Capítulo LXXXVII: El país de los tulipanes.

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Salí de la ducha con un paño enrollado alrededor de mi cabello y saqué un pie hasta el tapete, deslizando la puerta de la tina para dejar el rastro de mis dedos al pasarlos sobre el espejo empañado del lavamanos.

—Apresúrate. —La voz de Maggs se escuchó a través de la puerta, causando que ruede los ojos por décima vez cuando los reconocidos nudillos tocaron en la madera.

Retiré la toalla. —Ya casi termino.

Tiré mi cabello hacia adelante para secarlo cuando empecé a tomar la ropa apilada sobre la cubierta del retrete y me alisté para la salida. Debía ser estratégicamente veloz para charlar con Harry antes de abandonar el hotel, por lo que aceleré mis movimientos al doble de intensidad al colocar varias capas de ropa sobre mi cuerpo con un abrigo de lana final. Preparada para el invierno, preparada para dar la cara frente a Harry Styles.

—No tan rápido. —Sarah tomó mi muñeca y casi me echo a llorar como una niña a quien se le negó un dulce—. Hace frío afuera y no voy a permitir que salgas con el cabello mojado.

«Pero mamá...»

La rubia alcanzó su secador de la maleta y me forzó a sentarme sobre el colchón con ambas manos sobre mis hombros. Quince minutos después, fui calificada para salir de la habitación del hotel con un cabello completamente seco, no obstante, quince minutos después fue el momento en que Carly nos llamó para reunirnos en el recibidor del lugar antes de salir a pasear por la ciudad. Vaya suerte que me gastaba.

Paz se aproximó en cuanto llamó a sus padres. Solía hacerlo al despertar y al dormir, sentándose a mi lado en la silla para adquirir un plato y servirse un par de huevos fritos. —Así que, abuelo quiere que le llevemos un llavero de recuerdo y mamá dice que debemos comprarles algo a tus padres y los míos para que nos dejen entrar a nuestras casas cuando visitemos Tallahassee. Mis hermanos se pueden fregar en ese beneficio bilateral.

Reí con esparcimiento, engullendo un par de galletas con crema de avellanas en el centro. —Estoy en el timón, mi querida prima. Había decidido comprarle un souvenir a Aaron en el viaje hasta que anoche recibí un mensaje que decía «voy a abrir todos los regalos que digan tu nombre y no te voy a dejar ninguna de las galletas especiales de mamá. Puede que incluso te envíe fotografías, pequeño duende perdedor» así que sí, puede besarme el traser–¡No lo digas!

Mi prima apretó los labios con una sonrisa divertida. Estúpido tatuaje.

—De acuerdo, muchachos. —Carly aplaudió con sus palmas para llamar nuestra atención, sonriendo por la emoción de iniciar el itinerario—. Hoy vamos a recorrer la Plaza Dam. Iremos al Palacio Real y Madame Tussauds. Podrán comprar cosas en los mercadillos navideños. ¡Será emocionante!

Y la parte emocionante, es que lo fue.

La cosa acerca de viajar con amigos es que tienes la libertad de hacer lo que quieras y estar en la confianza de no avergonzarte de ello, porque todos son de la misma generación y las estupideces son permitidas en un círculo de personas estúpidas. Como cuando Owen Ryans señaló que una de las papeleras se parecía a Vileplume y todos nos reímos porque, «¡Santa mierda, tienes razón! Incluso tiene puntos blancos» y entonces empezamos a tomarle fotografías para el recuerdo.

El recuerdo de una papelera amsterdamesa con forma de Vileplume.

—¡David Beckham! —chilló Maggs, luego de mostrar nuestros boletos para poder entrar a Madame Tussauds.

A Sarah casi le da un patatús cuando lanzó la primera ojeada a Madonna, ¿y a mí? Intenté simular naturalidad cuando distinguí a Johnny Depp a mi derecha, acercándome en un segundo cuando le pedí a Liam que tome una fotografía y reí al sentir la impresión de estar al lado de un pedazo de cera. —Esto es lo más depresivo que he hecho en toda mi vida. Y eso es bastante difícil de lograr

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