Capitulo 28

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Día IV (Miércoles en la mañana): Nos dirigíamos rumbo aquella ciudad en la que habían nacido todos mis sueños que ahora estaban más que olvidados, aquella ciudad que un día había sido mi edén, pero en el que yo había comenzado a imaginar paredes que pronto se materializaron frente a mí, y simplemente convirtieron mi edén en un laberinto en el que la única salida posible era la muerte, al igual que en el libro de mi padre. A mis ojos, el libro de mi padre era de los mas buenos, entretenidos y adictivos que existieran en este mundo, pero al parecer carecía de una buena enseñanza, pero recuerdo muy bien que al final del libro se habla de algo que Fausto aprendió, el problema es que lo aprendió después de haberse suicidado o bien de haber atravesado la puerta final. Seguramente esa enseñanza yacía escondida en el epílogo perdido del libro de mi padre.

No era exactamente el tesoro lo que me motivaba a descifrar las pistas, había tres cosas que me motivaban:

1) Salvar nuestras vidas.

2) Aprovechar el tiempo con Wilana Lana pues cuando encontráramos a Bryan Rogue ella se alejaría de mí para siempre.

3) Finalmente lo que más me motivaba a ir en busca de este tesoro era algo que Bryan Rogue me diría más adelante, que el verdadero tesoro no eran las morocotas de oro, sino el epílogo del libro de mi padre, ese era el verdadero tesoro que mi padre había dejado para nosotros, esa era su herencia, su legado, pues mi padre no era dueño de ese tesoro, él nunca se sintió dueño del tesoro pues él no se lo había ganado y simplemente no podía regalárnoslo así como así, porque no era de él, lo que en realidad si era de mi padre y lo único que había hecho durante sus años de vida era escribir este maravilloso libro el cual tituló "El Laberinto De Fausto." Había una moraleja escondida en el epílogo de este libro, yo estaba seguro de que eso era lo que mi padre quería que encontráramos y yo daría mi vida si hiciera falta para encontrarlo.

Cuando vives en una ciudad y estas muy acostumbrado a ver edificios, gente caminando de un lado a otro y automóviles por doquier, piensas que ese es el único mundo que de verdad existe, simplemente nos encerramos en una burbuja y pensamos que esa es la única forma de vivir y que esa es la única forma de hacer que todo este mundo funcione, nos acostumbramos a que nuestro laberinto este atestado de paredes, de conflictos, nos tomamos de la mano del estrés y recorremos el laberinto de manitos sudadas a su lado. Pero cuando hacemos un viaje, nos damos cuenta que todo el mundo no vive en ciudades, hay personas que viven en la desolación del llano, en casas solitarias y oscuras separadas por kilómetros de distancia; donde pedir un vaso de agua a tu vecino terminaría dejándote más sediento de lo que ya estabas, todavía hay gente usando lámparas de gasoil como en el pasado, gente que se sienta a leer un libro en vez de echarse a ver algo en la televisión, gente que no le presta atención a las redes sociales pues tienen miles de amigos a los que conocen en persona, gente que logra que su mundo no sea tan estresado, que logran que su laberinto no sea tan complicado, logran que su mundo funcione sin tanta tecnología al alcance. Es en ese momento en el que si te quitas la venda de los ojos, te darás cuenta de lo equivocado que estás al pensar que solo tu mundo es capaz de funcionar, pero lo que de verdad hacemos es preguntarnos: 

¡Como coño estas personas son capaces de vivir de esta forma!

Habíamos arrancado el autobús de Bryan Rogue a las 4:48am. Eran 16 horas al volante que debíamos pasar para llegar hasta la ciudad en la que antes vivíamos y en la que estaban mis raíces, en la que descubriría la siguiente pista que me llevaría directo al tesoro, bueno era eso lo que pensaba.

Charlotte había cumplido muy bien la tarea que le había encomendado y descubrió algunas cosas que Bryan Rogue había dejado en el autobús para que nosotros las encontráramos. Entre las cosas había una bolsa con mucho dinero y otra que tenía algo que al verlo me transportó de inmediato hacia el día de la fiesta de graduación, eran las dos bazucas que Wilson y yo habíamos utilizado ese día para lanzar panfletos con las invitaciones para ir a mi casa, pero esta vez no había panfletos, solo las dos bazucas de color negro, dos bolsas negras mas, pero estas estaban llenas de confeti y una pequeña nota escrita a mano con la letra de Bryan Rogue que decía:

XxxxxxxxxxxWhere stories live. Discover now