Capítulo LXXV: No puedes protegerte de la tristeza.

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El ambiente del hospital era demasiado familiar para mí. Tan conocido que me hacía sentir enferma con todos los recuerdos que curvaban la punta de mis dedos, hincando las uñas sobre los pantalones de mezclilla.

«No tienes permitido ir allí, Aileen. No ahora.»

El teléfono de la recepcionista sonó en un eco que se extendió por el pasillo, o tal vez era una obra de mis sentidos que estaban en estado de alerta incesante. La voz de la señora reemplazó el ruido, pateando el suelo con mis zapatos cuando hice otro escaneo del lugar y sentí el temblor de mis manos que no tenían idea del significado de la estabilidad.

Mi cabeza seguía siendo cazada por la imagen de Sarah, sin dejarme respirar como es debido. Creo que nada estaba funcionando correctamente, aun cuando alguien debía estar teniendo el momento de su vida en Disneylandia o en un crucero por el Caribe. Sentía que todo lo que veía en el mundo era color negro, y si yo me sentía de ese modo, solo podía imaginarme la forma en la que se sentía mi mejor amiga en este momento.

―¡Aileen!

El aire que estaba reteniendo en mis pulmones evacuó como si estuviese esperando desde hace un milenio. Los pasos de Maggs y Paz se aproximaron hasta mi lugar, y Niall, Zayn y Louis les pisaron los talones en cuestión de segundos; todos con expresiones inquietadas en el rostro.

Paz fue la primera en abrazarme, estrechándome entre sus brazos como una guardiana protectora. ―¿Estás bien? ―Maggs se unió a la muestra de afecto, cerrando los ojos con el rojo que delataba su estado―. ¿Ella está bien? ¿Qué ocurrió?

Apreté los labios, fraccionando el apretón para frotar mis brazos con un semblante de incertidumbre. ―Ella estará bien, o eso espero. ¿Actualmente? No tanto. Tiene un golpe en el ojo izquierdo y creo que el bastardo... abusó de ella. ―Louis, quien era el más aguijado a tener sus acciones vinculadas al corazón, prorrumpió un gruñido natural y apretó los nudillos con violenta indignación. Les lancé una sonrisa desconsolada, prosiguiendo con el repaso de los hechos―. Me llamó en medio de sollozos para pedirme que la buscara en el club, pero permaneció en silencio después de eso.

Me guardé las descripciones gráficas de cómo encontré a Sarah Gallagher en un cubículo del baño de damas, deliberando que escocería el corazón de mis amigos y despedazaría más almas de las que se necesitaban en el agrio mundo del conocimiento.

―Liam debe venir en camino con Patrick. Tomó un taxi porque estaba en una asesoría de la academia ―dijo Zayn luego de rascar su nuca y desviar la vista hasta el elevador del hospital con el ceño fruncido.

Asentí, como una muestra de que oí sus palabras. ―Tenemos que esperar noticias del doctor. No me permitieron estar a su lado durante los exámenes.

―Es mejor así ―susurró Maggs con los brazos enlazados. Tenía los ojos enrojecidos pero no derramaba una lágrima porque era demasiado similar a mí. Otro punto entre las redes reservadas―. Has visto más de lo que hubiese querido que veas, Aileen. Me desgarra el alma pensar que tuviste que cuidarla por tu cuenta, sin nosotras junto a ti.

Alcancé su hombro, apretujándolo como una demostración de amor sigilosa. ―Está bien. ―No lo estaba, pero le dediqué una sonrisa forzada con la intención de apaciguar la culpa que la carcomía―. Sarah se hubiese sentido cohibida de otro modo. Duramente consigue mantener la mirada por más de cinco segundos con un par de ojos familiares, su bochorno la habría aniquilado hasta los huesos con tres.

―¿Sus padres están al tanto? ―habló Paz con absoluta prudencia. Cuando negué con la cabeza, plantó un beso afectuoso en mi coronilla y pilló su teléfono celular débilmente―. No te preocupes, Pukie. Yo me encargo. ―Lanzó una ojeada al resto de los muchachos antes de tomar cierta distancia que impedía la posibilidad de formar parte del tormento que estaba a punto de cometer.

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