Capítulo XCI: Una blanca Nabbydad.

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Los olores de la Navidad son los olores de la infancia, o así decía el letrero en la pared del albergue y Richard Paul Evans, aparentemente.

Así que pensé que si los olores de la Navidad eran los olores de la infancia, entonces la víspera de Navidad debía ser el olor del momento en que estábamos en el vientre de nuestras madres. Y el pensamiento de mi madre me llevó a pensar en toda mi familia, lejos de mí en un momento tan importante como la víspera de Navidad.

—¿Tienes idea de por qué pidieron que llamáramos juntos?

Harry acomodó su gorro navideño, alejando los rizos de su frente. —Tengo una teoría —dijo con mesura—. Tu hermano sabe de lo nuestro y va a atravesar la pantalla para alcanzar mi corazón.

—¿Románticamente? —Decidí tocarle las narices.

El muchacho sonrió. —Estoy pensando más en lo visceral.

Reí hasta que la conversación se vio estorbada por el característico tono de llamada de Skype y ambos giramos para prestar atención a la pantalla del portátil, notando el nombre de mi hermano en el cuadro emergente de color negro.

—¡Hola! ¿Nos escuchan?

Clásico saludo Skypeniano.

Algo dentro de mí se movió cuando observé a mi familia del otro lado de la pantalla, usando suéteres navideños y sonriendo a mi versión digitalizada en Ámsterdam con todo el cariño del mundo.

Sentí el apretón de mano de Harry, haciendo que voltee a echarle un vistazo.

«Está bien. Los veremos dentro de poco.»

Sonreí al devolverle el apretón por debajo de cuerda, sintiendo que mis ojos se achicaban por la enormidad de la sonrisa. —¡Hola, familia! Los escuchamos fuerte y claro.

—Se ven hermosos, chicos. ¿Hace mucho frío? El albergue se ve bastante organizado —dijo mamá, encantada de poder vernos en víspera de Navidad. Las preguntas eran su naturaleza.

Harry encontró ese hecho como algo gracioso. —Estamos a -5° centígrados, así que para una persona que está acostumbrada a la calidez de California, puedo decir que nos estamos congelando hasta los huesos.

—Te dije que te abrigaras bien, Harry Edward Styles. ¿Dónde está tu hermana? —Aaron ocultó su boca con disimulo cuando Anne reprendió al susodicho con una de las reprimendas más frecuentes de las madres.

—Está con los muchachos en el vestíbulo —dijo—, pero voy a buscarla en este instante.

Contemplé el cuerpo de Harry al moverse del sofá escarlata hasta donde estaba su hermana mayor y volví a ver a mi familia de nuevo cuando desapareció. —¿Qué tal la están pasando? ¿Muchas galletas en el estómago?

—Anne y yo estamos engordando a todo el vecindario. La abuela Hazel pasó un rato a charlar con nosotros y le dimos como cincuenta galletas para llevar.

Cubrí mi rostro con una risa. —Quiero tener una de esas galletas en la palma de mi mano. Creo que voy a escribirle una carta a Santa Claus para que me envíe algunas.

—Podemos hornear algunas para la graduación, querida. —Anne me sonrió de una manera que nunca vi en mi vida. Se veía con mejor aspecto, el rostro menos demacrado y los ojos más despiertos—. No porque sean galletas navideñas quiere decir que solo se puedan comer en Navidad.

—¡Eso suena estupendo!

La puerta se abrió con la chica de cabello púrpura junto a su apuesto hermano menor, alzando los brazos con una expresión risueña apenas fue capturada por la cámara. —¡Basta de esperar! Ya llegó por quien lloraban.

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