14 | Las cosas se tuercen

109K 12.5K 10.9K
                                    

El primero en dimitir de su cargo de voluntario y abandonar UAG fue William, un chico de último curso con gafas y acné que decía ser muy buen amigo de Scott.

Ocurrió una semana después de que Grace debutara en la asociación, mientras Olivia y yo estábamos juntas en la biblioteca del instituto. Vino, y sin más, nos dijo que había decidido abandonar la organización debido a su falta de tiempo. No nos dio más explicaciones, ni tampoco nos aseguró volver, antes de marcharse.

Tres días después, se fue el segundo. Rayo —así era como se hacía llamar— era un adolescente pelinegro de no más de diecisiete años que sentía un amor profundo hacia su moto. Nunca tuve la oportunidad de hablar con él en persona. De hecho, la única razón por la que consideré admitirlo como voluntario fue que Scott, en su día, me dijo que debajo de toda esa fachada de chico malo, había un joven con un noble corazoncito que tenía afán de ayudar en la asociación.

Después de que Rayo nos abandonase, dejándonos tanto a mi proyecto como a mí completamente destrozados, fui a decirle que a Scott que pensaba que, si era verdad eso de que tenía corazón, debía estar podrido.

Olivia y yo empezamos a pensar que algo raro estaba pasando cuando se fue la tercera voluntaria, que estaba estudiando su primer año en el instituto. Ni siquiera sabía cuál era su nombre. Según mi mejor amiga, hacía menos de cuarenta y ocho horas que había ingresado en la asociación. No se había preocupado ni de terminar de rellenar su inscripción antes de dejarnos.

También había una chica castaña y delgada llamada Laura que se marchó una semana más tarde y que decidió llevarse a todos sus socios con ella. Todos me pusieron como excusa los exámenes finales que iban a llevarse a cabo el mes que viene, pero yo no creí a ninguno.

Poco a poco, UAG fue perdiendo voluntarios, hasta que solo quedamos cinco —de los doce que éramos antes—: Scott, Olivia, Grace, una chica morena llamada Julie y yo. Tal fue la fuerza del rumor que dictaba que UAG se estaba yendo al traste, que empezó a competir a muerte con la reciente ruptura de Jayden y Grace para convertirse en la noticia más importante del mes.

Como no podía ser de otra manera, el mal humor que todo esto me provocaba no pasaba desapercibido para mis amigos, quienes, aunque ponían todos sus esfuerzos en animarme, nunca conseguían su objetivo. Para hacerme feliz, primero era necesario que ellos estuviesen bien, y no lo estaban. La pérdida de voluntarios de UAG había generado un caos total a mi alrededor, incluyéndolos a ellos.

Hasta Scott, que pocas veces se enfadaba, parecía estar cabreado con el mundo. Olivia apenas levantaba cabeza, porque entre los estudios y la asociación no tenía tiempo para nada, y aunque apenas nos veíamos, suponía que a Julie tampoco debía de irle muy bien. La única que aparentemente se había librado de los efectos secundarios de los problemas en UAG había sido Grace, que no podía estar más contenta ejerciendo su nuevo cargo de voluntaria.

Nash fue un gran apoyo para mí durante esas semanas de crisis. Su ayuda fue tanta, que de vez en cuando, durante alguna de nuestras sesiones, me entraban ganas de pedirle perdón. La verdad era que hacía bastante tiempo que los roles se habían invertido. Ahora era él quien intentaba hacerme sonreír a toda costa, me aconsejaba y animaba a desahogarme cuando estábamos juntos, en vez de ser al revés.

Yo le decía continuamente que me arrepentía de no haber dejado que Grace fuese su amiga gratis —porque estaba segura de que ella lo habría hecho mucho mejor que yo—, y él siempre me contestaba que me prefería a mí antes que a cualquier otro voluntario.

Lo único que se libraba del desastre en mi vida, junto a mi amistad con Nash, era la relación que poco a poco iba floreciendo entre Jayden y yo. Desde que terminó su noviazgo con Grace de forma oficial (por segunda vez en apenas unos meses), empezamos a vernos de forma más habitual. Teníamos citas de estudio cada dos días, en las que hablábamos de cualquier cosa que se nos ocurriese. Cuando estaba con él, lejos de sentirme nerviosa, me encontraba a gusto. Era un gran chico, tenía muchas cualidades e incluso me atrevería a decir que yo le caía tan bien como él a mí.

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora