Pero ya soy la clara vencedora de esta batalla. Últimamente a Jason le sobran razones para irse a clase después que yo.

—Noah y yo vamos a estar besándonos durante todo el camino, pero, si quieres, puedes venir a sujetarnos las velas.

—Te odio —me dice, haciendo una mueca de asco. Seguro que se lo ha imaginado y todo. Yo me echo a reír mientras me doy la vuelta.

Después, me marcho. Ya estoy bastante lejos de la casa cuando me giro, de nuevo, para gritarle que (en el fondo, aunque cueste creerlo) yo también le quiero a él.

Tardo poco en llegar al lugar en donde suelo quedar con Noah. Son las ocho menos cinco, por lo que me sorprende que no esté esperándome allí. Creía que sería yo quien llegase tarde esta vez y que se dedicaría a reprochármelo durante el resto del día, pero se ve que su impuntualidad siempre supera mis expectativas.

Me recuesto contra la pared de uno de los edificios y saco el móvil. Estoy a punto de mandarle un mensaje, cuando lo veo aparecer al otro lado de la calle.

En cuanto decae en mi presencia, echa prácticamente a correr hacia mí. Tiene puesta la mochila que suele utilizar para el instituto, que es de color negro y se confunde con la sudadera oscura que le cubre parte de los vaqueros, y lleva el móvil en la mano. Me entretengo guardándome el mío en el bolsillo porque, como siempre que le veo, me cuesta guardarme la sonrisa y prefiero que no lo sepa, aunque sospecho que a él suele pasarle lo mismo conmigo.

Cuando Noah llega a mi lado, tiene la respiración agitada, pese a que solo ha corrido un par de metros y tiene una condición física excelente. Apoya las manos en sus rodillas para recuperar el aire. Yo subo las cejas.

Voy a decir algo, pero se me adelanta.

—Sé que llego tarde —me aclara, y sube la cabeza para mirarme. Parece agotado—. Pero no te enfades. Puedo explicarlo.

A mí la situación me hace bastante gracia, pero decido mantenerme fiel a mi papel de novia cabreada, porque me gusta ponerle nervioso. Cruzo los brazos sobre mi pecho.

—Espero que la excusa sea buena.

—Matthew se muda. He tenido que ayudarle a llevar las cajas al camión. No sé si lo sabías, pero tiene un jodido gimnasio montado en su cuarto... Aunque cómo ibas a saberlo, claro, si nunca has estado allí. Olvídalo. Soy un idiota. El cerebro me funciona mejor cuando no estoy tan cansado... —De inmediato, Noah repara en que está dando muchas cosas por hecho. Se incorpora rápidamente y me pregunta—: Nunca has estado en su habitación, ¿verdad?

Retengo las ganas de rodar los ojos. Es un idiota.

—Claro que sí, estuvimos enrollándonos allí el otro día.

—No juegues con eso —me advierte, señalándome con un dedo, aunque se le va a escapar una sonrisa. Yo me echo a reír y me acerco para darle un beso en la mejilla. Es genial que pille tan rápido todas mis bromas.

Antes de que me aleje del todo, Noah me coge de la mano y entrelaza nuestros dedos. Soy yo la que tira de él para hacerle andar. Como no nos movamos, acabaremos llegando tarde a clase. Me toca con el señor Miller a primera, y me odia tanto desde que me metí con la rata que tiene como mascota que, si no estoy allí cuando llegue, seguro que me deja fuera del aula.

—Así que ya no va a vivir con vosotros —doy por hecho, mirando a Noah de reojo. Él asiente con la cabeza.

—Todo ha sido gracias a Rose. Al parecer, llamó el otro día al instituto para denunciar la agresión homófoba que había sufrido su hijo. El director tomó medidas y decidió expulsar a Matthew. En cuanto mi madre se enteró, le dijo que ya no era bienvenido en nuestra casa —me explica—. Desde que mi hermano y yo éramos pequeños, ha estado educándonos para que seamos tolerantes y respetemos a los demás. Parece que por fin se ha dado cuenta de que mi primo jamás sería capaz de hacer eso. Fue Dana la que lo obligó a irse, porque mi madre no puede ni mirarle a la cara. Por eso he tenido que ayudarle yo con las cajas.

Mi conquista tiene una lista | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now