Capítulo LXXXVI: Hola, Ámsterdam.

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—Sí, mamá. Tengo un par de repuesto en el equipaje —dije con una sonrisa pequeña. Ella no estaba feliz con que pasara la época navideña tan lejos de Tallahassee, pero sabía que esto era un viaje importante para mí, la última oportunidad de pasar un tiempo de calidad con mis amigos antes de la calamidad de pruebas finales. Digo, incluso conseguimos convencer a la madre de Sarah «tienes que pasarla con nosotros, bebé. No te voy a dejar sola después de todo» Gallagher.

Estrujé la mano sobre la maleta cuando escuché a mamá. —Bueno, eso cierra el trato. Te voy a echar mucho de menos, mi amor.

Sonreí con consternación. —Yo también, mami.

—Estaremos esperando que des señales de vida. Envías un mensaje cuando llegues al hotel, ¿de acuerdo? Te queremos. Dale la bendición a Paz de nuestra parte.

Me despedí con un «los quiero» antes de colgar la llamada y reunirme con el resto del curso, haciendo tiempo para que anuncien nuestro vuelo en el aeropuerto de Los Ángeles para arribar finalmente en Holanda. Un grupo de chicos estaba en un restaurante de comida rápida antes de la hora, almorzando para prevenir la repulsión del avión entre tanto el resto platicaba para forjar que el proceso acontezca con apresura.

—Con esta pinta parece que vamos a llenar todo el vuelo —comentó Liam con diversión, sin darse cuenta de que factiblemente esa iba a ser la realidad dentro de unos minutos.

Niall estaba recto como una columna porque el muchacho Malik decidió que su brazo era un buen puesto para descansar su cabeza mientras dormitaba. —Lo único que quiero es llegar a Holanda rápido. Estoy totalmente listo para este viaje.

Lisa rió. —Vaya. Desacelera.

Dichosamente para Niall, la hora del vuelo llegó vertiginosa. Hicimos todos los ordenamientos ineludibles para entrar al transporte y tomé asiento junto a mi prima, instalando mi equipaje de mano en su lugar correspondiente luego de sacar mi almohada de viaje y el libro que iba a leer para comerme el tiempo.

Paz colocó «Take on Me» en su reproductor de música, compartiendo un audífono conmigo al minuto en que todos los pasajeros circulaban por los pasillos para acomodarse en el viaje. Mi corazón se puso como maniático cuando Harry pasó a mi costado, riendo por algo que dijo Louis antes de subir y guiñándome el ojo en su camino hasta el asiento.

—Oh, Dios. Que sea un viaje tranquilo. Amén.

Eché un vistazo a Paz con un mohín falso, doblando los brazos como muestra de protesta antes de murmurar cual infanta enfurruñada. —Aguafiestas.

Me palmeó el hombro con firmeza. —Bueno, si quieres hacer tu propia versión de Perdidos procura conseguir un avión en el que yo no esté adentro. Gracias.

Reí con más desenvoltura hasta que la azafata comunicó por los parlantes el protocolo habitual y pudimos decir con seguridad que partiríamos a Ámsterdam. Entre las nubes de California, las horas ocurrieron como los pasos de una tortuga, al punto en que casi todos los pasajeros estaban dormidos y yo persistía leyendo «Me llamarán asesino toda la vida. Durante mil años o más si se me recuerda será como el enano monstruoso que envenenó a su joven sobrino en su banquete de bodas» por cuarta vez en un minuto porque no terminaba de enfocarme en las palabras.

Llegó el momento en que me fastidié de seguir intentando, cerrando el libro con un solo movimiento de mano para retirar el audífono de la oreja de mi cabeceada prima. Me pasmó descubrirla en el quinto sueño porque le resultaba difícil quedarse dormida con música sonando, pero la actual era «Falling in Love at a Coffee Shop» y hasta a mí me daba sueño con esa.

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