Cuentos para Sidney: El puente roto.

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Cuentos para Sidney: El puente roto

Querida Sidney:

Hoy vengo a contarte la historia de un puente indefenso y vulnerable, cuyo río cada vez tenía un caudal más grande y cuyos barcos eran dignos de transportar a la familia real. Tan majestuosos, tan increíbles, tan llenos de joyas, diamantes y oro; tan perfectos.

Tanto los pequeños, como los medianos, como los gigantescos. Tanto las barcas de pesca, como las lanchas, los veleros y los barcos de transporte. Todos combinaban tan bien que resultaba algo imposible de creer. Vivían en compañía, nunca había problemas. Cada barco aportaba algo bueno a los demás y recibía la ayuda de sus compañeros. Era el río perfecto.

Pero el puente estaba roto.

Por dentro y por fuera, la estructura estaba totalmente destrozada. Sus tornillos se habían ido oxidando por el tiempo, y la madera estaba llena de carcoma. Dentro de poco el puente se derrumbaría y nadie podía hacer nada para evitarlo.

Pero los barcos tenían como objetivo mantenerlo estable, así que tomaron una decisión: llamarían a una nueva embarcación. Una más grande, más fuerte, más persistente; una que ayudase al puente, que fuese su soporte.

Y así fue. Unos días después, un nuevo barco apareció de la nada y se colocó debajo del puente, dispuesto a cargar con todo su peso. Este, después de haber estado mucho tiempo intentando sostenerse por sí mismo para no caer, por fin pudo relajarse. Dejó que todos sus tornillos cediesen, que las maderas se quebrasen y que los tablones que lo mantenían en pie se rompiesen.

Ya no necesitaba sujeciones. Ahora contaba con ese barco, con ese voluntario que quería ayudarlo. Así que se dejó ayudar.

Y ese fue el error más grande que cometió en toda su vida.

Porque días más tarde, cuando el puente ya se había enamorado del barco, vino una tormenta que los destruyó a ambos. El barco se hundió y el puente, sintiéndose incapaz de dejarlo ir, intentó hundirse con él.

Pero no pudo hacerlo, ya que las demás embarcaciones se lo impidieron. Tenía que mantenerse en pie, a pesar de todo. Aun teniendo mil cosas en contra. Por ellas, porque no podía fallarles. Así que luchó.

Y así es como termina esta historia. Con un barco hundido, un río desbordado y un puente roto que intenta ser fuerte pero que cada vez se quiebra más; porque ahora, cuando piensa en el futuro, no se ve acompañado de otro barco. Sigue viendo a su hundido amante y sabe que, por mucho que intente lo contrario, esa embarcación siempre estará en el fondo de su corazón, destruyéndolo poco a poco y recordándole que ya no está ahí para sostenerlo; que ahora tiene que hacerlo solo.

O eso creía él.

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