Capítulo LII: Churi churin fun flais.

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Me percaté de cómo todos mis compañeros salieron al recreo con las loncheras en mano mientras yo permanecía sentada en mi pupitre, metiendo el cuaderno en el morral con pulcritud. Al tener todo organizado, me levanté resuelta a pillar una de las galletas que horneó la profesora la tarde anterior para el compartir del salón, aproximándome al escritorio con determinación para fruncir el ceño al vislumbrar que quedaba una sola galleta.

Resoplé, pensando en aquellos alumnos que agarraron más de dos. Desconsiderados.

Un chillido de sobresalto escapó de mi boca al notar que otra mano se posó sobre la propia, tanteando por la misma galleta―: ¡Uh! L-lo siento mucho, no sabía que... ―Mis ojos se situaron en una niña pecosa con mirada tímida, pasando a un segundo plano cuando el indomable cabello rojizo llegó a mi enfoque, tan enrollado como resortes alrededor de su pálido rostro y del color de mil zanahorias; la identifiqué al instante.

―¡Eres la chica nueva! ―Le sonreí con cordialidad, girándome para darle la cara al tiempo en que capturaba la galleta entre mis manos. Esto pareció cohibirla en aumento, porque se achicó en su lugar esperando a que diga algo soez mientras sus ojos persistían fijos en el suelo, ligeramente intimidados―. Podemos compartirla, si deseas. ―Balbuceé con cuidado de no espantarla, logrando que alce su mentón para prestarme atención con sus ojos claros, cuando partí la galleta en la mitad y le tendí una de las partes.

Ella asintió en reconocimiento y con voz imperceptible musitó.

―Gracias.

Retorné el gesto―: Soy Aileen Parker. Eres Penny, ¿no es así?

―P-Penny Wheeton. ―Titubeó al estrechar mi mano, pegando un brinquito encrespada cuando un par de imponentes pisadas irrumpieron en el momento, y percibí cómo la pelirroja se volvió a encoger al no perder de vista la forma bulliciosa en la que entró Harry al salón de clases, sonriendo gigantescamente.

―¡Te he estado buscando en toda la escuela! ―El niño de ojos verdes clamó luego de toda una mañana pensando que no asistiría a clases, aparentemente sin darse cuenta de mi estupor al apreciar el inusual celeste que resaltaba su cabello.

Cerré los ojos, intentando por todos los medios no gritar «¡Buen Dios, Hatsune Mikuo está respirando frente a mí! ¡Salven a sus hijos, sus esposas, sus vacas! ¡Corran por sus vidas!» y en seguida enloquecer, respirando con toda la calma del mundo cuando me atreví a decir―: ¿Me puedes explicar por qué tienes el cabello azul y estás vestido como si Guns N' Roses te hubiese vomitado encima?

Harry sonrió de forma altiva, alzando los brazos vivarachamente―: Porque soy un espíritu libre, Aileen. ¡Por eso necesito una Saeta de Fuego! ―Prorrumpió con su habitual energía, pero al ver mi expresión escéptica soltó un suspiro y se cruzó de brazos, haciendo un puchero que contrarrestaba por completo a su antigua actitud―. Bien. Estuve toda la mañana esperando a mi madre junto a la secretaria del director porque llegué tarde a la escuela y mi cabello ahora es azul. Gasté mi tiempo intentando sacar el color pero tuve que rendirme y ponerme lo primero que conseguí en el clóset porque las amigas de mi molesta hermana mayor fueron ayer a la casa y comenzaron a jugar a pintarse mechas en el cabello. Gemma dejó el tinte peligrosamente cerca del shampoo, pero mamá dice que es temporal así que se debe quitar pronto ―Unos segundos transcurrieron, antes de enviarme una mirada hesitante, casi con pánico―, ¿cierto?

Mordí mi labio inferior, procurando no reírme por las pequeñas palabras que escupía por allá y por acá, cuando me encogí de hombros y escuetamente indiqué―: Quién sabe. ―Aguantándome las ganas de añadir alguna oración que trastorne al muchacho al punto de raparse la cabeza. Entonces, Harry finalmente reparó en la presencia de Penny y antes de que pregunte cosas yo salté a contestarle―. Es la nueva estudiante; vino de Chicago. ―Eché un vistazo durante unos segundos a la taheña, incitándole implícitamente a que se presente por su cuenta, pero al ver que no captó la señal teniendo sus ojos en cualquier cosa menos nosotros, Harry sonrió con la calidez de siempre y extendió su mano para llamar la atención de la chica.

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