2• Mentiras y más mentiras

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Cuando la puerta se abrió, fue el momento más bochornoso de toda mi existencia. Los aviones de papel se perdieron en el aire antes de que pudiesen impactar contra la calva del profesor, los murmullos se detuvieron, y ahora toda la atención estaba puesta en nosotras. Aunque bueno, yo diría que más bien en Thalia, quién había sufrido el cambio más brusco de toda la clase; Ahora sus dientes ya no llevaban el hierro que antes le prohibían exhibir su sonrisa con naturalidad, su acné había desaparecido hasta el punto de verse casi inexistente, y sus curvas estaban más acentuadas que nunca.

Por otro lado yo... Yo seguía igual de desastre que siempre. Seguía utilizando las mismas camisetas holgadas del año pasado, y mi pelo despeinado siempre dejaba mucho que desear.

-Qué alegría volver a veros de nuevo ¿no? -La voz suena lejana, apagada y sin vida; Otra vez no-. Y como siempre -mira su reloj de forma inconsciente, y después nos dedica una sonrisa de lo más falsa-, tarde.

Thalia sonríe de forma cordial, y yo sin embargo tuerzo la boca como prueba de mi indignación; ¡No puedo creer que el viejo no se muera! Posiblemente tenga más años que Matusalén.

-Lo siento señor Griffin, no pretendíamos retrasar su clase -Thalia es la primera en hablar, mientras que de forma disimulada me propina un codazo en las costillas para que yo repita sus palabras. No lo hago, pero si sonrío intentando parecer una buena alumna.

-¿Y la excusa de hoy es...? -El viejo deja las palabras a medias, antes de apoyarse contra la pizarra y sonreír de una forma que me resulta bastante perversa-. Solo pido que sea convincente, no me vale que sea la de «Atropellamos a un gato por el camino y lo llevamos a urgencias dónde nos dieron una medalla honorífica por salvar animales» o la de «Íbamos conduciendo con precaución pero no vimos a aquella pobre anciana que pasaba por en medio de la carretera. Tras casi matarla, su marido nos persiguió durante unas cuántas horas, y por eso llegamos tarde».

Mi sonrisa se convierte en una neutral y fina línea, dónde la rabia va creciendo excesivamente cada tantos segundos, y la agresividad se hace paso a puñetazos entre la amabilidad, que hasta hace relativamente poco estaba intentando mantener a raya; Y lo peor de todo, es que si Thalia no hubiese llegado a interrumpir mis maldiciones contra su pobre calva -recalcando lo de pobre, porque su pelo era más invisible que la pelusa-, yo ya me habría abalanzado contra su pobre figura escuchimizada.

-No hay excusas señor Griffin, simplemente hemos tenido ciertos percances -susurra Thalia poniendo ojos de corderito.

El viejo asiente, por primera vez en mucho tiempo, sorprendido por nuestra sensata madurez, y nos indica nuestros asientos con un movimiento rápido de cabeza; Hay un pupitre libre al lado de Dalan, -cosa que me parece muy extraña-, y otro justo al lado de Gregori el pestes, y me gustaría remarcar, que no ponen apodos por nada.

[•••]

Los gritos llegaron a ser tan eufóricos, que me sorprendió que mamá no hubiese subido las escaleras para ver qué sucedía; La sonrisa de Thalia era tan latente y amistosa, que sin saber el porqué, me dieron ganas de quitársela de un puñetazo.

Quizás debería controlar mejor mis propios problemas de ira.

-¿Me vas a contar ya que te pasa? -pregunto de mala gana intentando no dejar palomitas en el recipiente; La única ventaja que saco de nuestras conversaciones sobre chicos -por que está claro que va a hablarme de chicos-, es que puedo comer todo lo que quiera sin que ella se de cuenta si quiera de que alguna vez hubo algo de comida; Se mete tanto en sus conversaciones que todo lo demás puede llegar a resultarle demasiado ajeno.

-¡Dalan me ha invitado a una fiesta!

Y de nuevo, otro grito, y a diferencia del otro, este lleva mucha más potencia.

Dark SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora