Capítul⌖ 16

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Tenia el coche de Evil delante

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Tenia el coche de Evil delante. El Maserati negro que por la oscuridad de la noche hacia que apenas se viera si no fuera por las farolas de la calle.

Miro la hora en el coche y veo como el reloj digital marca media noche. Pongo de nuevo el coche en marcha cuando el semáforo se pone en verde y el Maserati se mueve, estabamos cerca de mi zona residencial y aquello podia tratarse de solo casualidad.

O no.

Giro mi rostro a la derecha cuando los quejidos femeninos de una mujer capta mi atención. Dos hombres se encontraban acorralandola en un callejón donde apenas llegaba la luz.

Aprieto con fuerza los puños en el volante, desviandome de la misión que tenía y deteniendo el coche en la entrada del callejón.

No podía hacer como si no hubiese visto nada.

Bajo del coche sintiendo como el enojo comenzaba a crecer en mi según iba escuchando los sollozos de aquella mujer. Uno de ellos se encontraba abalanzado sobre ella besandola a la fuerza a la par que la tocaba. Él otro cobarde se encontraba grabando la escena.

—¿Por que no grabas esto?—Le susurro al rubio que grababa la escena una vez llego a su lado.

—¿Que diabl...?—Interrumpo sus palabras cuando se gira dandome su rostro y estampo mi puño contra su cara.

Haciendolo caer en el acto, dejando caer el teléfono. El cual piso con fuerza rompiendole la pantalla.

—¿Steve?—El hombre cual tocaba a la mujer se gira al escuchar el estruendo de la caida del cuerpo de su amigo al suelo.—¿Quien coño eres tu?—Brama apartando sus manos de ella y caminando hacia a mi de forma amenazante.

O en intento de parecer amenazante.

Alza su puño derecho y lo dirige con rapideza hacia mi rostro, y tan solo con mover mi cabeza hacia mi izquierda lo esquivo. Era lento y patoso. Agarro su brazo con mi mano derecha y lo tuerzo, haciendolo doblarse de dolor. Golpeo con fuerza su abdomen con mi rodilla, haciendolo caer con su compañero al suelo. Y una vez en el suelo, pateo su cara rompiendole la nariz en el momento.

Los dos se encontraban casi incosncientes, pues con apenas esos escasos golpes no tenian la fuerza para levantar su asqueroso cuerpo del suelo. Eran debiles.

—Gra-gracias.—El sollozo de la morena me hace mirarla. Su cuerpo temblaba contra la pared. Y no me miraba, apenas tenia la seguridad de poder alzar sus ojos a los mios.

—Ven conmigo, te llevaré a tu casa.—Observo como se sacude ante aquella frase.

—¿Que? No, no hace falta.—Susurra avergonzada.

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