Capítulo XCVI: Despedidas y buenas nuevas.

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—Buen día, clase.

El profesor Ferguson entró al salón justo como lo hacía cada vez que teníamos clase de literatura, ubicando su maletín sobre el escritorio de madera y volteando a vernos con sus notorios lentes antes de empezar la lección. A pesar de ello, este día destacaba entre los demás, resplandecía con su singularidad y nos colmaba de aflicción por una sencilla razón: era la última clase que íbamos a tener con él.

Todos respondimos al unísono, sacando nuestros materiales de las mochilas. —Buen día, profesor.

—Espero que hayan escrito sus ensayos sobre lo que planteamos en la clase pasada —dijo mientras se apoyaba en el borde del escritorio—, porque las oportunidades de entregármelo más adelante son escasas.Afortunadamente, para esas personas holgazanas que no entregaron asignaciones cuando debían hacerlo, tendrán el placer de ver a este rostro buen mozo por más tiempo.

La clase rió, menos los que sabían que estaban dentro de ese costal.

—Lo haremos a la manera vieja, aunque un poco más divertido para no hacer esta tarea aburrida. —Se separó del escritorio y comenzó a caminar por el aula—. En primer lugar, si alguien quiere levantarse como voluntario está en todo su derecho, porque vamos a hacer una cadena de personas con esta actividad. Yo no decido quién va a ser el siguiente en pasar,ustedes lo van a hacer cuando se paren aquí. Así que no perdamos más tiempo, ¿quién se ofrece?

Transcurrieron diez segundos donde nadie quiso levantar la mano, por lo que le envié una mirada a Maggs antes de hacerlo yo misma y coger las hojas blancas con mis dedos mientras pasaba al frente.

Ferguson, como cada vez que iba a escuchar nuestras voces, se detuvo al fondo del salón y aplaudió cuando vio mi valentía. —Muy bien, señorita Parker. Ya sabemos quiénes son las que llevan los pantalones en esta clase, ¿no es así? Dígame, ¿cuál es el título de su ensayo?

—Se llama «Cinco pensamientos sobre terminar la secundaria». —Leí en la hoja que sostenía, atiborrada de letras escrupulosamente rellenas de tinta para darle vida a las palabras que había escrito en mi portátil.

»Cuatro años en la vida de una persona de dieciocho años es como cuatro gotas de agua en la corriente de un río. No obstante, la academia Melbourne me ha enseñado numerosas cosas en un período tan corto de tiempo, unas que me han hecho levantarme de las cenizas como un ave fénix y otras que me han derrumbado de las nubes como un meteorito.

Primero me gustaría mencionar que los recuerdos que haya tenido en esta academia van a permanecer conmigo para siempre. No importa si son malos o buenos, gracias a ellos he aprendido a ser lo que soy ahora y basta solo con eso.

El aula permaneció en silencio, escuchando a las palabras que soltaba con total concentración mientras yo aclaraba mi garganta.

»Segundo, todas las personas son merecedoras de otra oportunidad. En un mundo tan confuso como lo es la escuela secundaria, llena de adolescentes propensos a cometer errores y dramas momentáneos capaces de romper amistades, es importante el no cerrarse a una reconciliación solo porque se tiene miedo de salir nuevamente herido. Casi siempre, perdonar es la mejor solución que se le puede dar a un problema.

No pude evitar alzar mi vista para observar a Harry después de leer esa última, recibiendo como respuesta una sonrisa que me quitó el aliento junto a uno de sus famosos guiños que provocaban sonrojos.

»Tercero, está bien sentir miedo. Lo desconocido suele tener esa sensación en las personas, sin embargo, es una muestra de que estamos evolucionando en una versión mucho más experimentada de nosotros mismos; solo tenemos que controlar nuestras habilidades de dar lo mejor de nosotros pues, el verdadero terror es estancarnos en una sola etapa de nuestras vidas.

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