Capítulo LI: Un penique por una sonrisa.

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La mañana empezaba cotidianamente: en la radio sonaba alguna melodía que tarareaba en voz baja mientras leía el periódico, Ofelia estaba acostada a un lado de mis pies dormitando como si no hubiese un mañana, y Harry Styles estaba entrando a la cocina con rostro adormilado.

―¡Buenos días!

La cuchara resbaló de mis manos, con la boca abierta y el corazón en la garganta, al advertir cómo el muchacho ingresaba a la cocina con voz grave y el cabello caóticamente anárquico. Su mano parecía ocupada restregando sus ojos, pero el detalle que más captó mi atención fue que lo único que estaba usando era un condenado bóxer.

Intenté responder, pero lo único que salió de mi boca fue un sonido penoso.

¿Qué diablos hacía Harry Styles en mi cocina, usando solo ropa interior?

―¿El gato te comió la lengua, cariño? ―Rió, pellizcando cereales de la caja antes de meterlo a su boca. Claro que eso no me arrancaba de mi pasmo, y no ayudó que el chico luego emprendiera camino hasta mí, girando el banquito para quedar frente a frente a él, con los nervios a flor de piel.

Tal vez digan que es imposible, o que esté exagerando, pero el corazón se me paró al sentir cómo comenzaba a inclinarse para...

¡Oh mi Dios, me va a besar! Me va a besar. ¡Él va a jodidamente besarme!

Mis ojos empezaron a cerrarse, esperando el contact...

¡¿Qué?!

Pegué un brinco en la cama, mirando alrededor con ojos abiertos. Un suspiro escapó de mi boca al apreciar que solo se trataba de un sueño ―pesadilla― y que permanecía en mi habitación, arrebujada con la frazada y sin indicio del chico de rulos en mi perímetro. Me tumbé en la cama con ese relajante pensamiento, la mano en el pecho al percibir que mi corazón estaba disparatado con lo que acababa de pasar, y la sábana desordenada por el movimiento abrupto.

Conociendo que no podría volver a dormir, o que en caso de lograrlo correría el riesgo de ver la continuación de tan sueño angustioso, me levanté de la cama a enfrentar un nuevo día.

Una risa diminuta escapó de mis labios al repensar en la dramática frase.

«¡Es un nuevo día para combatir el crimen de Ciudad Gótica!»

Rodé los ojos con una sonrisa, moviéndome al baño para asearme. Había un porcentaje de posibilidades de que al bajar las escaleras estuviese Styles como en el sueño, pero cuando bajé duchada exhalé un suspiro de alivio al fijarme que solo estaba mi familia, preparando el desayuno. Mi madre situaba panqueques en los platos mientras mi padre echaba la mezcla en el sartén, y para mi sorpresa, Aaron estaba despierto buscando en el refrigerador algo que, al evaluar la expresión de victoria al localizar la miel, se trataba del perfeccionamiento de su panqueque.

―Buenos días, tesoro. ―Mamá saludó.

―Buenos días. ―Sonreí a todos, mordiendo mi labio inferior.

Esperé que alguien comentara algo acerca del «extraño ruido que hizo la puerta anoche» pero no ocurrió nada, por lo que aflojé mis músculos un poco y cogí mi plato, sentándome mientras escuchaba la historia de papá sobre cómo su corbata se atoró en la fotocopiadora ayer en la oficina.

―Voy a pasear a Ofelia. ―Anuncié una vez terminada la comida, luego de fregar mi plato y secarme las manos. Mi madre de todas formas debía hacer magdalenas para su club de manualidades y mi padre debía acomodar el patio trasero, por lo que no había mucho que hacer en la casa a más de ver a mi hermano tumbando su trasero en el sofá y perdiendo el tiempo; debía leer el libro de Hardcox, pero por algún motivo mi cuerpo no se sentía con ganas de lectura. Olvidé el pensamiento una vez subí las escaleras, escrudiñando al fondo del armario mis viejos patines, hallándolos con sus cuatro ruedas rojas y esa cubierta blanca que brillaba a pesar de los años; pertenecían a mi madre durante su adolescencia, por lo que tenían unos cuantos años.

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