Capítulo 30: Impotente

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— ¿Entiendes algo? -le pregunté a Raúl en un susurro.

— Ni lo más mínimo. 

Estábamos en clase de matemáticas y María y Mr. Caramelo de Tofe estaban teniendo una ardua discusión sobre cómo resolver la ecuación que se nos había planteado. Había visto muchas discusiones a lo largo de mi vida, pero nunca una así.

— ¿Realmente se están peleando por cómo resolver el problema? -me preguntó Raúl.

— Sí, cada uno está planteando una forma para resolverlo y lo peor es que yo no entiendo ninguna de las dos. 

— Yo no entiendo ni el problema -se encogió de hombros-, yo creo que lo que tienen estos dos son ganas. 

— ¿Para? -Raúl me miró y puso los ojos en blanco-. Oh, ¿en serio? ¿crees que tienen algo? Si no nos ha dicho nada.

— Son profesor y alumna y además ella es menor. No creo que nos lo dijese si estuviesen juntos, María es inteligente. Hey, tengo una idea, ¿invitamos al profe a la orgía?

— ¡No! ¿Y quieres dejar de llamarlo orgía? Solo es una fiesta. 

— Si tu lo dices... te apuesto lo que sea que alguien acabará teniendo relaciones. 

— ¿Empezando por ti?

— Empezando por mi -dijo con una amplia sonrisa. 

De pronto María soltó una maldición y volvimos nuestra atención a la discusión que seguía llevándose a cabo. En aquel instante me di cuenta de que Raúl tenía razón. Se notaba que había algo entre ellos, cualquiera que se fijase se daría cuenta de que se atraían y viendo la intensidad de la discusión, Raúl podría estar en lo cierto en que se tenían ganas, pero también era cierto que María era muy inteligente y no creía que arriesgase su futuro ni el de Steven teniendo relaciones con él siendo una menor; Steven tendría que esperar al día de la fiesta, el día que María hacía dieciocho años. 


(***)

Narra Daniel

Se suponía que ambos teníamos que estar en clase, pero hacía unas horas se me cayó una de las lentillas y no la encontré, y me estaba mareando al llevar una sola lentilla, pero como era bobo no llevaba las gafas encima, así que me tocaba estar así y decidí no ir a clase; Katy tenía razón en que, aunque no las usase, tenía que llevarlas encima. 

En lo referente a Luis, el pobre no era capaz de prestar atención. Todavía no era capaz de asumir que Alicia se iba a ir. Su novia, a quien amaba por encima de todo, se iba a ir y no podía hacer nada para evitarlo pues ella no se lo pensaba permitir. 

— ¿Alguna vez te has sentido completamente impotente? -preguntó-. Voy a perder a la mujer a la que amo y no puedo hacer nada para impedirlo. 

— La mujer a la que amo y con la que me voy a casar me dejó, diciendo que me había engañado, aunque yo sabía que era mentira. Me dejó y no sabía ni el por qué. Sé lo que es sentirse impotente. 

Aquello me recordó algo. Me recordó aquella caja que yacía en el fondo del cajón de mi cómoda. Ya iba siendo hora de que se lo diese a Katy y que ella lo aceptase. 

La amaba, y pensaba pasar el resto de mi existencia a su lado, amándola más y más cada día. Al fin y al cabo, ya no había nada que nos impidiese estar juntos.


(***)

Narra María

— No lo entiendo, si tienes que ir de Japón a China ¿para qué vas a ir primero a Francia y luego a China? -preguntó Steven pellizcándose el arco de la nariz. 

— Disculpa, pero esto no es complicarse. Complicado sería intentar borrar la pizarra tras haber usado sin querer un rotulador permanente en vez de uno borrable.

— ¿Qué? -rápidamente pasó un dedo por la pizarra y el número ocho se borro con facilidad-. Serás...

— Era una broma -reí-. No entiendo por qué no intentas comprender mi punto de vista. 

— Tú tampoco lo intentas. 

— Claro que sí, entiendo tu punto de vista, pero no considero que tu ecuación sea la más correcta. 

— Podemos seguir discutiendo sobre esto durante horas -se sentó sobre su mesa y miró detenidamente la pizarra. 

Ya había acabado el horario lectivo, sin embargo Steven y yo nos habíamos reunido para debatir sobre la ecuación que nos había planteado durante la clase de matemáticas, y seguíamos sin conseguir estar de acuerdo. 

— ¿Te vienes a mi casa? -preguntó de golpe. 

Giré mi rostro hacia él, pues yo también estaba mirando la pizarra, y descubrí que me estaba mirando con aquellos ojos de adoraba. Miré hacia la puerta, para asegurarme de que seguía cerrada, y me acerqué a él hasta que mi cadera tocó su rodilla. 

— ¿A tu casa? -asintió-. Sigo siendo menor de edad y tu alumna.

— Y como alumna mía y menor de edad que eres, te pido que vengas a mi casa para seguir debatiendo sobre un asunto de ámbito escolar -hizo un gesto hacia la pizarra-, y te prometo que no me quitaré ninguna prenda de ropa. 

— Puede que me apetezca quitarte algo -jugueteé con el cuello de mi camisa color carmesí-, aunque intentaré no hacerlo. 

— ¿Entonces vendrás? Puedo preparar la cena. 

— ¿Sabes cocinar?

— Sé hacer muchas cosas, aunque eso ya lo sabes -acarició la curva de mi cadera con su dedo índice-. ¿Vendrás? 


(***)

Narrador omnisciente

— Rose, ¿estás bien?

La castaña, que se había detenido para apoyarse en la puerta de cristal de la despensa de helados, miró a su novio. 

— Sí, me duele la barriga. 

— ¿Quieres que nos vayamos? 

— Ya hemos venido hasta aquí, no vamos a irnos. Además, estoy bien.

Aceptó la mano que le ofrecía Raúl y siguieron caminando por los pasillos del centro comercial. 

— ¿Vamos a la zona del alcohol o a la de los condones? -le dio un codazo divertido. 

— Estás mal de la cabeza -rió y le dio un beso en la mejilla-, ¿realmente crees que la fiesta va a desmoronarse tanto?

— Honestamente, sí. Siento que están a punto de cambiar muchas cosas.

— Pues claro, pronto nos iremos a la universidad. 

— No es eso, es como un presentimiento. Van a pasar muchas cosas. 

— ¿Buenas?

— ¿Quién sabe? Mientras que a nosotros nos pasen buenas cosas -le sonrió y aquella vez fue él quien besó la mejilla de su novia. 

La joven pareja siguió haciendo la compra para la fiesta que estaba a punto de celebrar, sin darse cuenta de que alguien quien él había conocido hacía más de un año acababa de pasar al lado suyo. 


Te amaré, eternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora