez? Lo sé, soy un idiota. Debería haberme dado cuenta antes de lo importantes que son para ti.

Abrí la boca para hablar, pero ninguna palabra salió de ella. No podía creerme lo que oía. Nash estaba pidiéndome disculpas por faltar a nuestras sesiones. Después de todo, parecía verdaderamente arrepentido. Y yo acababa de quedar con Jayden mañana, durante la hora libre, aunque sabía que esos sesenta minutos estaban más que reservados para la asociación y el chico que tenía en frente.

Tragué saliva. De repente, empecé a sentirme muy mal conmigo misma.

—Lo siento mucho.

—Nash...

—Por favor, perdóname.

Pese a la culpa que me removía las entrañas, una sonrisa apareció en mis labios. Nash la observó durante unos segundos, con las cejas juntas.

—¿Eso significa que me perdonas o que no lo haces? —me preguntó, rascándose el cuello—. Me confundes, Eleonor.

—Solo si tú me perdonas antes.

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora