Capítulo 33: Aniversario

17.7K 909 305
                                    

Narra Raúl

Estamos intentando aparcar, ahora vamos. 

— ¿Dónde están? -me preguntó Rose tras haber leído el mensaje que me había mandado Katy.

— Buscando un aparcamiento, en seguida vendrán -guardé mi teléfono móvil en el bolsillo trasero de mi vaquero y me acerqué a Rose que andaba abriendo unos paquetes de patatas fritas y tirándolas en boles-. ¿Te ayudo?

— Claro -señaló unas bolsas con patatas con sabor a jamón. 

— Me encantan estas -dije cogiendo una y comiéndomela. 

— Lo sé, pero déjalas para cuando lleguen todos -se limpió la sal de las manos con una servilleta y se acercó a mí, para susurrarme al oído-. Tengo una sorpresa preparada para más tarde, para después de la fiesta. 

— ¿Si? ¿De qué se trata? 

— Es una sorpresa, se supone que no debería de decírtelo. 

— Ya sabes que no me gustan las sorpresas -terminé de echar el contenido de la bolsa en otro de los boles y me giré hacia mi chica favorita-. Soy demasiado ansioso. 

— Lo sé -rodeó mi cuello con sus brazos-. Está bien, digamos que el otro día, me fui al centro comercial a comprarme ropa y compré algunas cosas...

— Rose... dime qué compraste... -dije con tono amenazante dirigiendo mis manos a su cintura; ella en seguida comprendió que me disponía a hacerle cosquillas, y ella jamás pudo soportar las cosquillas. 

— Está bien, quieto -ordenó-. ¿Sabes cuando antes he ido arriba a dejar una mochila? -asentí-. Pues resulta que dentro hay un arsenal de... -dejó la frase en el aire. 

— ¡Rose! -comencé a hacerle cosquillas y comenzó a reírse como una loca poseída-. Dí-me-lo. 

— Está bien, está bien -dijo costosamente-. Tengo de todo, patatas, galletas de chocolate, gominolas, bollos...

— ¿Has traído un arsenal de dulces? 

— Sí, esta noche nos pondremos gordísimos, solos tu y yo. 

— Dios mío, ¿cómo se puede quererte más? -abarqué sus mejillas y le planté un sonoro beso-. Vayámonos a Italia. 

— ¿Qué? -preguntó riendo, totalmente desconcertada. 

— Imagina, juntos caminando por la Toscana, por las calles de Florencia, de Venecia. Tu con un precioso vestido azul y una de tus infinitas viseras. Comeremos toneladas de gelato. Caminaremos por los sitios que inspiraron a Dante, a Petrarca, a Boccaccio... Podríamos ir a un viñedo y hacer el amor durante toda la noche viendo el cielo estrellado. Sería perfecto. 

— ¿De dónde demonios sacas de golpe esas ideas? -preguntó, con una amplia sonrisa. 

— Adoro Italia, y te adoro a ti. Vayámonos, lejos de aquí, lejos de todos. Empecemos de cero, juntos. Viviremos en un pequeño apartamento. Te imagino sentada en un escritorio, con tu pelo atado en un moño con un lápiz e intentando estudiar el cómo operar a un perro, o lo que sea que estudies en veterinaria. Y yo estaría mirándote desde la cama, escribiéndote poesías o haciéndote retratos. 

— No sabes dibujar. 

— Ya aprenderé, y también aprenderé a cantarte serenatas para que te duermas. Te haré feliz, todos los días que estemos juntos, me encargaré de hacerte feliz, esa será mi prioridad. Hasta que un día, tengamos un hijo, y a partir de ahí me encargaré de haceros feliz a los dos. 

Te amaré, eternamenteWhere stories live. Discover now